Recuerdo cuando estuve en Teresina, la capital del Piauí, con los cuarenta grados centígrados que se hacían más acusados por el contraste con los diecisiete que nos ponían en el centro de conferencias. Obviamente hay lugares en los que hay que taparse al entrar y no queda más remedio que destaparse al salir.
Al salir del avión en Cartagena de Indias cualquier día del año uno siente que el aire es espeso, casi masticable, y si viene de tierras más frías, como es lo común, nota un agobio que necesita de un trámite de adaptación al medio. Luego, con la cabeza siempre cubierta, paseará a toda hora por el casco antiguo y al atardecer buscará por las antiguas murallas algún amago de brisa.
Brisa es lo que notamos en Salamanca en estas semanas de tímido verano, que no acaba de llegar. Un día parece que ya entramos del todo y al siguiente, unas nubes cubren el sol y vuelve el fresco hasta el punto de que en las amplias terrazas que inundan casi todos los rincones no queda otra opción que la inverosímil de usar la manta.
Manta de la que van tirando estos días ciertos policías corruptos con años de acumulación de grabaciones de asuntos principales, en los que se confirman viejos rumores y se resquebrajan algunos tabúes sobre hombres que nos habían parecido decentes por mucho que algunos rumorólogos ya nos repitieran que obraban a través de personas interpuestas.
Interpuestas las correspondientes medidas de iniciación de investigación periodística, está por ver si las cámaras parlamentarias ponen en juego su equilibrio inestable a fin de ir un poco más allá, como se haría con cualquier contribuyente ordinario, y decidir formalizar la pesquisa respecto a lo nunca visto en España: las acciones y omisiones de un antiguo Jefe del Estado, del que se están haciendo afirmaciones poco edificantes en ciertos medios de comunicación.
Ciertos medios de comunicación ahora ocupados con la novedosa experiencia de seguir los tejemanejes de la discusión de los interiores del partido que acaba de dejar el gobierno, casi como sin enterarse, y se ha visto abocado a una pelea más personal que de ideas, con ciertas malas artes que, por supuesto, nadie va a asumir como propias, pero quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Piedra que está empeñado en lanzar cada vez que habla el inefable Presidente Trump, ahora empeñado en determinar quienes son sus acérrimos enemigos -entre los que nos cuenta ahora-, aunque lo desmentirá mañana con unas pocas líneas de twitter, instrumento de la postmodernidad líquida que da mucho juego para afirmaciones y desmentidos a la velocidad del rayo.
Rayo y tempestad que nos acecha, y cuya amenaza no termina de escampar, por mucho que haya intentos de suavizar los enfrentamientos, de limar algunas asperezas, de asumir ciertas resoluciones centroeuropeas y contrastarlas con algunos nacionales aspavientos.
Aspavientos cuando nos quejamos porque no termina de llegar y cuando llega nos quejamos de que haya llegado. Como ocurre también con las "olas de frío", nos enfrascaremos con la idea única de hablar todo el rato del agobio que tendremos y de lo mal que lo pasaremos cuando en nuestra sufrida piel de toro llegue lo que llevamos ansiando el resto del año, que es justamente el calor.
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