En esa caldera llena de escorias que es hoy el Congreso de los Diputados, ha desaparecido la educación y la cortesía parlamentaria, pero sobre todo las ideas con argumentos. Esa "nueva política" prefiere o no sabe otra cosa, que descender a la ofensa y el insulto antes que reconocer su falta de argumentos. Están en lo más alto de la soberbia. Su creencia de superioridad moral, se tropieza con su vacío intelectual.
Este Parlamento tan fragmentado solo sirve para censurar al Gobierno, y poco más. "Si el Gobierno fuera de otro signo pasaría igual". La oposición debe estar para fiscalizar al Ejecutivo. Pero un Parlamento tan dividido solo demuestra la incapacidad de la clase política para llegar a cualquier tipo de acuerdo y mucho menos, para tomar decisión alguna. ¡A una sí! resucitar la Guerra civil. Por eso es tan fácil caer en la descalificación del oponente. Y ante la dificultad de hacer propuestas económicas solventes en pleno crecimiento, han recurrido a esa mal llamada Memoria Histórica. El absurdo antifranquismo.
Cuando no se tiene talento ni argumentos ni ideas, solo queda la Guerra y el insulto. ¡Para eso les pagamos! Revisar la Guerra Civil da pocos votos nuevos, pero al menos mantiene movilizada a la izquierda radical armando ruido contra la derecha democrática, pero nada más. Por eso le gustaba tanto al nefasto Zapatero, autor de la política de tumbas removidas que el programa socialista actual propone reactivar, para solucionar los problemas del pueblo español, no tienen mejores ideas. ¡Qué pena! Esto es lo que ofrece el progresismo de pandereta, un salto atrás de ochenta años y una especie de plan E funerario para crear jornales trasladando muertos y cambiando el nombre de las calles. ¿Qué queda de aquella izquierda que cambio España en un pujante y renovador proyecto? Nada, una excavación en las tapias de los cementerios. Donde se mezclan las victimas con los verdugos, nadie sabe quién eran los buenos y los malos, unos antes y otros después, o después o antes.
Pero si en el recuerdo se nos dijese la auténtica verdad, todo sería más sencillo. Cualquier persona de cierta edad sabe que su memoria está hecha más de lazos afectivos que de realidades verificables. La memoria es de dos cosas. Realidad y afectos, no se puede olvidar la historia que nos dice la realidad y legislar nuestros afectos es convertirnos en esclavos. Ni la historia cura el afecto, ni el afecto modifica la historia?