Feminilandia es un territorio situado a sur de toda lógica y ortodoxia feminista, donde el feminoidismo ha tomado posición ventajosa frente al feminismo que ha mantenido lucha tenaz y duradera a favor de las mujeres para que estas tengan idénticos derechos que los hombres, como acto de justicia que avergüenza reivindicar, porque lo que es justo debía obtenerse sin necesidad de lucha alguna.
Los hombres feministas fronterizos con Feminilandia deben ser cautos en la frontera porque los feminoidistas pueden acusarles de machistas a la primera de cambio, en cuanto se encuentren una capilla ardienta con una estudianta independienta que sea pacienta de la dirigenta de un partido con presidenta no residenta, que levante el dedo acusador apoyada por periodistos, dentistos, poetos, pediatros, taxistos, artistos y pianistos.
En feminilandia puede un feminista acabar en un comisarío de policío por besar a una mujer al saludarla, tocarle el brazo en una conversación o decirle que está muy guapa, algo que les obliga a piropear vecinos sin peligro de ser denunciados, llevarlos del brazo sin asombro feminoidista o darles besos sin problemas judiciales consecuentes.
Las empresas publicitarias de Feminilandia evitán utilizar a las mujeres como reclamo comercial o mostrarlas en pañales inferiores, pero no tienen dificultades en poner imágenes de un hombre en tanga, acompañado de una mujer que le baja los calzoncillos, o publicitar prótesis femeninas de plástico para que las mujeres puedan orinar de pie como los hombres, estando obligados los peluqueros de este territorio a abaratar el corte de pelo femenino hasta equipararlo al del hombre y rebajar el precio de los "intimísimos" femeninos, a niveles de gayumbos.
Radical feminismo de exhibición que enmascara sin pretenderlo el racional feminismo y la detestable violencia de género, cuando feminoidistas de Feminilandia atribuyen potencialidad violadora a todos los hombres o piden la eliminación de los mismos.
Frivolización del feminismo que a nada bueno conduce, ocasionando un inútil desgaste energético que podría emplearse en luchar contra los asesinos descerebrados que siguen enviando mujeres al cementerio, y atacar el sutil machismo que permite a machotes de verdes gónadas controlar teléfonos y relaciones de sus parejas, imponerles prohibiciones, decirles lo que pueden y no pueden hacer, faltarles al respeto o impedirles que trabajen o estudien, entre otras lindezas; a las que pueden añadirse las mutilaciones genitales femeninas, los matrimonios con niñas, las violaciones maritales, los destierros a chozas de menstruación y los abortos selectivos de niñas.
En Feminilandia hay demasiados fuegos artificiales y excesiva lucha por la primacía, sin tener en cuenta que el camino a seguir es igualar y no invertir; acordar, sin ajustar cuentas; y unir las personas de diferentes sexos, sin dividir la sociedad, porque no se trata de batallar en una guerra de sexos entre hombres y mujeres, como hacen feminoidistas y feminiodistos, pues tales excesos están provocando que muchas personas empiecen a colgar las banderas en el perchero de la indiferencia, provocando la irritación de quienes las descalifican e insultan
Todas las personas que pertenecemos al mundo culto y civilizado, absolutamente todas, somos feministas y apostamos por la igualdad entre hombres y mujeres, rechazando que se discrimine a un ser humano por razón de heredados cromosomas sexuales, negando que sean estos quienes determinen las oportunidades en la vida, la competencia personal, el salario, los derechos y libertades. Por eso, seguiremos siendo feministas, a pesar de que Genoveva Rojo nos acuse de violadores potenciales, y la youtuber feminoidista Jenny McDermott nos condene a muerte por el delito de ser hombres.
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