A mí me hacen mucha gracia el rictus de Margarita Robles y su gusto por las chupas de cuero de colores y la barra de labios rojo socialista. Si hasta el rector Unamuno sabía que había que hacerse una figura pública para que te reconocieran e identificaran, icono de ti mismo. Cuello de cura, gafas redondas y perfil aguileño, moneda troquelada. Se trata de ser y parecer, y Margarita Robles es lo que parece, una mujer seria de rictus rígido y ojos alegres como los colores de sus cazadoras de cuero. Es la cara contundente del PSOE, la cara de mujer que representa lo nuevo y lo veterano a la vez. Su sabiduría jurídica y su entereza y esa pincelada medio ácrata de no tener el carnet del partido la hacen única. No me extraña que la detesten los que tanto hacen pasillo, ella lo vale y Pedro aquel a quien se ve bien poco en un mundo de imágenes fugaces, la usa de punta de lanza amable y creíble.
Aquí estamos en la turbamulta del me voy pero soy y me voy y me pescan mientras todo funciona al ralentí sin gobierno ni presupuestos cuando le oigo a Margarita Robles eso de que los tiempos de la política y de la justicia no son iguales. Pues eso, que es cuestión de tiempos. Uno puede burlar a Hacienda y creerse, por un momento, que estás a salvo hasta que llega el requerimiento. Es cuestión de tiempo que lo que va mal, acabé mal. Es cuestión tiempo de que cuestionemos a los políticos a la hora de las elecciones o decidamos que más vale lo malo conocido? todo llega, como el San Martín al que no se acogen ni los cerdos ni los que, al final, ojalá que encuentren el castigo que merecen y que les llega aguado no por la lluvia, sino por las argucias de los abogados. En el fondo, todo, todo es cuestión de justicia poética, y queremos creer que los malos recibirán su castigo y los buenos el premio de su entrega.
Me pregunto por qué tengo tanta fe en las palabras de Margarita Robles. Quizás porque es un ejemplo de trayectoria serena, constante; quizás porque es una mujer con carrera propia que llegó a la política con voluntad de servicio y no para convertirla en un trabajo a jornada completa. A esto se une la sonrisa, el tono moderado, el argumento preparado, cierto, nunca fuera de tono, educado y correcto. Ese discurso que, venga de donde venga, no tenemos, habida cuenta de las histerias cotidianas de líderes que piensan que, cuanto más gritan, lloran, acusan o afean al contrario, más votos y aplausos cosechan cuando es todo lo contrario. En este mundo gritón del Sálvame, lacrimoso como el de OT, tremendista como el de las cadenas rapaces y contumaces ante la muerte de un niño, nos hace falta una voz tan ponderada, tan educada, tan cierta y tan agradable como la que tiene esta mujer, que, independientemente del partido al que se adscriba, es una imagen que inspira confianza y sosiego. Y si lo hace con una sonrisa de boca rabiosamente pintada de rojo y envuelta en cueros de alegres colores, mejor que mejor. Brava Robles.
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.
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