Los filósofos, en algunos ambientes, sobre todo confesionales, tenemos un puntito de mala fama. Vaya por delante que yo no me considero filósofo, aunque haya estudiado filosofía con cierto aprovechamiento, pero la vida ?y mis propias y personales opciones libres- me han llevado por otros derroteros, de modo que de ninguna forma puedo considerarme filósofo profesional. Pero el que tuvo, retuvo, según el dicho popular y, claro, tanto leer a Marx, Nietzsche y Freud, puede tener como daño colateral el hecho de que algunos puedan considerarme un bulto sospechoso, o sea, un bulto que sospecha.
La filosofía moderna ?a lo peor la "filosofía" ultramoderna de alguna entidad bancaria es otra cosa, porque ahora la palabra filosofía se emplea hasta para el café con leche- ha creado en nosotros, no sólo en los pensadores profesionales, sino en todas las personas nacidas en el siglo XX ¿y XXI?, un cierto hábito de la sospecha, que nos lleva a no dar por sentado los "dogmas de fe". Un dogma de fe, en este sentido, no tiene por qué ser una verdad religiosa de obligado acatamiento, sino cualquier afirmación propuesta por la cultura dominante y que hay que aceptar a pies juntillas para no enfrentarse a lo políticamente correcto, so pena de ser arrojado a la fosa común de los fachas casposos.
Y así, por poner el ejemplo que hoy me interesa, parece de obligado acatamiento la afirmación de que "la Iglesia está vacía de jóvenes". A simple vista parece evidente, a poco que nos demos una vuelta por una misa dominical, esa a la que van unos cuantos millones de españoles cada domingo o "fiesta de guardar": casi todos "semos jubilatas", en mi caso, incluido el cura.
Acabo de asistir a la salida de una procesión de Semana Santa, cuyos actores principales, en un 80%, estaban por debajo de los 40 años de edad. Mogollón de jóvenes. Y muchos niños, esa "especie" tan escasa en España hoy en día. Las Congregaciones, Hermandades y Cofradías, que son intergeneracionales, cuentan con una proporción muy importante de jóvenes, que se podría contabilizar. Por otra parte, si los datos no se han dado la vuelta radicalmente en los últimos años, resulta que, al menos en mi ciudad de Salamanca, más del 60% de niños, adolescentes y jóvenes-jóvenes están matriculados y progresan adecuadamente en Centros Educativos de la Iglesia. Además, el escultismo, un movimiento educativo integral cuyas actividades se desarrollan en el tiempo libre tanto de los jóvenes como de los agentes educativos, es la asociación que agrupa a jóvenes en más grande número, siendo la asociación católica la más numerosa de las existentes en España.
Dicen en mi pueblo que "los hechos son mostrencos", o sea que podemos opinar lo que queramos, pero los hechos son los que son. Pero ¿cuáles son los hechos? Dos. Aparentemente contradictorios: "la Iglesia está vacía de jóvenes" y "determinadas instituciones de la Iglesia están llenas de jóvenes".
La contradicción merece ser resuelta. La clave está en algo en lo que los dos últimos papas han insistido: es necesario un encuentro personal con Cristo. Benedicto XVI y Francisco no han descubierto la pana. Ser cristiano consiste en eso y eso es lo que tenemos que discernir. Y ¿cómo discernirlo? Será porque soy carroza, pero solo conozco un método: trabajando. Con amor, con creatividad, con cercanía, con sinceridad, con autenticidad, a ser posible con testimonio práctico de santidad personal, con alegría contagiosa, valiéndose del método científico de ensayo-error, poniendo en juego las nuevas tecnologías y los nuevos foros, en distancias cortas, en ambiente natural, no virtual, dando confianza y reconociendo protagonismo a los jóvenes, perdiendo, o sea, ganando horas, invirtiendo tiempo y los mejores recursos humanos disponibles. O sea, trabajando. El trabajo tiene mala fama, pero en el "imaginario" cristiano, el primer trabajador es el Creador y, en los grandes relatos fundacionales, el Trabajador-Creador se regodea cinco veces en el trabajo bien hecho. Y una vez en el trabajo "muy bien hecho", el sexto día de la Creación. Incluso se permitió "pasárselo pipa" el séptimo día. El próximo lunes ya estaremos en Pascua. La Nueva Creación estará en plena marcha y triunfando, pero antes pasaremos por la Pasión, la Cruz e, incluso, cosa moderna donde las haya, por la muerte de Dios.
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