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Begoña Ripoll, el tiempo entre las páginas
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Begoña Ripoll, el tiempo entre las páginas

Actualizado 06/08/2018
Radio Guijuelo

Ser 'librera anticuaria' es un trabajo muy serio, se necesitan años de estudio para llegar a serlo y nunca terminas de formarte"

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Begoña Ripoll en La Galatea

En la calle Libreros hay un exquisito rincón donde la belleza y el conocimiento anidan en los estantes de la memoria. Libros, objetos, discos, manuscritos? en este ambiente cuidadoso se respira la quietud del tiempo que se guarda entre las páginas. Pasión por el manuscrito, por la primera edición, por el grabado, por el tacto del papel que contiene, apretado en su corazón de siglos, la magia de una historia, tiempo encuadernado y amansado en renglones recobrados.

Charo Alonso: ¿Cómo supiste que querías ser librera, una librera tan especial?

Begoña Ripoll: No recuerdo el momento exacto, pero sí sé que cuando estudiaba Filología, uno de mis profesores trajo la primera edición de una novela de Baroja. Entonces me di cuenta de que Baroja quizás no había tocado ese ejemplar, pero sí otro idéntico. En esa época, mis amigos y yo en Alicante, ahorrábamos mil pesetas y eso nos daba para ir a Madrid a la Feria del Libro Antiguo. Juntando todo el dinero y con lo que sobraba de comprar el billete para un tren de esos horribles y un bocadillo, adquiríamos un ejemplar. Llegábamos a Madrid a las ocho de la mañana y nos íbamos a la Feria de Recoletos a ver qué nos podíamos comprar. Cuando vine a Salamanca a dar clases y pregunté, me extrañó mucho que no hubiera aquí una librería anticuaria.

Ch.A.: Había librerías de viejo?

B.R.: Una librería de viejo no es una librería anticuaria. Pasaron unos años y cuando murió mi padre yo tuve una extraña asociación de ideas: en mi casa nos gustaban mucho los libros pero no había libreros y pensé, cómo hubiera disfrutado mi padre si yo hubiera tenido una librería anticuaria. Abrí mi librería en unas condiciones pésimas, porque aún no poseía el sentido del oficio, que es muy especial porque se trata de una actividad muy gremial. Necesitabas tener una formación, trayectoria? y encima era una chica.

"El negocio de los libros no se mueve por dinero sino por la bibliofilia...

Ch.A.: ¿Eso era un problema?

B.R.: Claro, no era un trabajo de mujeres. Estaban el librero y la mujer del librero, pero el cliente quería hablar con el librero. Ahora hay hasta hijas de librero, antes no era muy común, pero me admitieron sin problemas porque yo no les parecía competencia. Te movías en un mundo de hombres, aunque yo no lo he tenido nunca en cuenta ni lo he sufrido.

Ch.A.: ¿Y qué es ser una librera anticuaria?

B.R.: No es ser librera al uso. Insisto siempre en hacer comprender a la gente que ser 'librera anticuaria' es un trabajo muy serio, que se necesitan años de estudio para llegar a serlo y que nunca terminas de formarte. La gente no lo sabe y por el contrario, hay ahora una moda de poner a cualquier "comercio" el nombre de "librería anticuaria" porque queda más guay, los hispters han puesto de moda lo "vintage". Y lo que pasa es que gente sin conocimientos acaba vendiendo (a precios absurdos por arriba o por abajo) obras que ni conocen su importancia.

Ch.A.: ¿Se mueve mucho dinero en el mundo del libro?

B.R.: No, no se mueve tanto dinero como en el mundo del arte. Una obra de arte se subasta, un libro antiguo de entre 1700 y 1799 puede valer entre 1000 y 3000 euros y no hay falsificaciones como en el mundo del arte porque en un libro antiguo, la falsificación puede costar mil veces más que el propio libro, aunque sea sólo para imitar ese papel hecho con fibra de algodón. El negocio de los libros no se mueve por dinero sino por la bibliofilia, por el gusto por el libro y no por otras motivaciones. Un bibliófilo no compra para invertir, hay pocos casos y para eso el librero anticuario debe saber mucho de libros. Lo que no sucede es que encuentres dos volúmenes empolillados, llenos de moho y pienses que ahí hay un chollo. Si quieres una inversión, el librero tiene que saber mucho, no encuentras cosas así en un golpe de suerte.

Ch.A.: Un anticuario de libros.

B.R.: Los libreros anticuarios tienen que saber mucho y además, pertenecer a una Asociación Internacional de Asociaciones Nacionales de libreros anticuarios (la ILAB, International League or Antiquarian Booksellers). Y para entrar hay que pasar una criba, todos los libreros tenemos que decidir y el aspirante llevar cinco años en el oficio, justificar que conoce la materia.

Ch.A.: Un conocimiento especializado.

B.R.: Mucho. Tener libros viejos o antiguos en el fondo de tu librería no te hace ser librero anticuario. Es tener el conocimiento profundo de lo que estás vendiendo. Yo digo siempre que yo soy librera, no soy tendera. Un libro de 1800 no es solo por eso un libro antiguo, y yo por tenerlo no soy una librera anticuaria. Tengo que conocerlo, catalogarlo? No se llama antiguo por ser antiguo, no es una buena palabra para definirlo, no es antiguo por tener antigüedad. En el mundo anglosajón se usa una palabra más clara: Rare book. Es raro por otras cosas además de por la antigüedad? si está firmado, si había un determinado número de ejemplares, alguna característica especial? el hecho de que un libro sea más antiguo no le da más valor. Ahora hay un mercado para las obras impresas en la guerra, y fíjate lo poco antiguo que es. Hace trescientos años hubo una enorme producción de literatura religiosa y eso ahora no tiene valor, por ejemplo.

Ch.A.: Catalogas y haces tasaciones ¿Cómo se encuentra algo especial?

B.R.: El 99% de las bibliotecas no tienen libros antiguos. Yo aquí en la librería lo tengo todo dividido, libros antiguos, libros que no tienen tanto valor pero que a los clientes les gustan? Los clientes vienen a buscar algo reciente y después van retrocediendo en el tiempo, una colección empieza a hacerse hacia atrás, compras algo nuevo y vas para atrás. Los bibliófilos extranjeros, que son muy elegantes y especiales, vienen aquí por la ILAB. Aquí en España no tenemos mucha cultura bibliófila, cuando hacemos la Feria en Madrid, en el Palacio de Cristal, con suerte vienen cincuenta personas. En Paris o en Londres la gente ha comprado la entrada dos meses antes y hay colas. Esta es una diferencia muy notable.

Ch.A.: A veces las Ferias son para otra cosa, no para vender?

B.R.: Las ferias no son tan importantes para vender, vendes mucho por catálogo, el que conocen bien los aficionados. Hay que venir a la librería, yo digo siempre que viniendo a la librería tienes la oportunidad de ver y de tocar cosas que solo están en los museos. Luego está el hecho de que un libro antiguo es anterior a 1799, eso en sentido estructural. A la gente le produce un poco de miedo y hay que tener otro tipo de mercado como libros descatalogados que en un momento dado se necesitan para un trabajo, por ejemplo, porque los ensayos no se reeditan por lo general.

Carmen Borrego: También tienes música.

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Begoña Ripoll

B.R.: Música no es lo que yo hubiera querido, pero todo a veces viene de casualidad, me encontré con una biblioteca que tenía muchísimos vinilos en los tiempos en los que se cerraron tiendas de discos en Salamanca y no me podía negar a tenerlos. Una cosa está muy clara, yo no discrimino por precios, sino por calidad. Yo tengo aquí lo que quiero tener, y quiero tener la seguridad de que si hay un cromo de dos euros, lo tengo porque quiero tenerlo, lo mismo que tengo un Quijote de Ibarra. Las librerías tienen libros que luego devuelven si no se venden, aquí yo no devuelvo nada, todo es comprado y seleccionado por mí y yo no pienso solo en mí, sino que me desdoblo y pienso en qué le vendría bien a La Galatea, a la librería. Me desdoblo y no pienso en mi gusto, sino en Galatea.

Ch.A.: ¿No tienes la tentación de quedarte con algo, de disfrutarlo tú? ¿Qué te gusta?

B.R.: Con respecto a lo que me gusta yo soy especialista en literatura, claro, soy filóloga, pero si tengo un libro de astronomía del siglo XVIII tengo que estudiar astronomía. No soy de acumular ¿Quién te dice que no los disfruto? Yo los libros los disfruto, no los vendo al día siguiente, piensa que si consigo un libro del que he oído hablar primero lo encuentro, lo disfruto, lo miro bien, lo estudio, lo catalogo y luego es posible que lo venda.

Ch.A.: ¿Has vendido algo que después desearías haber conservado?

B.R.: Hay algunas cosas que, visto en la distancia, no debería haber vendido, porque no se trata del dinero, sino de que ya no voy a volver a verlas. Me pasó con una carta de Ramón y Cajal en la que decía lo difícil que era investigar en España y que pedía ayuda para hacer una revista científica. O una carta de Gómez de la Serna, con su papel timbrado, con la tinta verde que siempre utilizaba y donde le respondía al interlocutor sobre su pregunta de que por qué había llamado greguerías a las greguerías. Lo que más me ha gustado es una primera edición de Baroja dedicada, pero no con la típica dedicatoria, sino una a una mujer del grupo de las sinsombrero, en la que se refiere a tantos veranos pasados en la casa de Itzea? ahí se veía que había algo más. De nuevo he tropezado con Baroja? Yo lo que más disfruto es de ser librera.

Carmen Borrego: ¿Llegan las cosas a ti o vas tú a por ello?

B.R.: Las dos cosas, hace poco me escribió alguien para que le tasara unas cosas y pedía un precio tan inverosímil que no se podía. Después de negociar más de tres meses y de perder tiempo y dinero en viajes, del cabrero que me dio acabé comprando una carta. Es esta carta de Unamuno en la que habla de su exilio y este telegrama que le da la bienvenida al finalizar el mismo. Yo casi siempre acabo comprando una biblioteca grande al año, bibliotecas que en general son temáticas, como una de Valladolid que tenía temas vallisoletanos, claro y luego mucho Zorrilla y una hermosa colección de Quijotes por la vinculación de Cervantes con Valladolid. Lo más bonito es una biblioteca, pero también es lo más cansado.

Ch.A.: Cómo disfrutaría yo abriendo cajas. ¿Te ha pedido alguien algo extraño?

B.R. Estás pensando en esa figura que popularizó Pérez Reverte con El Club Dumas y que no es la de un librero anticuario, sino de un comisionista que tiene un cliente que quiere ese libro. Así no te esfuerzas, ni abres cajas, a mí lo que me gusta es el mogollón aunque sea agotador porque es posible que de 7.000 libros sólo haya 72 con los que me quede, el resto ya eso no lo quiero.

Ch.A.: También tienes objetos, como estas cajas de lata tan hermosas?

"Yo los libros los disfruto, no los vendo al día siguiente

B.R.: Y grabados, y litografías. Mirad, os voy a explicar lo que es una polvera de la constitución. Cuando la Pepa, la primera constitución, una señora de Cádiz de familia pudiente mandó hacer una caja redonda para la constitución, como si fuera una polvera de oro y el resto de las señoras también la quisieron y se hicieron varias. Luego en la 2º República se hicieron en plata con los nombres de los diputados. Mirad, parece una polvera antigua de verdad. Los libros antiguos normalmente tienen una historia.

Carmen Borrego: ¿Qué es lo más raro que te has encontrado metido dentro de un libro?

B.R.: Muchas cosas, mirad, un bando del primer alcalde de la república en Salamanca, fotos, flores, recortes, una esquela antigua, cromos? os voy a enseñar un libro verdaderamente antiguo, de los del catálogo. El sistema tradicional era el del catálogo donde se describe el libro con un lenguaje muy específico y aparece el precio. Aquí tenéis los cupones de guerra y libros de un coleccionista que durante siete años ha buscado por todo el mundo libros publicados en la guerra, como este Vientos del pueblo de Miguel Hernández.

Ch.A.: Qué hermoso es, y con las cubiertas rojas como la sangre. No es un libro antiguo en absoluto.

B.R.: Antiguo estrictamente es este, la Biblia de Orga. Antes se leía y se editaba la Biblia en latín, pero cuando la gente ya no sabía latín y se perdía el mensaje, se dio una autorización para que se imprimiera la Biblia traducida y tras la traducción se hizo un concurso público para encontrar la imprenta que la hiciera y fue una de Valencia, la de los Orga, no una de Madrid ni de Barcelona. Mirad el papel, estaba hecho con trozos de algodón de camisas de hombre y corteza de árbol. Se tuvieron que imprimir en tres años, imaginaos cuántas se hicieron. Y este, este es el libro mejor impreso del mundo. Resulta que nosotros no teníamos una buena edición de El Quijote, todas eran inglesas, francesas? y para acabar con esa vergüenza en 1740 se decidió hacer uno ilustrado. Se le encargó al mejor impresor del XVIII que se inventó un tipo de letra nuevo, imaginad qué dispendio, es el tipo de letra Ibarra, el papel tenía un margen de tres dedos y cuatro dedos, lo que se llama "gran papel", resmas especiales de papel con lino y no con algodón. Y como necesitaban un dibujante y un grabador hicieron un concurso público al que se presentó Francisco de Goya con 28 años y no le cogieron porque creyeron que era muy malo. Buscaron hasta al geógrafo más famoso para hacer un mapa del trayecto de Don Quijote. Las cubiertas se llaman de pasta valenciana.

Ch.A.: Begoña, es impresionante. ¿Por qué llamaste Galatea a la librería?

B.R.: Yo venía de Alicante y quería un nombre que tuviera que ver con el agua y con una mujer, por eso pensé en Galatea, no la de Cervantes, sino la ninfa que tenía un novio guapo y tonto y un pretendiente feo y listo, que era Polifemo. Polifemo despeñó al novio de Galatea y esta les pidió a los dioses que le salvaran, pero lo único que pudieron hacer fue convertirlo en río, por eso Galatea se mira en el agua.

Begoña Ripoll se mira en las obras que atesora, disfruta y entrega a quienes visitan este lugar único tan cercano a la Universidad salmantina. Arquitectura de la sabiduría contenida en la escritura, caligrafía del tiempo y de lo mejor que tenemos, la capacidad para conservar la vida en los alfabetos del recuerdo.

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