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Matías Cañizal Cruz, el joven que quiso ser alfarero
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FERIA DE SAN ANTONIO

Matías Cañizal Cruz, el joven que quiso ser alfarero

Actualizado 14/06/2018
Roberto Jiménez

La muerte le sorprendió a los 27 años, cuando extraía la pizarrilla necesaria para la creación del valorado barro originario de Alba de Tormes

"Cuando se encontraba trabajando en una cueva, sita en el lugar conocido por Prado Tejares, enclavado en el término municipal de Alba, el obrero Matías Cañizal Cruz, de veintiocho años, casado, alfarero, vecino de Alba de Tormes, hubo un desprendimiento de tierra, que le aprisionó, produciéndole la muerte. La víctima estaba sacando arena para sus trabajos de alfarero, no percatándose de que la cueva donde se encontraba era bastante profunda, originando, con su excavación, el desprendimiento de la parte superior de la galería."

Año 1953, así narra un periódico de la época el trágico fallecimiento de Matías Cañizal Cruz, mientras extraía la pizarrilla necesaria para la creación del barro, que posteriormente utilizaría para realizar sus cacharros y ganarse la vida. En ese trágico momento, Matías esperaba el nacimiento del que sería su único hijo, Matías Cañizal Martín, fruto del matrimonio con Consolación Martín.

Un alfar próximo a la Iglesia de Santiago

Matías Cañizal Cruz, hijo de Isidora y Estanislao, dio sus primeros pasos con la cerámica en el alfar que sus padres tenían en la calle Hospital. Allí elaboraban los cacharros de la época, que posteriormente secaban en las escaleras de la iglesia de Santiago, muy próximas al alfar. Por entonces, en los años 40 y 50, reinaba en Alba de Tormes la cerámica utilitaria, antes de la llegada del plástico.

Isidora y Estanislao fueron alfareros toda su vida. Gracias a su esfuerzo y trabajo criaron, además de a Matías, a Manuel, Avelina y Elena. De ellos, Manuel y Avelina trabajaron también en el alfar, antes de marchar a Alemania en busca de un futuro mejor.

Cazuelas y pucheros, un recuerdo de vida

El hijo de nuestro protagonista, Matías Cañizal Martín nunca llegó a conocer a su padre, de él sabe lo que le han contado y conserva pocos recuerdos, algunas fotografías y varios objetos de barro. Entre ellos, varias cazuelas y pucheros, objetos que Matías regalaba a Consolación cuando eran novios. Curiosamente, esos objetos volvieron a su origen, a la iglesia de Santiago en el año 2015, que fue sede de la exposición 'La alfarería albense, tradición, historia y futuro'.

La muestra, organizada por el Ayuntamiento de Alba de Tormes con motivo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, registró un total de 17.604 visitantes, de los que 3.525 fueron vecinos de la villa ducal. Todos pudieron contemplar y conocer el trabajo de Matías Cañizal Cruz y el de otros 30 alfareros y ceramistas albenses. Es precisamente ahí donde surge la idea de escribir este reportaje en memoria de un alfarero desconocido para la gran mayoría de los vecinos de Alba de Tormes.

Cursos de alfarería

Una de los deseos de Matías Cañizal Martín es que el Ayuntamiento "recupere los cursos de alfarería", ya sea para jubilados o para niños. "Al igual que hay cursos de informática, la recuperación de los cursos de alfarería sería una buena forma de poner en valor lo nuestro y conocer de primera mano la dificultad que entraña crear un objeto de barro", apunta Matías.

HOMENAJE DE PACO CORREAS

"El trabajo que realizábamos era muy duro y no menos peligroso, ya que existía una serie de cuevas donde los alfareros con frecuencia arrancábamos las betas de esta indispensable materia prima, que a veces, por su propia composición, venía envuelta con fuertes desprendimientos. Perviven en mi recuerdo los asnos del 'Tio Perilla', que caracoleaban al subir las cuestas de aquella especie de mina, cargados con serones de esparto llenos a rebosar de pizarrilla.

Pero en este viaje mis alegres y melancólicos recuerdos, de repente, se tornaron triste y una enorme bruma se apoderó de aquella magnifica mañana cuando aparecieron en mi memoria los nombres de dos alfareros que dejaron sus vidas atrapadas por aquellos terraplenes asesinos.

Me gustaría, desde este escrito aprovechar la ocasión y, con toda mi admiración y respeto hacia ellos y sus familias rendir un humilde homenaje que, por otra parte, merecen mis antiguos compañeros: Narciso Rollán y Matías Cañizal, subrayando de forma especial, que ambas víctimas derrocharon esfuerzo, sacrificio y sudor, incluso dejando su vida en la lucha por el bienestar de su familia y que merecen el mismo respeto y reconocimiento que cualquier otro compañero".

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