Bien está también el verano para pensar, que el saber y el pensar no ocupan lugar y enriquecen esta estación asociada casi solo a la playa, la fiesta y alguna canción ligera. ¿Podríamos organizar la vida personal, familiar y social mejor?
Acabado el curso escolar, muchos abuelos cambian de rol. Después de meses yendo y viniendo a llevar y traer nietos al colegio y a las actividades extraescolares, supliendo a los padres cuando sus hijos caen enfermos o hay fiestas solo para los escolares, llega ahora un largo verano en el qué los padres tienen que seguir recurriendo a los campamentos y, una vez más, a los abuelos, mientras ellos trabajan.
La incorporación de muchas mujeres al trabajo fuera de la casa y los horarios laborales obligan a los padres a contratar cuidadoras, si se lo pueden permitir, recurrir a los abuelos o ambas cosas, a la vez. Y suerte tienen los padres que tienen cerca a los abuelos, porque la movilidad social actual ha puesto en riesgo la cooperación que éstos pueden ofrecer.
Ser abuelo es una gran suerte, pero si no es en un régimen de exigencias que impiden a las personas jubiladas llevar un estilo de vida distinto, el que realmente deseen.
Los abuelos, con sus pensiones o pensioncitas, sus ahorros y recursos también tienen que salir en auxilio de sus hijos e hijas si pasan los años y tienen sueldos de miseria o están en paro. Bien lo hemos visto en tantos casos, durante la última crisis, no superada aun por muchas familias.
Este miltiuso de los abuelos, que tantas veces tienen que seguir haciendo de padres de los nietos, está asociado a dos problemas dolorosos: ha aumentado el maltrato de nietos a abuelos (también de hijos a padres), el abandono y la soledad de de personas mayores. Y todo ello en un contexto familiar y social en el que los hijos, con frecuencia, no quieren o no pueden cuidarlos en la vejez.
¿Abuelos para usar y tirar? Es una pregunta muy fuerte y ya sé que hay otra realidad, la de muchas personas viejas (o mayores, como se dice hoy). No estoy generalizando, sino señalando una de las contradicciones de nuestro tiempo.
A usted, estimado lector, le deseo una buena vejez, queriendo y siendo querido, cuidando y siendo cuidado.
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