Este año han coincidido días de frío y de grandes vientos, que no nos han permitido gozar de baños de mar tranquilos y agradables
Próximo a llegar el verano, tiempo de vacaciones, algunos tenemos la oportunidad de adelantarnos al verano real y acercarnos a las playas de Chipiona (Cádiz). Se trata de un grupo de sacerdotes y hermanas de sacerdotes de la Residencia Diocesana, que tenemos la suerte de gozar de diez días de descanso y aprovechar las riquezas y medios de salud propios de las playas, especialmente las playas del sur y del este de España.
En la playa mayor de Chipiona está situado el santuario de Santa María de Regla, una de las dos parroquias del pueblo, regentados ambos establecimientos por los padres franciscanos, que a su vez rigen una Casa de Espiritualidad, en la cual nosotros nos hemos acomodado a lo largo de diez días, del 4 al 14 de junio.
Nuestra intención era aprovechar las buenas disposiciones del lugar para reponer nuestras fuerzas físicas y nuestra dimensión espiritual. Las dimensiones espirituales es fácil cultivarlas contando con la parroquia santuario de Santa María de Regla y la misma Casa de Espiritualidad de dicho convento de franciscanos, en la que nosotros iniciábamos nuestra jornada con la eucaristía diaria celebrada a las nueve de la mañana. En los tres últimos días, la parroquia ha celebrado un triduo a San Antonio, cuya fiesta tiene lugar el trece de junio de cada año. Incluso el día doce estuvo presente la reliquia del santo franciscano padre Pío.
Por lo que se refiere a la salud corporal, aquí se puede gozar de paseos, por el pueblo o por la playa, del sol de la misma playa, de convivencia con gentes de todas partes: locales, nacionales y algunos de diferente idioma, y del baño de mar reparador.
Nuestra residencia de mayores vive esta grata experiencia ya por tercer año consecutivo. Yo he estado presente en las dos últimas sesiones. El año anterior y éste han sido bastante diferentes. El año pasado estuvimos en los últimos días de mayo y éste entre los días 4 y 14 de junio. A priori, podría parecer que este año hubiera sido mejor que el pasado al tener lugar quince días más tarde. Sin embargo, el resultado ha sido completamente al revés.
El año pasado, tuvimos unos días preciosos de calor y de agua de baño de mar agradable y saludable. Este año, en cambio, han coincidido días de frío y de grandes vientos, que no nos han permitido gozar de baños de mar tranquilos y agradables: tocaba luchar cada día con grandes olas, que hasta en algún momento nos dieron un pequeño susto desequilibrándonos en medio de las aguas.
Sí nos ha dado lugar a darnos grandes paseos por la playa y tomar largas sesiones de sol la mayor parte de los días. Sólo un día llovió y no nos permitió acercarnos a la playa. Pero apenas nadie, sólo unos cuantos valientes, desafiaban el frío y las olas cada día. Casi todos los días había en las playas familias enteras, con niños a veces bien pequeñitos, a los que metían en la mar con sumo agrado de los mismos. Algún colegio entero se hizo presente un día. Había muchas parejas, generalmente mayores, y algunos jóvenes. Diversidad de trajes de baño, diferentes estilos y comportamientos, pero siempre con el máximo respeto y tolerancia.
En nuestra misma residencia, han pasado otros sacerdotes del norte, religiosas, familias de parroquias de Madrid, y una residencia de mayores de Cazalla, en las proximidades de Sevilla.
El aire y el sol nos han acompañado. También algunas gaviotas. Y, estando próximos a la base militar de Rota, hemos sentido volar algún avión superfighter, no muchos (el año pasado los sentimos más), y algún helicóptero, de vigilancia o de servicios urgentes de salud.
Los paseos por el pueblo nos han llevado al solemne faro, al castillo aula cultural, al puerto, al cementerio (con esculturas de Rocío Jurado), a las dos parroquias, a algunas otras capillas como la del Rocío y, por supuesto, a los puestos de vena en las calles comerciales. Llaman la atención las casas villas con nombres de la virgen, de diversos santos, y de Jesús en sus diferentes devociones.
Por cierto que algún comerciante de los pocos chiringuitos abiertos en la playa confesaba que este año el negocio le va a llevar a grandes pérdidas, sobre todo por el mal tiempo que está haciendo. Ha sido uno de los pocos lugares de toda España donde no ha llovido precisamente, pero el frío se impone y no permite muchas alegrías.
Y, mientras tanto, oímos y seguimos las peripecias de las pateras rescatadas en el barco aquarius, a las que se han abierto las puertas en nuestro querido país. Ojalá éstos y otros muchos refugiados tengan cabida entre las gentes amables y generosas de nuestro país y también en los demás países europeos.
Que ellos y nosotros podamos seguir gozando de nuestras playas, de nuestras riquezas materiales y culturales, y de la amabilidad y acogida de nuestras gentes.
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