Cuando hablaba, a últimos de mayo, de los faraónicos proyectos de reinstalación de tranvías en ciudades que ya los habían desechado por no resolver de forma conveniente el problema del tráfico urbano y, además, por resultar asfixiante su mantenimiento, ya sugeríamos otros lugares donde se había planeado el mismo despilfarro, en contra de una gran mayoría de la población. Hoy estamos hablando del viejo proyecto de Tranvía de la Bahía de Cádiz.
Antes de nada, bueno será recordar que ya han pasado doce años desde que se adjudicaron las primeras obras del ambicioso proyecto y el tranvía aún no presta servicio. Se trataba, a grandes rasgos, de la construcción de dos líneas. Línea 1: Cádiz-San Fernando- Chiclana de la Frontera y Línea 2: Cádiz-Puerto Real-Jerez de la Frontera (Aeropuerto). Para estas dos líneas, lo dificultoso del medio en que se mueve (buena parte sobre terrenos de marisma) y la excesiva desviación que han experimentado todos los sucesivos cálculos, han originado la adopción de una solución un tanto pintoresca. Lo que nació como el "ojito derecho" de la Junta de Andalucía ha tenido que apoyarse en papá Estado para poder salir a flote. De tal forma que las dos líneas discurrirán: una parte del recorrido, por itinerarios de nuevo trazado; y la otra, aprovechando la infraestructura del trazado de los trenes de RENFE ? ahora Adif- tanto en el tramo Sevilla-Cádiz como el de la red de cercanías de Cádiz.
Como la Línea 2 está todavía "en pañales", entre otras razones porque se pretendía que aprovechara el trazado del nuevo puente llamado Puente de La Pepa ?que también sufrió importante demora-, nos referiremos preferentemente a la Línea 1 que, aunque más avanzada, aún no se ha inaugurado oficialmente. Nació este nuevo medio de transporte como complemento de los ya existentes para mejorar el servicio de viajeros entre los principales núcleos de población que circundan la Bahía de Cádiz. En este caso, se pretendía enlazar Cádiz con San Fernando, Puerto Real, Chiclana de la Frontera y Jerez. Ni que decir tiene que todo proyecto nacido de una Administración de color distinto a la que gobierna el Estado, por muy exquisitos que se manifiesten los políticos, dispone de menos entusiasmo que otros. Sí, ya sé que más de uno se estará rasgando las vestiduras democráticas de lo que debería ser y sin embargo no es. No llevarse mal rato porque, en estos precisos momentos, no tardaremos mucho tiempo en comprobar que lo que estoy apuntando sucede con frecuencia. A pesar de vivir en la cuna de don Quijote, no debemos olvidar que también es la de Rinconete y Cortadillo.
Mucha de la contestación que ha sufrido este proyecto viene del rechazo manifestado, no sólo por el trazado en sí, sino por las lagunas de servicio que ha ocasionado tan caprichoso empeño. Por un lado, se ha ignorado a la población y al comercio local manteniendo la circulación del tranvía por arterias eminentemente comerciales de San Fernando y Puerto Real; lo que, además de entorpecer el libre acceso de clientes, supone una clara merma de la seguridad vial. Por otra parte, uno de los motores del desarrollo de la bahía descansa claramente en el auge del turismo y, además de las estupendas playas de Cádiz y toda su bahía, parece un crimen que el tranvía no una la capital con la maravilla que encierra actualmente, en toda su longitud, la Playa de La Barrosa, en Chiclana. Su Novo Sancti Petri no tiene nada que envidiar a las mejores instalaciones de Benidorm o Marbella. Pues bien, a La Playa de la Barrosa no llegará el tranvía. Acaso los que idearon el trazado formen parte de la competencia.
Durante casi un año se están haciendo pruebas en vacío y no acaba de darse el visto bueno. Como nadie sabe quién es ahora el primer responsable del proyecto, es muy posible que nadie quiera cargar con la responsabilidad de autorizar una inauguración que, lo queramos o no, va a interferir en el normal funcionamiento del ferrocarril, ahora que, además, se pretendía prolongar con todas sus ventajas el AVE Madrid-Sevilla hasta Cádiz.
Intentar saber cuál será el importe final de esta obra, como ocurre siempre con estos proyectos megalómanos, es perder el tiempo. En los primeros documentos se hablaba de 200 millones ?, pero esa cantidad ya se ha gastado para las transformaciones que ha debido anticipar Adif, sin contar un solo ? del nuevo trazado, ni los propios vehículos. Y la gente, qué dice. Pues algo tan sencillo como:" Lo que nosotros necesitamos es tren pa Málaga y tren pa Huelva, porque nos tienen aislados del resto de España. No podemos tirar ni pa derecha ni pa izquierda, sólo podemos tirar pa arriba en dirección Madrid, porque pa Huelva no tenemos ni carretera Los linces de Doñana tienen más derechos que nosotros"
Apuntarse de nuevo a la moda del tranvía, cuando los urbanistas más actualizados son partidarios de su supresión, es frenar el desarrollo y el bienestar en parcelas más urgentes y rentables. Si, además, evitamos caer en la tentación de la corrupción, que siempre se pega a proyectos de tantos ceros, mayor ventaja para todo el mundo.
Siempre me he declarado partidario de acoger a los inmigrantes que salen de su país obligados por la necesidad de subsistir; lo mismo que he criticado el cinismo de los gobernantes que miran para otro lado mientras pierden la vida tantos inocentes. Ahora bien, que, de la noche a la mañana, nuestro Presidente del Gobierno quiera convertirse en una nueva Teresa de Calcuta, dejando bien claro a todo el mundo que también quiere liderar la Champions de la acogida de inmigrantes -¡será por dinero!¡dejadme solo!-, debe hacernos reflexionar. Me habría gustado pensar que esta decisión es fruto de la voluntad de una persona preocupada por los más débiles, y no la consecuencia de intentar "apuntarse el tanto" ante el resto de gobernantes que, cansados de ver desbordada su capacidad de colaboración ?léase Italia, España, Líbano, Turquía o Grecia-, han optado por cerrar las puertas; no en vano forman la primera línea de acogida para esa masa de inmigrantes engañados por las mafias de sus países de origen. En el momento que uno de ellos levante las medidas restrictivas, el efecto de llamada incrementará las ansias de llegada para más inmigrantes. Nuestra nación está en condiciones de llevar a cabo esa ayuda hasta donde le permitan sus fuerzas, no más allá. Y, desde luego, nunca más que otras naciones que bien se apuntan a la hora de recibir ayudas comunitarias.
Por todo ello, yo sugeriría a los responsables de núcleos urbanos que, en lo sucesivo, se olviden de nuevas líneas de tranvía e inviertan esos fondos en modernos hospitales y colegios, que, de seguro, tendrán mejor acogida, y nos harán más falta.
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