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La parroquia muere, ¡viva la parroquia!
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La parroquia muere, ¡viva la parroquia!

Actualizado 23/06/2018
Fructuoso Mangas

Espero saber explicarme bien y a la vez ser bien entendido, porque no es un tema de fácil reflexión ni ya maduro para juicios asentados ni para profecía segura de lo que viene. Lo que sí es cierto es que desde hace pocos años se está dando un cambio importante en muchos aspectos de la parroquia urbana, que es a la que aquí me refiero sobre todo, entre otras razones porque es la que mejor conozco. Y no me refiero, lo aclaro de salida, a que la parroquia desaparezca, nada más lejos, sino a que desaparece un modelo de parroquia y está naciendo otro, con las incertidumbres y esperanzas de todo parto.

Los cambios son evidentes aun para los menos practicantes. La escasez de sacerdotes cambia necesariamente la configuración parroquial de la ciudad; faltan sacerdotes y sobran parroquias por lo que es inevitable, y ya urgente, la unificación de varias parroquias. Por distintos motivos no es aconsejable eliminar parroquias, por eso la solución es reunir a varias en una unidad superior que las abarque.

Es lo que se llama Unidad Pastoral. Y es lo que se ha hecho en estos años en buena parte de la ciudad: en el Centro la Unidad de La Purísima, San Martín y San Sebastián con dos sacerdotes a su cargo; la Unidad de San Marcos y San Juan, y la de San Juan Bautista y El Carmen, con un sacerdote cada una; en el noreste del mapa urbano la Unidad Pastoral de San Isidro, San Francisco/Santa Clara, Nombre de María y La Asunción (Puente Ladrillo), las cuatro parroquias están encomendadas a dos sacerdotes; la Unidad del norte de Garrido con dos parroquias, la Anunciación y San Mateo, a cargo de un sacerdote; también están la Unidad Pastoral de María Mediadora y de San Juan de Ribera (Ciudad Jardín) y al otro lado del Tormes la Unidad de la Santísima Trinidad y de la Sagrada Familia. Quedan todavía 12 parroquias fuera de este proceso, sin que parezca haber alguna razón especial. Y esta concentración se da también y con más incidencia en el Alfoz y en la zona rural, con un sacerdote para varios pueblos.

Este importante cambio de estructura lleva consigo inevitablemente muchos cambios derivados, a veces no fáciles de conciliar, en casi todo: reducción del número de misas con el consiguiente trastorno inicial; la unificación de la atención parroquial en un sólo espacio único para todos, lo que trae consigo una cercanía más difícil y unas relaciones menos fluidas, con menos oportunidad para el trato personal y la acogida tranquila; menos posibilidades por tiempo y por área para el trabajo de calle y de casa, aunque sea posible poner este servicio en manos de laicos en alguna medida; la quizás inevitable alternancia y variedad de sacerdotes en la celebraciones, con el desconcierto y hasta con la "desfidelización" (nunca mejor dicho este término comercial hablando aquí de "fieles") que eso crea; la despersonalización, si se puede hablar así, de cada parroquia en aras de la Unidad, cosa que incluso tiene su valor comunitario y global, pero que le resta al feligrés sentidos y señales de pertenencia recíproca; el riesgo de que ante la variedad y la mezcla creada se desdibuje la adhesión comunitaria como si cualquier comunidad diera igual desdibujándose las líneas de la pertenencia parroquial real sin que se hayan creado y trazado a la vez otras líneas equivalentes en la Unidad.

Y a pesar de estas contradicciones hay que destacar la oportunidades, numerosas y nuevas, que en muchos niveles ofrece sin duda la Unidad pastoral, además de su necesidad por la fuerza de los hechos. Pero quizás el plan no ha sido suficientemente contrastado y los pasos han venido por el azar y demasiado rápidos, según circunstancias de cada momento y sin crear un espacio de identificación, se han eliminado los anteriores, de modo que las consecuencias pueden ser graves. Cada parroquia tiene su historia y su identidad propia, que no e puede ignorar. Si se juntan en una Unidad Pastoral, la suma de lo heterogéneo crea confusión y por lo que se va viendo, también pérdidas importantes. Quizás no ha sido previsto ni evitado. Este contratiempo es lo que, pienso yo, provoca una abundancia excesiva de ofertas, variadas, concurrentes, a veces "ocurrentes" y demasiadas veces con poca calidad y mínima asistencia. Parece como si no se hubiese tenido suficientemente en cuenta la nobleza, la dignidad cristiana, la consistencia adulta y libre del fiel cristiano como feligrés. Es complicado y por eso merece la reflexión, la mirada crítica y el mejoramiento en lo que sea posible.

A la vez, también por necesidad y además por estrategia, cobra más importancia el Arciprestazgo, que es la institución que abarca, desde hace muchos años, a varias parroquias para una mejor planificación pastoral y para un mejor acompañamiento y una más visible comunión entre laicos, religiosos y presbíteros. En la diócesis son cinco y de ellos dos en la ciudad abarcando también a algunas parroquias del Alfoz. Parece que va a ser, no sin serias reticencias, la institución del futuro. Y digo reticencias porque puede ser una fuente de pérdidas y malentendidos, si no lo está siendo ya. Porque el arciprestazgo, como unidad superior, es buen espacio para organizar muchas acciones con más calidad y mejores resultados, pero esta teoría no se cumple en demasiados casos y además puede impedir que esa misma acción se pudiera hacer en la parroquia, o incluso en la Unidad, con más hondura, más alta comunión y hasta mejor resultado de participación. Los feligreses no son piezas que se traen y se llevan al aire de lo que toque, tienen su pertenencia contrastada y su adhesión es fiel y sin vaivenes. Nunca la solución debe pasar a formar parte del problema.

Es de desear que el Arciprestazgo, nacido hace siglos y más bien desde el campo jurídico que desde el pastoral, con lo importante que es y las ventajas que ofrece, no acabe empobreciendo la realidad pastoral sustituyendo acciones parroquiales que no debieran quedar ni diluidas ni olvidadas. Hasta puede ser una tentación para cierto abandono de la creatividad pastoral y de la variedad de modos y medios que nunca deben faltar. Hoy por hoy en Salamanca la parroquia, o una pequeña Unidad pastoral, está mejor conformada para actuar a medida humana, aunque la realidad obligue a otra estructuras más amplias, pese a los riesgos y peligros que suponen.

Dicho todo esto como cautela, es necesario que todos, con calma y buen ánimo, vayamos haciendo un giro en nuestro modo de pensar y de hacer, porque hay que pasar de hecho del espacio parroquial al espacio más amplio de la Unidad Pastoral, aprovechando las ventajas que en cada caso ofrezca. Y hay que dar el paso, quizás más complejo y lento, de la Unidad al Arciprestazgo, haciendo camino al andar y sin tirar nunca los muebles por la ventana aunque Ikea los ofrezca más cómodos y baratos, y a la vez sin perder el tiempo, con mucha imaginación pastoral y con especial creatividad. Y sin precipitaciones. Y que el arciprestazgo venga no por defecto ni por simple necesidad sino por alza, por la altura de la mira y por calidad.

La parroquia muere, ¡viva la Unidad Pastoral y el Arciprestazgo!

Nota

Estas líneas no están escritas para los sacerdotes y religiosos, que conocen perfectamente esta situación y tienen ya sus propios elementos de juicio; está escrita para cristianos que habitualmente van a las actividades de su parroquia, que son los que en cierto modo "sufren" las consecuencias si las hubiera

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