Nunca había tenido quejas. Es decir, nunca había tenido quejas serias. No siempre es día de fiesta, ni la felicidad es completa todos los días. Es difícil tener términos de comparación fiables, aún en términos de estadísticas, de cifras y hasta de algoritmos; pero, en términos generales, se podría hablar de notable satisfacción.
Bien es verdad que hace tiempo le dicen que come demasiado. Y debe ser cierto, porque cada vez se siente más pesado, hinchado incluso. Él le echa la culpa a la vida desordenada y a su innata tendencia a la rutina, que una vez desconcertada, no es capaz de volver a la armonía, que es base para todo lo demás.
Tanto viaje, tanta cena, tanto helado reparador, tiene consecuencias no queridas a las que, según se ve, es necesario hacer frente con cierta decisión. De ahí que abundan los amagos de dedicarle tiempo a las verduritas o al pescado a la plancha. Si la materia prima es buena, problema ninguno.
Hasta ahora tampoco es que le preocupe demasiado. Se le complica encontrar momentos para hacer algún ejercicio, y al fin y al cabo ha comprobado que a su pareja la curva no le disgusta. Hasta ella le ha encontrado la gracia, aunque se mantenga vigilante de si duerme demasiado o demasiado poco, en una tutela de las formas y del contenido digna de la mayor admiración y muestra de un amor antiguo.
Es cuestión de salud, le dicen. Y firmemente lo cree. Como tiene antecedentes que le llevan a estar en la categoría de riesgosos, no se lo toma a broma. Sin embargo, la ley de la gravedad es lo que tiene. Cuesta voluntad, ciencia y hasta sabiduría escaparse de ella, por muchos esfuerzos concienzudos y mucha voluntad invertida en estas necesarias resoluciones.
Entre la necesidad y la dificultad él procura tirar por la vía del medio, sobre la que los clásicos ya ensalzaron maravillas. No es preciso estar escuchimizado, para que se pueda encontrar humanidad en los abrazos y calidez y algún humor en las tertulias. El problema suele estar en el equilibrio, que por demás es inestable y si uno se queda pendiente de ver cómo lo mantiene, descuida todo lo importante; así como si se fija sólo en la justa mesura, se olvida de lo que es la vida y sus circunstancias.
En definitiva, volviendo por donde empezamos, lleva un tiempo reflexionando seriamente y se ha dado cuenta de que no puede seguir así, por mucho que le cueste. Habrá que redoblar los empeños para que el despropósito no siga adelante y que se aminore lo antes posible. Va a ser una lucha denodada, un camino repleto de tentaciones y con escasos aliados. Pero ya va urgiendo hacer lo imposible para que, cuando mire para abajo, la extensa barriga le deje ver lo que sabe que existe, pero de momento para él es invisible.La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
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