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¿Y si Dios fuera mujer?
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¿Y si Dios fuera mujer?

Actualizado 07/03/2018
Juan Antonio Mateos Pérez

Las mujeres creyentes nos sumamos a la huelga del 8M y la hacemos también en la Iglesia. ¿Por qué no tendría que ser así? ¿No se distingue la Iglesia, desgraciadamente, por ser pertinaz en su machismo, en el mantenimiento de la discriminación y las

Se preguntaba Mario Benedetti en uno de sus poemas: Si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. A lo largo de la historia se ha abusado de una visión demasiado patriarcal del nombre de Dios, con lo que muchas mujeres dentro y fuera de la iglesia están denunciando una relación entre esa realidad y las posiciones machistas sobre el poder, en la Iglesia y en la sociedad. Dios excede a Dios, una afirmación del pensamiento que afirma que un Dios que no excede nuestras proyecciones de Él, no es Dios. Los nombres se pueden convertir en prisiones de Dios. Posiblemente una imagen equivalente de Dios mujer y hombre puede al final hacer más justicia a la dignidad de las mujeres y a la verdad del misterio divino. Una Iglesia que se proclama en salida, es también incluir la feminidad en la definición de Dios, una visión inclusiva que puede abrir nuevos horizontes de liberación y renovación.

Toda esta introducción viene para iniciar una reflexión sobre la situación de la mujer hoy en nuestra sociedad, en nuestro mundo y sobre todo, por la orientación de este blog, en nuestra Iglesia. Mañana las mujeres están llamadas a la huelga, convocada en 150 países por distintos colectivos de mujeres, con el lema "queremos parar el mundo". En España la Comisión 8M está detrás de esta movilización, tan esperada como necesaria, ante la desigualdad de la mujer en numerosas partes del mundo que se manifiesta de forma múltiple en nuestras sociedades. En forma de pobreza, desigualdad de derechos y oportunidades, de brecha salarial, de violencia machista, etc.

Esta igualdad está pendiente en la Iglesia, donde la situación de la mujer está discriminada y silenciada en tareas, carismas y funciones. La mayor parte de los cristianos practicantes son mujeres, posiblemente ha sido una constante a lo largo de la historia, pero en el orden eclesial no tienen la misma en responsabilidad y participación que otros creyentes varones. Una realidad aceptada como natural en ciertos sectores de la Iglesia, como en ciertos ambientes jerárquicos y tradicionalistas y también por numerosos fieles con una formación débil o infantil en la fe. La situación de la mujer es una rebelión pendiente en la Iglesia. Hoy es un buen momento para recordar esta situación.

¿De qué sirve una religiosidad que no sea liberadora? Si no hay justicia, igualdad y liberación, son unas hermosas cadenas que esclavizan al individuo y ayudan a las clases de poder a justificar un orden social injusto y opresor. Colectivos cristianos de mujeres, vienen reclamando sin gran eco en los cristianos de base, una igualdad efectiva de hombres y mujeres dentro la Iglesia. Se quejan, con razón, no solo de un excesivo clericalismo, sobre todo que las mujeres colaboran en muchísimas tareas, pero que los cargos importantes y de dirección son masculinos Pocas mujeres se ven en ellos, sería una realidad hermosa y muy cristiana, más allá de poner flores en el altar, ayudar en la catequesis o Cáritas, de una aportación más sacramental desde su feminidad.

Poco apoyo se ve en las jerarquías ante la huelga, algunas voces como la del Cardenal Osoro que ha manifestado su apoyo, son una isla en un mar oposición y de silencio ante la marginación de la mujer en la Iglesia. Desde este blog, laico y cristiano, alzamos la voz, alta y clara, en apoyo de una huelga necesaria y oportuna. Más allá de las ideologías, todo colectivo que defienda en justicia y verdad la igualdad de cualquier ser humano, cualquier colectivo, es de Dios. El creyente que vive en verdad, debe desplegar un grito desde la humanidad de Dios, un Dios con nosotros, que no quiere ser sin aquellos que sufren injusticias y desigualdades. Frente a la ceguera de muchos, visibilizamos y apoyamos a tantas mujeres silenciadas, apartadas que buscan una igualdad efectiva y digna. También queremos poner nuestro pequeño granito para empujar la historia, para que esta realidad injusta no se quede un acto simbólico, sino que se convierta en una fuerza transformadora en nuestra sociedad de la indiferencia.

Se hace necesario abrir los ojos a esa realidad que estamos viviendo, sabiendo que la última dimensión de lo real está habitada por Dios. Sin olvidar que en muchos espacios de nuestra iglesia hay una comprensión patriarcal de la autoridad, lo que impide una adecuada práctica ministerial. Las relaciones de autoridad que se han desarrollado a lo largo de la historia han sido de una autoridad impuesta y no compartida. Es cierto que cualquier grupo social necesita líderes, pero ese liderazgo no es lo mismo hacerlo sobre el servicio con humildad, que con prepotencia y poder.

Hoy más que nunca, buscamos líderes que estén contacto continuo con los demás, con la sociedad, que su lugar de actuación sea la plaza pública, la ciudad secular. Líderes que no se recluyan en el templo o en la iglesia, al calor de las faldillas de sus liturgias y rezos y, que salgan al mundo que les rodea. Ningún lugar o ningún colectivo, les debe ser indiferente, ya que nada es indiferente para Dios. Para ello debe buscar los caminos para llevar siempre la palabra transformadora, denunciando las injusticias y sus causas y anunciado la liberación de Dios. El creyente que vive en verdad, debe desplegar un grito desde la humanidad de Dios, un Dios con nosotros, que no quiere ser en las desigualdades, sino en el amor y justicia.

Queremos de corazón que en nuestra Iglesia, pueda ampliar los espacios para una presencia femenina más real y efectiva en un plano de igualdad con los hombres. Es necesario que en el corazón de la vida eclesial la mujer se haga presente en un ministerio más activo, incluido el sacramental. Pero también, en los lugares donde se toman las decisiones importantes. Más allá de las grandes palabras y de cualquier proclamación de principios sobre la igualdad, que son insuficientes para responder a la sensibilidad práctica de la igualdad de la mujer en la Iglesia, se hace necesario una igualdad práctica. No solo predicar, para no perder credibilidad, también practicar la igualdad. Sobre todo ser conscientes que la presencia activa de la mujer supone inventar "nuevas" formas que enriquezcan a la Iglesia en su presencia en el mundo. Todos implicados en la diversidad y en comunión a caminar juntos, para llevar a buen puerto una necesaria renovación y soñar con una auténtica Iglesia en "salida" y misionera.

¿Y si Dios fuera mujer? | Imagen 1

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