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Las niñas del gancho
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EL DEPORTE NO TIENE GÉNERO

Las niñas del gancho

Actualizado 01/05/2018
Redacción

En la semana en que Perfumerías Avenia gana su sexto título de Liga ante el Girona, Jorge García nos introduce en los inicios del baloncesto femenino en España

Encarna Hernández al cumplir los 100 años (Foto: Raquel Barrera)En esta semana tan intensa e importante para el baloncesto español, especialmente para el salmantino y el gerundense, déjenme hacer una breve pausa para recuperar del olvido a las pioneras de esta disciplina tan apasionante. Primero, porque ellas fueron las que abrieron el camino hace un siglo. Y segundo, porque Encarna Hernández, una de esas mujeres, aún sigue con vida y vive cada partido como si fuera una final.

Créanme si les digo que conocer y entrevistar a esa deportista es una de las cosas más bonitas que me ha dado mi oficio a lo largo de los años. Y no solo por los conocimientos y los recuerdos que guarda de su juventud, sino por la vitalidad y la energía que atesora y que transmite a sus más de cien años. Nadie mejor que Encarna pudo describirme los inicios del basket español, así que desde aquí va mi particular homenaje a ella y al resto de féminas que sembraron la semilla que hoy recogen, entre otras muchas, las jugadoras de Perfumerías Avenida y Spar Girona.

Como bien es sabido, el basquetbol ?como se llamaba entonces? entró en España en 1911 de la mano de pedagogos formados en América. Según las últimas investigaciones históricas, fue el padre Eusebio Millán quien comenzó a enseñarlo en Barcelona, lugar donde nació el Laietà, primer equipo español.

En Madrid, y en ciudades como Bilbao, los conjuntos masculinos surgieron algo más tarde. Athletic Club, Standard y Real Madrid fueron los primeros en formarse en la capital. Y lo hicieron antes de que se creara la Federación Nacional. Este nuevo deporte, desde sus comienzos, también se fue imponiendo entre los gustos femeninos; sobre todo tras la exhibición de un equipo francés a petición de la Gimnástica Española. Por aquellos años veinte, los contactos físicos no estaban permitidos; y eso permitió que la terca y paternalista sociedad del momento viera con buenos ojos su práctica por parte de las mujeres.

El primer equipo femenino de baloncesto nació en 1922. Fue el Athletic Club de Madrid, y lo hizo gracias a la labor de Ángel Cabrera, quien aportó las reglas e impulsó su creación siguiendo la estela masculina. No en vano, el equipo rojiblanco estaba compuesto en su origen por hermanas y novias de los jugadores de la sección masculina. De hecho, la americana Fitzgerald actuaba como capitana y entrenadora.

Sin embargo, los inicios del baloncesto no fueron fáciles para ellas y la aventura atlética apenas duró un año. Tras su desaparición, tampoco permanecieron mucho tiempo la Sociedad de Basketball de Bilbao y el Aldave; otros conjuntos impulsados en 1924 por mujeres de la alta sociedad vizcaína. Tuvieron que pasar cuatro años más para que se formaran nuevos equipos femeninos en nuestro país.

Por suerte, y tras la eclosión de numerosas asociaciones femeninas en Cataluña, el baloncesto se asentó en España a partir de 1928. Conjuntos como la Societé Sportif Patrie, el Gimnasio Tiberghien, el F.C. Barcelona, el Ebro, la Peña Avant, el C.E. Europa, el Laietà, el Atlas, el Granollers, el Claret, el Ateneu Montserrat, las Escuelas Francesas, el B.C. Ripollet, la A.C. Mollet, el Santboia, la Peña García, el Argentona, la U.S. Hospitalet o el imbatible Club Femení d´Esports ?escuadra que logró todos los títulos que disputó?, fueron las entidades que nacieron en aquella región durante los años previos a la guerra.

En la capital, por su parte, se crearon conjuntos como el Real Madrid ?primer campeón de Castilla?, el Rayo Club, el Rovers, el Olympic, las Legionarias de la Salud, la Residencia Femenina de Estudiantes y la Federación Universitaria Escolar, con la insuperable Aurora Villa a la cabeza.

En muy poco tiempo, cientos de mujeres llenaron los campos de tierra y césped para celebrar las primeras competiciones federadas. Allí, entre polvo, piedras y resbalones, destacaron figuras como Antonia Borrás, Conchita Mirapeix, Carmen Sugrañes, las hermanas Castelltort, Mery Morros, Jaumandreu, Guix, Ana María Martínez Sagi, Ramona Miquel, Carmen Jordá o la jovencísima Encarnación Hernández. Estas deportistas, gracias a la prensa, se convirtieron en iconos, en modelos de referencia, y eso permitió que el baloncesto también se colara en el ámbito estudiantil; creándose numerosos equipos en los principales colegios del país y culminando la aceptación social de la modalidad.

Llegados a este punto, debemos destacar que no fue fácil su consecución. Por aquellos años, el balón era de cuero, similar a los de fútbol, y la dificultad para encestar era mucho mayor que ahora. No solo por el peso del esférico, sino porque los campos reglamentarios tardaron en llegar. Hasta 1935, fecha en la que se celebró el primer encuentro femenino bajo techo y en parqué, los partidos se tuvieron que jugar en pequeños gimnasios ?improvisando las medidas y las instalaciones? y en pistas al descubierto. Además, hemos de mencionar que durante algún tiempo se produjo una doble reglamentación en el ámbito femenino.

En Madrid, por ejemplo, se aplicó el modelo proteccionista que la Federación Internacional había diseñado para las mujeres. Por un breve espacio de tiempo, los equipos tuvieron que jugar con seis integrantes en vez de cinco; dividiéndose el campo en tres partes para que cada una de ellas fuera ocupada por dos componentes de cada conjunto. Esa modificación, para evitar golpes y encontronazos, tampoco permitía el dribling y el bote sucesivo, por lo que la disciplina, con un solo bote antes de pasar o tirar, dejó de ser espectacular y se basó en la sucesión continua de pases. En el resto de España, por suerte, siempre se permitió la norma masculina de cinco jugadoras. Eso sí, durante algunos meses debieron colocarse en puestos fijos; dos en posiciones defensivas, una en posición central y dos en posiciones ofensivas.

Tras la guerra, con el deporte totalmente reglamentado y estabilizado, las Federaciones de Castilla y Cataluña decidieron realizar varios partidos para determinar cuál de los dos equipos era el mejor de España. En ambos encuentros ?los primeros en formato interregional? ganó Cataluña, aunque los conjuntos ya no tenían el mismo espíritu que años atrás. Esa ilusión por el deporte de la canasta se recuperó algo más tarde, cuando Laietà y Fútbol Club Barcelona recuperaron a casi todas las estrellas catalanas de los años treinta.

Ambos clubes, cada uno en un momento de los años cuarenta, formaron dos auténticos equipazos y se convirtieron en los nuevos e intocables campeones gracias a su máxima figura: Encarna Hernández, la Niña del Gancho.

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