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Bob Dylan y yo
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Bob Dylan y yo

Actualizado 25/03/2018
Fructuoso Mangas

Por iniciativa y regalo de gente muy querida he podido asistir al concierto de Bob Dylan. Buen regalo, sí señor. Y ya sabía yo que no es cantante para entusiastas conciertos masivos, más bien lo contrario. Pero me hacía mucha ilusión verle y oírle en directo por ser quien es y representar lo que representa. Y no es ajeno a esa ilusión personal el hecho de que su vieja canción (¡1962!) Blowing in the wind? recuerda una pregunta que con otros muchos nos hemos venido haciendo desde hace medio siglo y que quizás hoy, a mi edad, me la hago con más fuerza cada mañana y me la contesto con cierto pesimismo cada tarde. Es verdad, ¿cuánto tiempo tiene que pasar para que el hambre y la injusticia desaparezcan del horizonte del mundo?

Y uno echa mano de lo que puede. Compara situaciones actuales con las de hace cincuenta años y ve que se ha avanzado y no poco; pero comprueba estadísticamente los niños muertos cada día por desnutrición según cálculos de la OMS y se le vienen abajo todos los palos del sombrajo de ciudadano acomodado en el Norte rico y vividor. Y buscando una brecha, echa mano de la bienintencionada parábola de Eduardo Galeano, la de que: Ella avanza unos pasos y tú das otros tantos tras ella; tú avanzas y ella lo hace también. Y así una y otra vez? Nunca la alcanzarás. ¿Para qué sirve la utopía? Para caminar, hermano, para caminar.

Y realmente es eso y forma parte de tu pretensión solidaria, pero pone a prueba más que probar nada. ¿Cuántos pasos tendremos que dar hasta que?? Habrá que aguantar la espera manteniendo la esperanza: André Malraux en medio de nuestra guerra civil confesaba su admiración por la estrecha relación en la lengua española entre espera y esperanza. Pues eso, que habrá que unir a las dos. El poeta andaluz Rafael Guillén hablaba de, además de esperar, "esperanzarse", que está muy bien traído, y no cedo ante el duro pesimismo de Nietzsche cuando dice que la esperanza "alarga inútilmente una espera para nada".

Y mientras tanto tendremos que hacernos preguntas sencillas como éstas que canta Bob desde hace más de cincuenta años, aunque la prisa y las bagatelas bien servidas y las medias mentiras y la pereza creciente para ser críticos y la falta de desenvoltura interior para tener pensamientos globales y preocupaciones transfronterizas y la enfermedad de romper puentes y levantar vallas y la somnolencia social que nos impide vivir despiertos y etc. y etc? casi nos hacen imposible expresar esas sencillas preguntas, compartirlas y buscar respuestas. Y recuerdo una vez más aquella velada amenaza que me aprendí de memoria y que escribía hace años Félix Madero en alguno de sus artículos: En algún sitio nos pedirán cuentas por contemplar desde el banco de un parque cómo arde el mundo. Pensamientos y preguntas a la medida para una Semana Santa viva y en salida a la calle del mundo? Por eso lo escribo en la madrugada del Domingo de Ramos.

Hay muchas personas, colectivos y asociaciones que se han hecho esas preguntas, y muchas más, por supuesto, en estos últimos cincuenta años y hoy se las siguen haciendo y las comparten y buscan soluciones para responderlas. Entre tantos grupos destacan las organizaciones solidarias, de origen privado no gubernamental, como son las que, con un nombre más bien inadecuado que nació en la ONU por los años cuarenta, se llaman ONGs, que pueden ser de ayuda, de protección, de defensa, de promoción, de desarrollo... A estas últimas pertenece Manos Unidas que desde hace cincuenta y ocho años realiza en España ese trabajo solidario, junto a otras muchas que han ido naciendo después respondiendo a diversas preguntas y necesidades. Son organizaciones que miran y analizan el mundo, informan sobre él, publican el diagnóstico y tratan de sacar adelante el tratamiento aunque sea lento, parcial y a veces a la contra. Mientras sigan en pie, y siguen, las viejas preguntas de la canción de Bob Dylan, las organizaciones como Manos Unidas seguirán siendo necesarias y frente al hambre de tantas cosas seguirán haciendo pan, gestionando desarrollo, protegiendo derechos, pidiendo justicia, aun cuando alguna de ellas, como toda aventura humana colectiva, pueda sufrir graves traiciones y serios contratiempos.

Y es que cada uno, supongo, vive con media docena de convicciones y sentimientos atravesados en el alma y yo llevo éste que cantan el poeta y su canción. Y me despierta siempre el mismo sentimiento.

Y ya que hablo de todo esto, confieso un deseo más veces expresado y compartido. Ojalá llegue el día, aunque creo que con mi edad no llegaré a conocerlo, en que al menos los problemas más graves de hambre, emigración forzosa e injusticia se rebajen de tal manera que todas estas organizaciones no tengan ya campo ni sentido. Habrá llegado por fin la respuesta que ahora está flotando en el viento, en el aire: The answer is blowing in the wind ?

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