, 12 de mayo de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
Iconografía unamuniana
X
FRANCISCO BLANCO Y UNAMUNO

Iconografía unamuniana

Actualizado 10/06/2018
Charo Alonso

El visitante de esta muestra en San Eloy recorre el paisaje de un hombre irrepetible cuya imagen se ha vuelto icono reconocible y a quien el profesor Blanco Prieto quiere ver con la mirada dulce y benevolente

A Unamuno le gustaba ser retratado, era consciente de que el retrato tenía vocación de futuro, sabía que era un honor ser retratado por los grandes pintores de su tiempo y sabía del valor de la fotografía en los años venideros.

Para Carmen Borrego, las paredes de San Eloy, donde fue alumna de la noble Escuela de Artes y Oficios, están llenas de ecos y trazos. Los de los grandes nombres de la pintura salmantina que aquí dieron clase y hoy se afanan en torno a la figura de Unamuno. Nombres conjurados por Francisco Blanco Prieto y la Asociación de Amigos de Unamuno para recordar al Rector con motivo del Aniversario de la Universidad que fue la suya. Una presencia que se anuncia con el boceto de los medallones que el alcalde Málaga convocó en los años ochenta para convertir en Plaza al Rector Unamuno. Un Miguel de Unamuno pintado por Zuloaga en 1925 que nos recibe, desde la ausencia norteamericana. El cuadro no está aquí, pero sí lo están los de Varas de la Rosa, quien pinta a un Don Miguel vasco y otro castellano frente a frente con el pintor Unamuno que se pinta a sí mismo en otra impresionante cuadro, el de Martín Ballesteros. La entrada a la exposición no puede ser más impresionante.

El visitante de esta muestra, 'Iconografía Unamuniana, 1880-2018', recorre el paisaje de un hombre irrepetible cuya imagen se ha vuelto icono reconocible y a quien el profesor Blanco Prieto, estudioso voraz de Unamuno, escritor e incansable divulgador de aquello que ama ?sea la química, la obra del rector, los poemas sentidos o su amor por la ciudad de Salamanca- quiere ver con la mirada dulce y benevolente y no con el gesto duro con el que muchas veces se recuerda a Miguel de Unamuno. "Unamuno era muy consciente de su imagen, de la importancia de su imagen, sabía que todo el mundo le conocía y le identificaba y lo potenciaba, además, se había aficionado al dibujo con diez años, siempre lo practicó y escribió mucho sobre el arte y la pintura, siendo muy amigo de artistas de su tiempo que insistieron en retratarle no una, sino varias veces".

Una muestra en la que han cabido todos los autores salmantinos que inmortalizaron a este escritor, periodista, profesor, rector, filósofo, político y vasco enamorado de la ciudad universitaria que vio crecer a su familia: "Cuando iniciamos este proyecto lo hicimos con los artistas amigos, aceptando todo tipo de técnicas: pintura, acuarela, grabado, fotografía, escultura. Una muestra que sale de la Asociación de Amigos de Unamuno y que ha recibido el respaldo del Ayuntamiento y la ayuda de la Universidad, entre otros patrocinios, buscando la imagen de Unamuno y que nos recuerde sus opiniones sobre el arte como esta: La ciencia enseña a comprender, el arte a percibir".

Del mundo de la ciencia viene Paco Blanco Prieto, del de la docencia, la investigación, el viaje a Europa, la tertulia, en encuentro con lo salmantino y los salmantinos. Paisaje y paisanaje. De tanto escribir sobre Unamuno tiene porte unamuniano, y como él, se ve capaz de ser superviviente de todas las tormentas que acompañan a un proyecto tan complejo como encontrar las manifestaciones artísticas dedicadas a Miguel de Unamuno. "Mirad, en 1929 Victorio Macho le hizo una estatua con barro español, y cuando terminó, Unamuno trazó una cruz en el pecho y ahí se quedó la cruz". Una estatua, la de Macho, que Carmen Martín Gaite saludaba cada vez que tenía clase en el Palacio de Anaya, ese mismo lugar donde resuenan los ecos de todas mis filologías. Páginas unamunianas, pajaritas que sigue plegando con los renglones del amor el doctor Pablo Unamuno quien, cuando le entrevistamos en la Casa Museo de su abuelo el Rector, quiso posar bajo el retrato de Don Miguel pintado por su madre Josefina Pérez de la Torre, quien tiene dos cuadros exquisitos en la muestra.

Antonio Casillas y Venancio Blanco

"Entre las esculturas, yo destacaría la de Antonio Casillas, esta cabeza tan reconocible de Casillas? y sobre todo, la que fue la última obra de Venancio Blanco. El murió antes de fundirla en bronce", recuerda Francisco Blanco. La intrahistoria de cada una de estas piezas forma un anecdotario que cuenta Paco Blanco con rigor y detenimiento mientras las palabras del rector asoman en las paredes entre las obras de los artistas ¿Has fundido la estatua? ¡Rompe el molde! No te imites nunca ¡Líbrete Dios de caer en el autoplagio! Un año y ocho meses de durísimo trabajo para montar esta muestra irrepetible donde se suceden las piezas más conocidas de los retratos de Unamuno (Sorolla, Vázquez Díaz, Zuloaga, Echeverría o Solana) así como las aportaciones de artistas vascos, madrileños, y sobre todo, salmantinos.

Un Unamuno a quien le gustaba dibujar y que era capaz de posar durante horas, vestido con su sempiterno aliño indumentario dejando que cada uno de sus rasgos identitarios: el pelo despeinado, la barba recortada, las gafas redondas, el cuello blanco, el chaleco cerrado y el traje al que le gustaba ver las rodilleras, cobrara vida en ese lienzo donde se suceden los libros, las cuartillas vacías, los paisajes salmantinos o la mesa de trabajo. Signos de identidad que se repiten hasta considerarse símbolos de su persona: las pajaritas, el atuendo de cura protestante, las gafas redondas, la boina vasca.

"Bilbao ahora está reivindicando a Unamuno, lejos queda ese tiempo en el que arrojaron su busto a la ría en un tumulto callejero. Cuando la recuperó Iñaqui Azkuna, el alcalde, dejó el rastro del agua en la cabeza de la estatua para que nadie olvidara la barbarie".

Hay algo sólido en las estatuas de Unamuno, algo que se recorta, mascarón de proa, hacia el futuro. Ya sea desde las líneas curvas y sublimes del hormigón de María Salud Parada, desde las páginas que cubren su figura en la visión de Andrés Ilzarbe, desde la fotografía grandiosa de Vicente Purparelli, fotógrafo de la muestra que acaricia el perfil afilado de la estatua de Serrano. Tiene densidad y peso la figura de Unamuno que no para de crecer en nuestra memoria colectiva. "Unamuno es un personaje excepcional, de una valía y de una altura intelectual que no puede repetirse en esta sociedad nuestra y que debería encabezar un proyecto importante de culturización colectiva. Y no solo porque Unamuno haya sido un gran escritor, un gran rector, sino porque puede ser un ejemplo. Vivimos un tiempo en el que no se debate, en el que no hay comunicación posible y el carácter de polemista, de tertuliano de Unamuno nos puede enseñar a dialogar entre todos, porque entre todos lo sabemos todo, pero nadie lo sabe todo".

Unamuno vinculado a la ciudad

Unamuno vinculado a la ciudad, la ciudad en la que vivía y recorría, pleno de amigos, de trabajos y de días. Unamuno dirigiendo la Universidad que ahora cumple ochocientos años celebrando a su mejor Rector. Unamuno político desde el Ayuntamiento de Salamanca, yendo a las Cortes y manteniendo su casa, su familia, su vida en una ciudad que habitó escribiendo sus piedras, sus calles, sus caminos y sus montañas. "Él era un verso libre, una especie única e irrepetible con una conciencia plena. Un maestro".

Y como tal maestro le retratan los maestros. Leyendo en su cama, paseando por Salamanca con las manos recogidas a la espalda. Pajaritas de lienzo, perfil aguileño que nos recuerda al de Cervantes. Iconografía que se impone a la técnica y al símbolo. Letras en tinta japonesa de Miguel Elías, violentos colores sobre hierro de Fernando Ledesma, acuarela exquisita de Amaya Carnicer Nieto, collages de Andrés Alén, óleo y escultura de los Orejudo, carboncillo de Bárbara Allende (Ouka Leele), símbolo fotográfico de Eduardo Nuca? y a su lado, el cincel magnífico de Fernando Mayoral, el recuerdo de barco hundido y unido por el soplete de la escultura de Koldobica Jauregi que convierte en casco el rostro de Unamuno, rotos los cristales de sus gafas para evocar 'La Noche de los Cristales Rotos'. La barbarie, el poder de los hunos y de los hotros, perfil que desafía el tiempo.

"Hemos querido abrir la exposición con los medallones de la Plaza, con el Unamuno de piedra de Villamayor de Cesáreo Valle que nos recuerda el claustro de la Universidad de Salamanca. Luego el cuadro de Zuloaga y esas dos obras tan poderosas, la de Varas de la Rosa y la de Martín Ballesteros que es muy simbólica. En ella Unamuno se pinta a sí mismo y aparecen algunos de sus perfiles. Es también muy simbólica la cuartilla de papel blanca que quedó en el retrato de Vázquez Díaz. Era julio del 36 y Unamuno insistió en que quedara la hoja muy blanca para poder escribir en ella con tinta, pero el estallido de la guerra hizo que no volviera al estudio del pintor con cuya esposa hablaba ¡en danés! Unamuno había aprendido danés para leer en su lengua a Kierkergaard. Esa página quedó blanca y su último retrato será la cabeza yacente de José Herrero".

Un Unamuno político, un Unamuno universitario, el Unamuno que se retrata a sí mismo y que se repite, perfil de moneda antigua, en todos los soportes. Leer a Unamuno, habitar a Unamuno, guardar su memoria de hombre entregado a la verdad, a la excelencia, al intercambio. La niebla del tiempo no opaca su figura, su palabra, su camino por tierras de Portugal y España. Sus renglones comprometidos con la verdad. Esa verdad que recorre Francisco Blanco evocando su figura a través del arte, ese arte que nos lo hace vivo, presente, constante: El arte educa al espíritu (?) El arte es docente y enseña belleza, siendo esta algo intelectual. Se pinta, se compone música, se hace belleza, con la inteligencia. Inteligencia convertida en forma y volumen. Verdad y belleza.

Comentarios...