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La ínsula Barataria, hoy
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La ínsula Barataria, hoy

Actualizado 04/08/2018
Alberto D.

Una de las historias más mordaces y más cargadas de intención crítica entre las muchas que escribió Miguel de Cervantes, al que por cierto admiro más cada día y a mis años, es la que cuenta con todo pormenor a lo largo de catorce capítulos (del 40 al 53) en la Segunda parte de El Quijote. Por su calidad narrativa, por la cantidad de espacio que ocupa y por lo intencionado y arriesgado del tema que aborda es quizás el episodio principal de la segunda parte del Quijote y uno de los más duros de toda la obra.

Lo bueno de los clásicos es, entre otras ventajas y valores, que en cada época tienen su lectura y su sentido. Y le pasa también, como es de esperar, al Quijote. Me detengo brevemente hoy en una de sus aventuras, en la ínsula Barataria.

Anunciada ya en el capítulo II, aludida con gracia y donaire por Sancho en la carta a su mujer en el capítulo 36,largamente esperada, la gracia de la ínsula le llega por fin a Sancho de la mano de los duques, que aburridos en la solitaria altura de su nobleza, se entretienen como tontos con la pretendida burla. Es ésta una sensación difusa y desasosegante que tiene casi siempre el súbdito cuando levanta la vista y el juicio hacia sus políticos y/o poderosos. Hoy también.

Aquello de Barataria fue una dura farsa que debieran leer con atención y con intención todos cuantos gobiernan desde cualquier poder y en cualquier campo. Es casi sosa cáustica a poco que el usuario la maneje con descuido. Y también nos vendría bien a todos los mandados y gobernados, en cualquier nivel y estamento, para ganar en capacidad de interpretación y hasta de reacción, manejando siempre con especial precaución un material tan corrosivo como éste de la Barataria y sus personajes.

Ya el nombre viene con dudosa mala intención. O es por lo barato que le sale a muchos el acceso al poder, por medio apellido o por medio voto o por un dedo que nombra; o por la insulsa vida de muchos poderosos que se la sazonan a costa de los sencillos de turno; o por la imposibilidad de casar el poder con la sencillez y la generosidad; o por el enriquecimiento que el poder siempre parece llevar consigo como aparejo normal aunque cueste llegar a él; o la habilidad del discurso y/o del montaje para legitimar embustes.

Y al final Cervantes cede hábilmente la palabra y escribe esta consideración política entre crítica y desgarrada: Esto dice Cide Hamete, filósofo mahomético; porque esto de entender la ligereza e inestabilidad de la vida presente y la duración de la eterna que se espera, muchos sin lumbre de fe, sino con la luz natural, lo han entendido; pero aquí nuestro autor lo dice por la presteza con que se acabó, se consumió, se deshizo, se fue como en sombra y humo el gobierno de Sancho.

Siete días de engaño y de manipulación, de risas y patrañas, de trampas y de mentiras utilizando la alocada imaginación de don Quijote y la ingenua avaricia de Sancho, que acabará reconociendo que la ínsula más grande del mundo o el poder más grande que haya habido valen muy poco, aunque antes le haya escrito a su mujer que "en salvo está el que repica, y todo saldrá en la colada del gobierno" y por mucho contrapunto que pongan y propongan los consejos de don Quijote sobre el buen gobierno.

Y remata Cervantes mismo ya en propia redacción: Pensar que en esta vida las cosas della han de durar siempre en un estado es pensar en lo escusado. Antes parece que ella anda todo en redondo, digo, a la redonda: la primavera sigue al verano, el verano al estío, él estío al otoño, y el otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse el tiempo con esta rueda continua. Sola la vida humana corre a su fin, ligera más que el tiempo, sin esperar renovarse, si no es en la otra que no tiene términos que la limiten

Queda advertido, añado yo, por si alguien no lo sabía o lo había olvidado. Sigue en pie, y lo siento lo del clásico endecasílabo: en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

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