Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo está presente en la agenda de actualidad y en los más diversos escenarios de la vida social. Se oyen voces de diferente naturaleza, ideología, tendencia, e interés en torno al tema.
Es evidente que estamos todavía muy lejos de la plena igualdad entre hombres y mujeres. Lo ponen de manifiesto los datos de ocupación laboral, la brecha salarial, la dificultad para conciliar que se agudiza para nosotras, la existencia de los techos de cristal y las diversas formas de explotación que sufrimos en todo el planeta por el hecho de ser mujer. Además, el actual modelo social, político y económico sigue sometiendo a las personas, especialmente a las mujeres hasta tal punto que podemos hablar de una feminización de la pobreza, a nivel global.
Podríamos seguir hablando de la utilización de la imagen de la mujer como objeto, del drama de las mujeres y niñas víctimas de explotación sexual o de su explotación laboral como mano de obra barata. Todo ello, agudizado aún más si cabe por su invisibilidad en determinados ámbitos de poder y por la falta de reconocimiento de los cuidados que hacen sostenible la vida y que mayoritariamente asumen las mujeres.
En este escenario, como mujer, me siento abrumada, incluso, por el cariz que toman algunos posicionamientos, pues siento que nos llevan a los extremos, como si necesariamente debiéramos posicionarnos de una u otra manera, como si todo fuera blanco o negro. Y sin embargo, hay matices de otros colores?
Creo que debemos trabajar para visibilizar el valor de las mujeres en todos los órdenes de la vida y construir juntos un sistema sostenible que garantice una vida digna para mujeres y hombres, que podamos decidir y planificar nuestras vidas con autonomía, justicia y en libertad.
Creo que debemos crecer en corresponsabilidad entre mujeres y hombres, acabar con la discriminación en las empresas, trabajar para erradicar la lacra de la violencia de género, suprimir el sexismo de la publicidad y los medios de comunicación, favorecer la participación de la mujer en todos los ámbitos, y combatir la pobreza que limita sus expectativas y posibilidades de desarrollo personal.
Urge trabajar en políticas educativas basadas en valores de igualdad, respeto, solidaridad y empoderamiento y complementariedad para que un día no muy lejano, ya no sea necesario la celebración del 8 de marzo y podamos dejar a nuestros hijas e hijos un mundo más justo, más fraterno y más igualitario.
Cualquier mujer de hoy
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