Ya falta menos para las esperadas vacaciones de verano, será una semana, pero suficiente para desconectar del día a día. Para los que tenemos niños es el momento de disfrutar completamente de la familia, pues durante el curso a veces resulta difícil.
Pensando en las vacaciones me pregunto qué sabor tiene la felicidad y mirando atrás me cubre la nostalgia de aquellos veranos de la infancia, la sensación de colarme en la cama de mis padres o el cobijo de mis abuelos y mi tía Chus.
Para mi generación los abuelos y los tíos fueron muy importantes, cuando no estaba en casa de mis abuelos, era en casa de mis tíos Juanito y Esther, que siempre me acogían como si fuera un hijo más. Pasábamos tres meses sin parar, llenos de experiencias, con el cuerpo entero tatuado de heridas, subiéndonos cada día a un árbol más alto, montados en la bici por cualquier sitio, o haciendo coches nosotros mismos para luego lanzarnos cuesta abajo con ellos. Unas veces practicábamos con la escopeta de perdigones haciendo diana en una lata, otras pescábamos renacuajos en un pilón o cazábamos ranas que después nos preparaba mi abuela. Los días de caza con la familia eran especiales, no por la caza en sí, sino por los preparativos desde el día anterior. Era un día de familia, especial, y qué rico sabía todo. No sé si por las buenas manos en la cocina, por la compañía familiar o porque yo era muy glotón, que también puede ser, el caso es que era un día que esperábamos todos los años.
Las vacaciones de la infancia regresan siempre que se acerca el verano, es algo inevitable y es que, aunque no tengan nada que ver, sí lo tienen las ganas de disfrutar. Muchas veces nos quejamos de lo que nos va surgiendo en la vida, pero en el fondo somos muy afortunados. Quizá no tengamos esa casa que nos gustaría en la playa, no dispongamos de la liquidez que creemos merecer, quizá nuestras vacaciones no sean lujosas, ni a la vuelta tengamos el mejor trabajo del mundo, pero si lo piensas, la felicidad real puede consistir en otras cosas que nada tienen que ver: los detalles, la compañía y, en definitiva, los momentos especiales que recordarás a lo largo de la vida. Por esto es por lo que realmente tenemos que luchar, pues es lo que verdaderamente importa, y saber apreciar lo que tenemos antes de que se esfume o se agote. Las vacaciones son un momento inmejorable para ser conscientes de ello y sacarles el mayor partido a esas ganas.
Detrás de estas apreciadas vacaciones viene el mes de septiembre, que nos devuelve de nuevo a la vida ordenada con ilusiones renovadas, a la tranquilidad del hogar y a la rutina, que a veces también se echa de menos.
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