En medio de tantas inestabilidades como nos rodean, de climatología, de masivas protestas sociales en las calles, de nuevos acontecimientos en estos primeros días de marzo ( la primera huelga internacional feminista, los resultados de las elecciones italianas, las sesiones de juicios decisivos por corrupción de miembros del PP español, la difícil elección del Presidente de Cataluña), el ciudadano medio se siente tan perdido, inseguro e impotente ante tantos acontecimientos que son imprevisibles incluso para los analistas políticos, que quizás decide poner su atención en sus propios asuntos, en sus pequeñísimos sueños, sobresaltos o preocupaciones. Quizás intenta ver si en lo que concierne a su pequeño mundo tiene aún algunas riendas en su mano. O ni eso.
Pues a las preguntas: ¿cómo terminarán las protestas de los cientos de miles de jubilados y pensionistas que están saliendo a las calles gritando contra la devaluación progresiva de las pensiones? O ¿quién y cómo será elegido el nuevo presidente de Cataluña, con el que por fin se normalizará la situación política? O ¿tendrá alguna repercusión clara en la política de igualar los salarios de mujeres y hombres, las luchas del 8 de marzo?...el ciudadano medio guarda un prudente, irremediable y humilde silencio. No tiene los mínimos recursos de análisis para responder; ni su propio sentido común le permite prever qué puede pasar. Todas las previsiones fallan, las probabilidades también: hace muchos meses que se vaticina la caída del jefe del gobierno?y ahí sigue; hace otros tantos que los resultados del PP descienden significativamente en número de votos?pero parece que el partido sigue firme; nos pareció a todos que con el nuevo líder del PSOE la política nacional iba a girar 180 grados, pero se ha quedado más inmóvil que antes; también nos pareció que algunos de los grandes responsables de la corrupción, serían juzgados, encarcelados y el dinero robado volvería a las arcas públicas, pero parece que estamos siempre en la primera sesión del primer juicio de cada caso de corrupción. Los mecanismos de la "gran maquinaria" no funcionan.
Como parece ocurrirles a las leyes climáticas: ahora las primaveras son inviernos, los otoños, veranos y los veranos tienen la temperatura de los infiernos. ¿Quién puede predecir algo?
Hace diez años, un día de mediados de diciembre presenté un libro en Salamanca (ciudad que en los últimos veinte años tiene una media de una nevada escasa cada año) y ese día cayó una nevada tan grande que la ciudad se colapsó; todo el mundo se quedó en sus casas y en la sala donde lo presenté junto a cuatro amigos, había otros cuatro asistentes, héroes que se enfrentaron a los elementos.
El martes pasado presenté otro libro en el Casino de esta ciudad. Llevamos un largo año de sequía, en el que la nieve ha desaparecido para siempre y la lluvia cae, mortecina, quizás una vez al mes. Pues bien, el pasado martes, por primera vez en muchísimo tiempo nevó y llovió el mismo día. Solo un pequeño grupo de héroes desafió la peligrosidad de las calles y llegó hasta la hermosa sala del Casino para escuchar a los cuatro componentes de la mesa qué pasó en la vida y en la obra de Luigi Boccherini. La presencia del pequeño grupo nos dinamizó, haciéndonos sentir generosos y contentos, guiados por el sabio lema "A mal tiempo buena cara".
Ocho horas antes del comienzo de este acto aún no sabíamos si lo prudente era suspenderlo con anticipación o dejarnos llevar por los acontecimientos. Cuando me di cuenta de la obviedad de que no se pueden controlar todos los factores que confluyen en un pequeño acto, como es la presentación de un libro, suspiré aliviado: la puerta del bienestar, o al menos de la serenidad, es saberse que uno es llevado por fuerzas superiores al propio sentido común, por ventiscas y cambios que le llevarán, en gran parte, a espacios, tiempos y actuaciones que nunca previó en ninguna agenda.
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