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MUJERES Y HOMBRES: el uso de la violencia (8)
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MUJERES Y HOMBRES: el uso de la violencia (8)

Actualizado 15/03/2018
Aída Acosta Alfonso

Acabamos los textos dedicados a este tema con un problema bien difícil de resolver: el uso de la violencia por los seres humanos, recurriendo a la fuerza física, el uso de instrumentos de todo tipo y armas. En este aspecto, las diferencias entre los hombres y las mujeres son espectaculares: los hombres es mucho más probable que recurran a su fuerza física, uso de objetos contundentes, herramientas y armas que las mujeres, tanto en conflictos entre ellos mismos, como con las propias mujeres. Estos datos generales se extienden también al campo de la sexualidad y las relaciones amorosas. Los hombres disparan, apuñalan, apalean y pegan con mucha más frecuencia a las mujeres. El número de muertes, la frecuencia y tipo de lesiones en el caso de las mujeres es abrumadora, mientras los hombres suelen ser los agresores. También los hombres son más autodestructivos que las mujeres, como demuestran su número mayor de de suicidios, lesionados en reyertas, encarcelados, personas sin hogar que viven en la calle, practicantes de actividades y deportes de riesgo, etc. En definitiva, en relación la vida propia y ajena los hombres son más temerarios, violentos y autodestructivos. En el caso sexual los hombres son, con mucha mayor frecuencia, violadores, acosadores y agresores sexuales de menores.

Aún así, hay que hacer varias precisiones. Por lo que hace relación a las mujeres: (a) la violencia no es patrimonio solo de los hombres, porque todos los hechos citados son cometidos también por algunas, muy pocas , mujeres, (b) hay otras formas de violencia verbal o conductas agresivas, que son también frecuentes en mujeres, y (c) también la mujeres maltratan con alguna frecuencia a los menores.

En el caso de los hombres, la mayoría han aprendido a no ser violentos y son muchos los que tienen muy baja posibilidad de recurrir a la fuerza física o las armas. Pero no son pocos los que tienen riesgo de hacerlo o lo hacen, especialmente en algunos países y, sobre todo, en determinado ambientes.

¿Cómo explicarlo? No lo sabemos muy bien, pero el cerebro y las emociones humanas se han formado a lo largo de la historia de la especie en luchas entre familias, tribus y naciones. De hecho, en España, por ejemplo, mi generación es la primera que no ha conocido una guerra en su propio país. Y a nivel mundial, aun somos incapaces de evitarlas y los países más desarrollados no dejan de vender armas a los que necesitarían gastarse el dinero en alimentos, sanidad y educación. Entre nosotros los gastos en los Ejércitos y Fuerzas de Seguridad y servicios de Vigilancia no dejan de crecer. Somos una especie que necesita un entramado de seguridad, un código penal y numerosas cárceles. Los mismos telediarios han basculado hacia noticias violentas y la televisión y numerosos productos culturales se sirven de escenas violentas para captar consumidores.

En el caso concreto de los hombres, ellos siempre se ocuparon ancestralmente de la caza, la pesca y la guerra, mientras las mujeres estuvieron más atadas al embarazo, la lactancia y la maternidad. Tal vez estas dedicaciones diferentes hayan conformado diferencias en nuestro cerebro, las emociones y las conductas haciendo a las mujeres, en general más empáticas y cuidadoras. Pero lo que es cierto, es que cada niño o niña que nace es un reto y puede acabar siendo peligroso o pacífico. La familia la es institución más decisiva, después la escuela, el entorno social, las leyes y la seguridad de país, etc. Y por lo que hace relación al propio individuo, solo nos puede salvarnos la razón, que debe ser lo que regule nuestras emociones y nuestra conducta, la fuente y eje de la ética y el aprendizaje de la ciudadanía; adquirir valores y aprender a resolver pacíficamente los conflictos o recurrir a mediaciones informales o legales. Podemos ser muy peligrosos o muy pacíficos y buenos ciudadanos. Queda mucho por saber, pensar y hacer para mejorar nuestra especie en este sentido. Concédase usted un tiempo para pensar en las causas y posibles soluciones.

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