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Mónica Fernández Aceituno, poética biología
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En el Palacio de Figueroa

Mónica Fernández Aceituno, poética biología

Actualizado 10/04/2018
Radio Guijuelo

Una autora firmemente convencida de la necesidad de encontrar una tercera rama que aúne las ciencias y las letras

Al Palacio de Figueroa, sede de El Casino de Salamanca, le han salido en esta tarde lluviosa de abril columnas verdes, flores y frutos. Porque este espacio vivo en el corazón de la ciudad desde 1958, y que en la actualidad, nos recuerda Javier Galán, tiene una Memoria de Actividades plena y diversa, le debe a la naturaleza ese espacio que ha ocupado Mónica Fernández Aceytuno, bióloga, divulgadora, articulista desde 1997 en el diario ABC y sobre todo, escritora de la naturaleza.

Evoca Javier Galán en su hermosa presentación, como su juventud de estudiante en Madrid estuvo llena de lecturas, lecturas en las que descubrió a los autores que sabían hablar de la naturaleza en el lenguaje de la poesía con un pálpito que solo ha vuelto a encontrar en la palabra delicada de esta mujer, merecedora de todos los premios y galardones a un trabajo constante en la divulgación de la naturaleza ya sea desde sus artículos, sus libros y sus documentales. Una mujer capaz de escribir un libro de reminiscencias evocadoras y poéticas El viento en las hamacas, donde la prosa se vuelve esa poesía del instante deliciosamente recreada: No sé cómo tengo nostalgia de algo que no he conocido. Lirismo exquisito que se enlaza en el discurso sabio de la conocedora rigurosa en su último título El país de los pájaros que duermen en el aire, un recorrido por la flora y fauna de un país diverso, como diversos son los paisajes en los que ha vivido la autora.

Una autora firmemente convencida de la necesidad de encontrar una tercera rama que aúne las ciencias y las letras. La tierra y la hoja en blanco, esa tierra que los labradores gallegos que viven junto a su casa trabajan para la siembra como ella se prepara frente a la página. Sin embargo ¿qué hacer para que nazca la escritura? Con un discurso dulce y constante como el caer de la lluvia, Mónica Fernández-Aceytuno afirma que solo el sueño provoca la escritura sobre la naturaleza: el campesino sueña con su cosecha, el escritor con esa literatura de lo natural que no pide que vayamos tras ella? sino que la encontremos de forma natural, interviniendo apenas en el proceso.

¿Qué necesita un escritor de la naturaleza?

El eco de la voz de la autora se desliza entre las columnas renacentistas, piedra al fin. Se necesita aislamiento, estar atento a lo importante, se necesita tranquilidad, dejar espacio a los problemas para que se resuelvan y no se conviertan en esos seres que, con prisa, se reproducen rápidamente para ocupar espacio. Y por supuesto, se necesita conocimiento previo. El rigor de esta bióloga enamorada de las palabras, es reconocido con múltiples premios, pero sobre todo, es humilde, reconociendo el valor de los especialistas en las diferentes materias y la sabiduría popular de sus vecinos del campo. Aislamiento, tranquilidad, conocimiento y orden, el orden de las palabras, el orden de las especies, taxonomía de lo natural. Somos palabras, recalca la bióloga que nos recuerda los pocos componentes químicos que forman, ordenados, nuestra única secuencia de ADN. Orden que hace únicas a las especies y que permiten no la creación, ya que nadie crea de la nada, sino la recreación.

Recreadores de lo natural, pintores y escritores se asoman a la vida de la naturaleza con voluntad de compresión, de maravilla. Devuelven a la naturaleza aquello que no tiene, aquello que le aportamos desde el conocimiento y la sensibilidad humana. No sabemos cómo se produce la vida, no sabemos cómo recreamos los hombres aquello que es natural. En el discurso, sabio, maravillado de la autora hay un reconocimiento a aquello que no sabemos y apenas intuimos, aquello que nos convierte en escritores de la naturaleza. Escritores como Delibes, poetas como Dickinson, autores que, como Unamuno, tan querido para Mónica Fernández Aceytuno y presente siempre entre estas paredes que fuero suyas, no dan conceptos, sino que se dan a sí mismos. Observadores de lo natural que sienten el pensamiento y piensan el sentimiento mientras su conocimiento riguroso de la ciencia se vuelve, en su escritura, poesía escrita sobre tierra roturada.

En la tercera rama, unión de dos, se hace el nido. En la tercera rama conviven las ciencias y las letras en esa conjunción que fascinó al joven lector que era Javier Galán. En ese territorio de la tercera rama se mueve, pájaro exquisito, esta mujer atenta a los sonidos de la noche, a las pulsiones de una planta que crece solo para sus ojos. Frente a la página blanca del artículo, del libro riguroso, del capítulo divulgativo, del documental veloz, Mónica Fernández-Aceytuno traza los surcos de una escritura que nos devuelve a la naturaleza con el ritmo sosegado de la poesía. Y todo desde el conocimiento de la materia y el desconocimiento del misterio. El silencio está cargado de semillas entre los asistentes, germinan en nosotros, tierra fértil, los oyentes, los lectores de una conferenciante a quien hemos tenido el privilegio de escuchar en una tarde de lluvia soñando con pies descalzos en la hierba, pájaros en el cielo y una hamaca al viento.

Texto: Charo Alonso

Fotos: Alberto Martín

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