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René Lalique, joyero. La joya estival de La Casa Lis
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HASTA EL 16 DE SEPTIEMBRE

René Lalique, joyero. La joya estival de La Casa Lis

Actualizado 25/08/2018
Charo Alonso

Montadas en un ingenioso soporte de metacrilato, estas joyas han sido coleccionadas por el armenio Calouste Gulbenkian

Ni siquiera las mañanas gratuitas de los jueves con sus oleadas de visitantes logran alterar ese silencio envuelto en paredes negras, exquisito y trémulo de belleza, que recibe al espectador. La muestra es una experiencia que nos devuelve al Paris de comienzos del siglo XX y que a la vez, se engarza en esta joya privilegiada que es El Museo Art Nouveau y Art Déco de la Casa Lis, porque en el que es el centro de arte más visitado de Castilla y León, la obra de René Lalique es una constante. Sin embargo, qué mejor joya la que engarza los fondos de la Colección Ramos Andrade con los de la lisboeta Fundación Gulbenkian. Un abrazo fundido que hemos podido disfrutar desde el 23 de mayo y que finalizará el 16 de septiembre.

Un concepto museístico exquisito que muestra las joyas de Lalique desde una perspectiva original. Envuelta en negro, la pieza resalta en todos sus matices pudiéndose ver desde todas sus increíbles perspectivas, y además, sin ningún elemento que distraiga: la cartela, muy grande, clara y acompañada de una foto espectacular de la pieza, aparece en la pared. Una solución que sirve, en palabras de Pedro Pérez Castro, director del Museo, para centrarse detenidamente en la misma desde todos los ángulos, y buscar, con calma y posteriormente, información sobre la misma.

Montadas en un ingenioso soporte de metacrilato, las joyas de Lalique coleccionadas por Calouste Gulbenkian, un coleccionista exquisito de origen armenio que tantas coincidencias tiene con Ramos Andrade, son prueba de una relación de amistad entre el joyero francés y el poseedor del 2% del petróleo de la época. Artista y coleccionista, amigos ambos, forjaron su relación a través de estas exquisitas piezas en las que Lalique experimentó con piedras semipreciosas y otros materiales, buscando la unión de la naturaleza y el pasado edénico. Piezas ornamentales que adornaron a las mujeres de la época y que el artista, meticuloso y perfeccionista, dibujó en bocetos que son un cuadro en sí mismos. Piezas y bocetos nunca expuestos en España y que Pedro Pérez Castro recorre con reverencia, deteniéndose en el exquisito tapón de refrigeración de un Rolls Royce perteneciente a un marajá hindú. Toda una prueba de que lo práctico ?los automóviles se calentaban y era una pieza imprescindible- se aliaba con la belleza? y esta vez, la belleza es una Victoria de vidrio cuyo original pertenece a la colección de Ramos Andrade, es decir, a La Casa Lis.

René Lalique, joyero. La joya estival de La Casa Lis   | Imagen 1En pocas ocasiones una exposición temporal está tan imbricada con el espacio que la contiene. Las joyas que concibió Lalique experimentando con materiales inusuales como el hueso, el esmalte o finalmente el cristal, responden a los principios estéticos del Art Nouveau y el Art Déco en su deseo de recrear el antiguo Egipto, la Grecia clásica, el arte japonés, la artesanía de la Edad Media que amaban los artistas ingleses, parecen pertenecer a La Casa Lis. Vuelan las libélulas, los insectos exquisitos y los escarabajos sobre las flores? y todo para adornar a una mujer que se atreve a mostrarse, como Sarah Bernarth, en todo su esplendor decimonónico. Belleza inspirada que el visitante recorre con reverencia mientras se suceden las escogidas piezas, los apliques de luz que Lalique diseñó, los jarrones, la obra actual de una casa artesanal que sigue utilizando el vidrio para mostrar la perfección de la belleza que se convierte en objeto cotidiano, porque Lalique no fue solo un joyero, escultor, diseñador de interiores que incluso ornamentó el Orient Express? sino que convirtió su cristal en un objeto cercano cuando se alió con François Coty para diseñar frascos de perfume que fueron auténticas joyas a la medida de la mujer.

Tiene esta exposición de Lalique un aire íntimo, exquisito, familiar y delicado. Se funde en el espíritu del Museo salmantino como se funde entre las paredes de la casa de Miguel de Lis la colección inesperada de Ramos Andrade. Hombres que interpretaron una época a través de los objetos, cristalizando la belleza y dejando que sean las piezas, ecos de su tiempo, quienes escribieran los renglones de la historia. Una historia que nos habla de mujeres fuertes y atrevidas, de velocidad, de descubrimientos, de un mundo cada vez más cercano que comerciaba con Oriente y aprendía nuevos lenguajes artísticos. Una época viva y palpitante que ilumina cada pieza porque cada una de ellas nos devuelve a un tiempo que no es pasado, sino presente vivo. Vivo como vivos estamos quienes nos detenemos a recorrer el exquisito esmaltado de una pieza que parece contener todo el misterio. El misterio de la belleza.

Texto: Charo Alonso

Fotografías: Oscar J. González Hernández

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