La imagen del pastor cuenta con una larga historia en oriente; el mismo rey se consideraba como el encargado de apacentar a quienes le habían sido confiados. La imagen de Dios como pastor se desarrolla en los capítulos 34-37 de Ezequiel y nos presenta a Dios como el pastor que apacienta, busca, venda y cura a las ovejas. El famoso salmo 23, «El Señor es mi pastor», se ha convertido en oración de confianza en momentos de dificultad.
La imagen del buen pastor está presente desde los comienzos del cristianismo. Ya en los primeros cristianos, en las pinturas de las catacumbas y en los sarcófagos paleocristianos, es muy común encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros.
El buen pastor escucha a las ovejas, las conoce, las defiende, las ama, da la vida por ellas. Jesús es el buen pastor; el pastor de las ovejas entra por la puerta, a él le abre el guarda para que entre, y las ovejas escuchan su voz; él llama a las suyas por su nombre y las saca fuera del corral. Cuando han salido todas las suyas, se pone delante de ellas y las ovejas le siguen, pues conocen su voz. Él sabe que tiene también otras ovejas que no están en este redil y a esas tiene que atraerlas, para que escuchen su voz. Entonces se formará un único rebaño, bajo la guía del único pastor (Jn 10,1-17). Jesús es pastor bueno que nos conoce y nos ama, seamos como seamos. Nos ha amado hasta el extremo (Jn 13,1), manifestándonos lo ilimitado de su amor al dar la vida por nosotros (Jn 15,13).
En el retrato que el buen pastor nos lega de sí mismo, la misericordia es un rasgo verdaderamente capital. Jesús hizo plenamente suyo el programa que Yahvé, pastor de su pueblo, propone en el profeta Ezequiel de buscar a la perdida y traer a la descarriada; vendar a la herida y robustecer a la delicada (Ez 34,16).
Juan presenta a Jesús como «el buen pastor», el único y verdadero pastor. Jesús no es como el ladrón, el bandido o el mercenario. A él le interesan las ovejas, las conoce, sabe que las ovejas le pertenecen; él es la puerta para entrar en la vida y alcanzar la salvación, quien entre a través de Jesús, entrará y saldrá y encontrará pastos. «El buen pastor da la vida por sus ovejas» (Jn 10,11), y va siempre por delante de ellas.
Pero Jesús también habla del mal pastor; este es ladrón y salteador, pues no entra por la puerta; cuando ve venir el lobo, las abandona y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa; el asalariado se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no le interesan las ovejas (Jn 10,1-17). El que no es buen pastor es el jornalero o mercenario, quien no conoce ni ama a sus ovejas, en cuanto surgen las dificultades y peligros y ve venir al lobo, las abandona y huye. Jesús es el buen pastor, el que dio su vida por amor.
[?] ¡Oye, Pastor, que por amores mueres!
No te espante el rigor de mis pecados.
Pues tan amigo de rendidos eres,
espera, pues, y escucha mis pecados.
Pero, ¿cómo te digo que me esperes
si estás, para esperar, los pies clavados?
Lope de Vega
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