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Felipe VI, la tarea de renovar la sociedad...
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Felipe VI, la tarea de renovar la sociedad...

Actualizado 19/06/2018
Andrés Barés

Los textos de pensadores españoles contemporáneos como Ortega, Machado, Unamuno, Aranguren, y de otros pensadores contemporáneos, que van cayendo en el olvido, descansan tranquilos en las estanterías y ya no alimentan el pensamiento. Tampoco afloran nue

La proclamación del rey Felipe VI, que tuvo lugar el jueves, 19 de junio de 2014, fue un acto y una ceremonia de digna y ejemplar. Los valores como el amor a la patria, el honor, la voluntad, el servicio a los demás, el sacrificio están y siguen muchas veces en entredicho, al igual que las personas que los defienden, e incluso son ridiculizados por la sociedad que no es más que la receptora de actitudes fraguadas desde la política, los nacionalismos, el falso progresismo, en pocas palabras desde la desidia del que propone pero no aporta ni realiza, tan sólo tapa sus defectos y su inoperancia, en pro de la legitimización de un Estado utópico, que no da soluciones, desde el que se tiene que adoptar posturas que destruyen conceptos como Estado, Nación o Patria, mientras se venden osos de peluche.

Flota la idea de que esta sociedad tiene la fragilidad de una pompa de jabón, y que la prosperidad puede volarnos de las manos en cualquier momento, incluso por decisiones de terceros países. Con ideas como ésta es inevitable que el dinero y lo tangible tenga un valor supremo. Y que otros se conformen con aliviar sus fracasos y miedos profundos viendo en el cine cómo en una lejana galaxia se suceden historias de ídolos prefabricados, uno tras otro, o incluso en debates televisivos, que proponen lo que queremos oír antes de desaparecer en una vorágine de efectos especiales, o disquisiciones que no van a ninguna parte; otros acaban ensimismándose con la realidad de la pantalla de su teléfono de bolsillo. En estos tiempos es fácil sembrar odio hacia los demás. Basta con culpabilizarlos de sus propios fracasos. La sociedad va a la deriva cuando abundan los gaznápiros, los palurdos, los simplones, los torpes, que se quedan embobados con cualquier cosa. Depositar la confianza en otras personas es esencial para nuestra supervivencia, aunque intuimos que en este caso la calidad se antepone a la cantidad.

El interés por los valores y las virtudes suele decaer en tiempos de bonanza económica y paz social. Pero reaparece cuando las situaciones no pueden solucionarse por el conocido "laissez faire". El mundo de los valores y las virtudes está hoy amenazado por dos frentes el del relativismo y la asimetría; además de una ignorancia sobre el bien y el mal que da escalofríos.

El efecto del relativismo dominante es particularmente perverso, porque la consideración falaz de todas las opiniones como igualmente respetables y defendibles conduce a un panorama horizontal sobre el que nada destaca, ya que la asunción de las verdades de todos en plano de igualdad priva de argumentos y conduce a no defender la propia. Es el tan mal entendido talante o infantilismo. La asimetría en valores sería la inmigración no integrada, el olvidar nuestras raíces culturales, los nacionalismos excluyentes, el republicanismo de izquierdas que no el democrático, el laicismo imperante, la tolerancia frente a la desmembración del Estado, el hacer verdad de la mentira, etc...

Los valores como los que encarna la monarquía están fundados sobre certezas, sobre la tradición y las ideas, sobre el esfuerzo de los que antes dieron su vida para que vivamos el presente, y por tanto son enemigos del relativismo, no obstante el mundo es muy complejo y a pesar de un fuerte componente de historicidad, nuestra sociedad es cambiante y dinámica. La sabiduría está en la verdad no en la apariencia o la mentira. No se puede recordar con memoria ajena, pues los hombres vivirán pero no recordarán. Contarán pero no vivirán. Se enterarán de muchas cosas pero no conocerán ninguna.

Las virtudes se predican de las personas, como las que tiene nuestro Rey Felipe VI de las que son una cualidad moral estimada, y se consolidan con la aplicación práctica de los valores. En síntesis los valores importan al conjunto y las virtudes son una cualidad personal de individuo, siendo los instrumentos necesarios para la efectiva realización personal y ejemplo para la sociedad. El valor y la virtud son imprescindibles para construir todos a uno nuestro futuro.

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