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Pregón íntegro de Alipio Pérez-Tabernero Martín para la Peña El Caballo
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CARNAVAL DEL TORO 2018

Pregón íntegro de Alipio Pérez-Tabernero Martín para la Peña El Caballo

Actualizado 02/02/2018
Fran Domínguez (CULTORO)

CIUDAD RODRIGO | El pregón fue pronunciado a última hora de la tarde del viernes en el Teatro Nuevo Fernando Arrabal

Señoras, señores, autoridades, peñistas y aficionados a este mundo maravilloso del caballo y el toro. Es para mí una satisfacción y a la vez una gran responsabilidad estar aquí delante de todos ustedes en este teatro, que me evocan grandes recuerdos en mi memoria.

Cuando me llamó Juan Luis Montero Martín al que todos conocemos como Perita, para que hoy estuviera con todos ustedes como pregonero, tengo que confesar que me quedé sorprendido, sin palabras y emocionado, pues para mí ser pregonero de esta peña es un honor. Lo primero que asomó por mi cabeza fue un día del mes de febrero de 1973 en el que por primera vez rejoneaba en público. Era en el Bolsín Taurino y desde aquí les puedo asegurar que tenía menos miedo al ponerme delante del toro que ante todos ustedes como pregonero y es que hablar en público asusta.

Dicho esto voy a contarles a ustedes como llegué a conocer esta maravillosa ciudad, y como nació mi afición a este mundo del toro y del caballo.

Como todos ustedes ya saben, yo nací en una familia ganadera que desde siempre se ha dedicado al mundo del toro y el caballo con gran amor y oficio. Mi unión con Ciudad Rodrigo lo tengo en los genes, ya que mi familia materna procede de esta bella ciudad, pues mi bisabuela Angelita se casó con Eduardo Aparicio que es de esta ciudad. Y dicho esto voy a intentar hablar de mi vida al lado del toro y el caballo.

Pues bien, antes de todo quiero contar una anécdota a ustedes, desde antes de nacer ya tuve contacto con este mundo tan maravilloso del caballo. Cuando mi madre estaba embarazada, seguía montando o a caballo con mi padre, y un día de agosto salieron a dar una vuelta por el campo, en un momento el caballo de mi madre se espantó y se lio a pegar botes, pues imagínese ustedes lo que pasó, que mi madre al suelo y claro yo también. Creo que desde aquel día empezó mi afición al caballo y aquella tarde tuve el primer porrazo montando a caballo.

Desde muy pequeño ya mi padre me montaba a caballo, al principio en la montura con él, y si no era con él, con mi madre, pues ellos siempre fueron grandes aficionados al caballo y por supuesto al toro, y ahí fue creciendo mi afición. Ya cuando tenía 5 años mi padre me regaló una burra y una montura. Para mí fue uno de los regalos que más ilusión me ha hecho en mi vida, pues ya tenía mi propia montura y mi propia cabalgadura, aunque no era un caballo si no que era la burra que tenía Alonso el que le hacía la labor a mi padre, una burra de la que tengo grandes recuerdos, y no podía dejar de nombra aquí hoy. Aunque ya sé que esto es la Peña del Caballo, no la peña de la burra.

Señores ahí empiezan mis ilusiones de poder ser un hombre montado en un caballo en este maravilloso mundo de caballo, campo y toros.

Mi afición seguía creciendo, pero mi vida se encuentra con la pura realidad que yo tengo que empezar mis estudios en el colegio. Tengo que compaginar el colegio con el campo, pero mi afición era más el campo, el caballo y el toro que el aula, pues los libros no eran mi fuerte, más bien mi calvario. Pero así transcurre mi infancia: caballo, toros, campo y colegio. Con el tiempo llegan mis primeros suspensos y los castigos de mis padres, que como pueden imaginar eran no ir al campo ni montar a caballo, pero al final no sé cómo lo hacía que siempre me salía con la mía que era irme a lo que de verdad era mi pasión y mi afición.

Aquí empieza mi historia e idilio con Ciudad Rodrigo, yo conozco esta bella ciudad por primera vez no por el campo y el toro ni el caballo sino por los estudios. Mi padre se da cuenta que de verdad lo que me apasiona es el campo, el caballo y el toro pero lo sigo compaginando.

Mi afición es ya una locura. Mi relación con Ciudad Rodrigo es muy intensa pues mi padre me trae de vez en cuando, sobre todo el día de San Andrés, una feria que yo creo de las más importantes del calendario de mercados pues era una feria para poner precio a las montaneras y a los cochinos de bellotas, y era fundamental estar, había que venir a San Andrés.

También tenía que venir con él a la comida de los ganaderos del Bolsín que para mí era una fiesta, pues podía estar con grandes ganaderos y grandes hombres del mundo del toro y el trato. Como recuerdo esas comidas en el Café Moderno, con el señor Abraham Cid, también Ángel de Elías y el patriarca de los ganaderos don Dionisio Rodríguez, Atanasio, el Raboso, Andrés Ramos, Manolo Santos Alcalde, el matador de toros Pedrés, Ferino, el Canario, José Antonio el lanero, Leoncio Macotera, Juanma Criado, mi tío Javier, mi tío Antonio, mi tío Juan Mari, el taca, el cura del Bolsín, en fin, mucha gente que recuerdo con mucha admiración y mucho respeto. Muchos más se quedan en el tintero pero sería larguísima la lista de personas que siempre me tenían como su hijo, pues yo tendría unos 12 años.

Por esa época mi afición crecía sobre todo al caballo, siempre veía una foto de mi abuelo Alipio rejoneando en la Plaza de Salamanca. Por mi cabeza rondaba que algún día me gustaría poder también hacer lo mismo.

Empiezo a rejonear en el campo en los tentaderos con mi caballo del hierro de mi padre que se llamaba Divertido, entrenaba con la mirada de mi padre y con dos personas que siempre estuvieron a mi lado en todas las faenas de campo: José Sánchez Bocanegra y un hombre de esa tierra que ya no está con nosotros que era Laureano Moreno, que en Ciudad Rodrigo siempre lo llamaron 'Nano', un hombre que siempre estará en mi memoria y que seguro que desde el cielo está con nosotros hoy aquí.

Mi pasión era cada día más al rejoneo y al acoso. Yo participaba con mi padre en los correderos en casa de los ganaderos y también en casa pero siempre corría al lado, pues era todavía pequeño para participar. Como no tenía edad no derribaba, pero con José salía del rodeo acosando la vaca, más o menos le hacía la carrera con ellos.

Fijarse como era que recuerdo un día de verano que acosando en el rastrojo de matilla con una yegua castaña que tenía tuve un percance y me pegué una galleta, mi padre y los vaqueros no se dieron cuenta y al derribar la vaca se arrancó hacía mí y no me cogió por que me quedé en el vado del surco. Saltó por encima, en fin era un chinarro, pero volviendo al rejoneo mi afición era cada día más grande.

Los estudios tengo que confesar que iban cada vez peor, y llegó un momento que me tuve que examinar en un instituto. Fue en Ciudad Rodrigo donde me examiné. Recuerdo esa mañana de junio que tengo que reconocer que estaba como un flan, aprobé algunas y otras para septiembre.

Pero volviendo a los viajes a Ciudad Rodrigo, un día del mes de diciembre mi padre como sabía de mi afición a rejonear entró en mi habitación, yo estaba con los libros, bueno como si estuviera estudiando, pero creo que mi cabeza estaba pensando en el campo y en los caballos, pero voy a contarles a ustedes lo que mi padre me comentó.

Mi padre venía de Ciudad Rodrigo, tenía por costumbre ir todos los martes, siempre había mercado, se reunía con ganaderos tratantes, se hablaba como ustedes saben de cómo valían los cochinos y vacuno. Después se iban a tomar la copa a casa de Manolo el dulcero que estaba como todos saben en la Plaza. Hablando y hablando, surgió que yo pudiera rejonear en la final del Bolsín Taurino, en la plaza que había hecho el gran torero Pedrés en esta ciudad. Para mí fue uno de los días más importantes de mi vida, tengo que confesar, yo era el niño más feliz de la tierra pues en noviembre había cumplido 14 años y ya podía hacer realidad algo que había soñado muchas veces, poder rejonear en público.

Sería en esta acogedora ciudad a la que había venido cantidad de veces con mi padre y que cada vez que vengo a esta ciudad me acuerdo de ese día pues fue algo que no podré olvidar nunca.

Bueno voy a contarles a ustedes una anécdota, fíjese como era mi ilusión que tuve que operarme de un diente que no me salía, me operaron sobre el mes de enero, me tuvieron que dar anestesia general, al despertarme sólo decía dejadme pues tengo que rejonear en Ciudad Rodrigo y dadme las banderillas. En fin, todos mis pensamientos estaban en rejonear.

Recuerdo que ese día del mes de febrero de 1973, lo primero fue el viaje a Ciudad Rodrigo salimos por la mañana temprano. Me acompañaban las personas que siempre estuvieron a mi lado, mi padre, el del camión que me traía los caballos que era el transportista Manso, José, Nano, todos a Ciudad Rodrigo. La primera parada en el bar El Cruce, y luego a ver la plaza para montar los caballos. El paseo lo haría con un caballo bayo que me prestó un rejoneador que se llama Arandilla y luego a comer con todos. Después al Parador, recuerdo una habitación con mucho cariño, la número 12, en la mesilla una Biblia. Luego un paseo a pie por esta ciudad, y más tarde a cenar y a la cama, claro, hata el día siguiente pues había que estar descansado. Tengo que confesar que no dormí, no por miedo, sino porque estaba deseando que llegara ese día.

A la mañana siguiente otra vez a la Plaza. Todo estaba preparado, José y Nano lo tenían todo perfecto, y de vuelta al Parador a descansar, pues a las cuatro estaba previsto el festejo que era a beneficio de la Cruz Roja de Ciudad Rodrigo.

Llegó el momento, era la hora, me puse el traje corto, los zajones, las espuelas, nos fuimos para la Plaza. Iba feliz tengo que confesarles a ustedes, pues mis sueños se estaban haciendo realidad. Pero yendo en el coche yo miraba a mi padre, estaba serio, claro, él sabía que esto no era como en casa sino que había público y no sabía cómo iba yo a reaccionar, pues no dejaba de ser un niño con 14 años. Llegué a la Plaza, vi personas conocidas, niños como yo, que me miraban como si fuera alguien importante, me quedé extrañado, pero sólo sabía que estaba deseando montarme a caballo. También empiezan a llegar los aspirantes a ser triunfadores del Bolsín, eran niños como yo, ellos me miraban y yo los miraba a ellos. En fin, tengo que reconocer que por esa época era muy cortado.

Recuerdo que el caballo del paseo hizo todo perfecto: el pasa, el piaz, el paso español; me sentía feliz pero tengo que confesar que la gente no fue ningún obstáculo para saber lo que tenía que hacer, creo que salió bien. Cambié de caballo, monté a Divertido, un caballo del hierro de casa que era el que tenía que hacer la faena. Sonó el clarín, y salió un utrero negro del hierro de mío Antonio, lo paré con una bandera, luego puse banderilla, en fin, aquello vi que lo iba dominando. Bueno, creo que estuve decente, no sé, bueno, eso me dijeron, tengo que decir que donde fue mi calvario fue en el momento de matarlo, fui un pincha uvas. La paciencia que tuvieron los que fueron al espectáculo pues creo y recuerdo que lo pinché muchas veces con el rejón de muerte pero la gente fue muy cariñosa conmigo, doy las gracias desde aquí de corazón.

Mi afición seguía creciendo, y ese mismo año ya el reto fue mayor pues me anuncié en el festival de las Hermanitas de los Pobres con un cartel precioso para mí. Paco Camino, que al final no pudo actuar porque días antes falleció su hermano Joaquín en la plaza de toros de Barcelona, pues lo cogió un toro del hierro de Atanasio en banderillas, y el cartel se quedó así: Dámaso Gonzales, Paquirri y el Niño de la Capea, con novillos de los Hermanos González de San Román que todos conocemos por los hermanos Sevilla, y un toro para mí de mi tío Antonio Pérez-Tabernero.

Pero sigo centrándome en esta ciudad, mi afición seguía centrada en el acoso y derribo, yo seguía viniendo a esta ciudad en Carnavales y al Bolsín Taurino, y los martes que era día de mercado, siempre con mi padre. Recuerdo El Porvenir, El Rodeo y más tarde los Hoteles Conde Rodrigo. Tengo que confesar que en este bello teatro algún pasodoble me he marcado en el baile de disfraces del Carnaval.

Pero vayamos a mi época de acoso y derribo, pues ya por esa época yo había corrido en los concursos que se habían celebrado por España recuerdo los campeonatos de España en Sevilla, Jerez, Olivenza, Badajoz, Zafra, en los Campos de los Picios en Salamanca y muchos más. Tengo que recordar aquí a Eugenio el Canario, siempre las vacas eran suyas, sobre todo las mansas mansas, que eran de raza morucha, pues en mi modesta opinión una de las razas que mejor se derriban.

No puedo dejar de decir que mis grandes triunfos por los correderos de España siempre fueron con una yegua alazana que se llamaba Amanecida, que tuve la suerte que me regaló Paco Camino, con el hierro de Gamero Cívico. Cuántos acosos con esa yegua y cuántos éxitos y petardos, tengo que decir, pero hay más recuerdos buenos que malos. Corrí los tentaderos de machos en casa de los Buendía, o en casa de Miura.

No puedo dejar de recordar a los grandes garrochistas que vi en mi infancia como Luis Garcigrande, mi tío Antonio, y un hombre muy querido en esta bella ciudad Miguel Bayamo, Marqués de los Altares, él fue quién me dio la oportunidad un día del mes de octubre del año 1971 de poder tener la antigüedad. Ese día mi amparador fue Luis Garcigrande, un día que recuerdo con mucho cariño. Mi vida sigue entre el campo y los estudios, que cada vez van peor, pero tengo que centrarme en Ciudad Rodrigo.

Mi primer acoso fue en el año 1984 en una finca de un gran aficionado al caballo que se llama Eusebio Pascual que cedió su finca a unos aficionados al caballo como a los encierros y al acoso. La finca se llama Casablanca. Esa organización de acoso fue gracias a la afición de Perita padre que nos acompaña y Manolo el maestro que hace años nos dejó en un día de encierro, un hombre que recuerdo con gran afición a este mundo del caballo. En fin, cosas que pasa en la vida.

También tengo que decir que participé en el año de 1984 en un encierro a caballo muy bien organizado por Andrés Sevillano que todos conocemos por Sito, un gran aficionaod y además está organizando el Bolsín extraordinariamente bien. Me acuerdo que me lo pidió el entonces alcalde Miguel Cid.

Amaneció un día de lluvia y frío. Los caballos los dejamos al lado del Café Moderno en el camión y nos metimos a tomar café, José, Ángel el vaquero, y Anastasio y yo, creyendo que no se podía celebrar el encierro, pero cómo es la vida: sobre las 10 de la mañana empieza a abrir el día y claro, pues no tenemos más remedio que salir a buscar los toros del Carnaval. Ese día me asusté, pues tenía miedo que en algún momento pudiera atropellar o pisar con el caballo a la gente que estaba a pie por el recorrido. Al principio fue emocionante pues era para mí una experiencia nueva en mi vida, nunca había estado en un encierro, pero según se iba desarrollando, me empecé a asustar y no fui capaz de acabar el recorrido.

Dicho esto, déjenme ustedes hacer una reflexión sobre los encierros: creo que para organizarlos bien hay que ser un gran conocedor del terreno y del manejo de los toros y de los bueyes, por eso desde aquí, pido una ovación para las personas que todos los años hacen posible este maravilloso encierro en esta ciudad.

Pero volviendo al acoso ese año no tuve suerte o no estuve bien. En ese acoso recuerdo a grandes garrochistas como Mariano Zumel, Luis Guardiola, Dionisio Holgado, mi primo Ángel, Julio Grande, José Ignacio Charro, Juan Luis Fraile, Julián Escudero, y de Badajoz, Albarrán, Manolo Moreno Pidal, y de Cáceres, Miguel Higuero Zúñiga, y de Plasencia, Diego Gracia de la Peña, y de esta bella ciudad debutaron Agustín Santos Pérez y Perita que nos acompaña.

Ya por esas fechas los acosos que se celebraban en los campos de los picios se dejaron de hacer y se trasladaron a esta bella ciudad. Los años siguientes se siguieron corriendo en Casablanca y Melindrazo, y por el año 1991 se empiezan a correr en Capilla más cerca de esta maravillosa ciudad. En este corredero tengo grandes recuerdos con otros caballos acosando, y también ya con otras generaciones de garrochistas. En ese año gano el concurso de esta bella ciudad. Me hace gran ilusión pues había ganado algunos más en otras ciudades de España pero en Salamanca nunca, siempre me quedaba a las puertas.

Recuerdo que sigo viniendo a los concursos, ahora he vuelto a ver concursos en esta ciudad pues hay un gran corredero que está la Finca Casasola propiedad de Perita. Qué bien corren las vacas en este corredero, es perfecto ver acosar y derribar en esta acogedora ciudad, gracias al buen hacer de Perita, es impresionante ver el acoso y derribo.

Déjenme hacer otra reflexión sobre el acoso, creo y pienso, que el acoso y derribo es como todos ustedes saben una faena de campo. Pero creo que es fundamental tener arte y sentimiento para poder interpretar bien el acoso y derribo. Permítanme decir lo que yo pienso, sin esas cosas el acoso y derribo no tiene la gran belleza que yo creo que tiene.

No puedo dejar de nombrar hoy aquí grandes hombres que ha habido en Salamanca. De pequeño veía fotos de mis tíos los Gracilianos como Fernando y Graciliano que cariñosamente lo llamaban El Chato. También en casa de mi tío Antonio, gran garrochista, y Juan Mari, yo tuve la suerte de verlos muy chico, ver sus grandes dotes para este arte que es el acoso y derribo, en mi casa. Grandes aficionados fueron mi tío Fernando y mi padre. Mi tío Fernando tenía una mano con mucha sensibilidad con los caballos que él montaba, eran los más suaves de boca que yo he conocido. Con mi padre aprendo todo lo que yo puedo saber de garrocha, también tengo que recordar a Vicente Charro que por una cornada de un toro encerrando una corrida en su casa tuvo que dejar de montar a caballo.

Pero siempre mi padre me dijo que fue un gran caballista y con mucho arte en la garrocha. Luego, Luis Garcigrande y Miguel Bayamo, que ya los había nombrado, fueron mi espejo para que yo pudiera ser una persona en este mundo de la garrocha. Ya en mi época tengo que decir que era una delicia ver correr a mi primo Ángel Pérez Tabernero, que nos dejó muy joven, pero seguro que desde el cielo sigue derribando. También a José Ignacio Charro, uno de los grandes garrochistas de Salamanca, después más jóvenes fueron Julio Grande hijo, recuerdo un desempate para el primer clasificado en esta ciudad, muy reñido.

La lista sería interminable y estaríamos un par de días diciendo nombres pero no es el caso, sólo dejo para el final un hombre que hizo mucho para que el acoso se celebrara en Ciudad Rodrigo que es Dionisio Holgado, que además fue alcalde de esta ciudad.

Ahora me remontare a mi época de torero práctico y dejo el tema del rejoneo y el acoso. Mi afición crece pero toreando a pie y por esa época aparece un grandioso torero que todos ustedes conocen: es Julio Robles, me une una gran amistad, bueno, yo diría mi hermano mayor, con él siglo frecuentando Ciudad Rodrigo pero sin dejar los martes y San Andrés, y la comida de los ganaderos del Bolsín. Julio Robles tenía su primera casa en esta ciudad. Aquí nos acercábamos siempre que podíamos a estar con su compadre Félix que tengo que decir que cuántas noches nos aguantó hablando de toros y de caballos, y del restaurante El Rodeo de mi amigo Chema que ya no está con nosotros. Mi plato favorito eran esas maravillosas perdices que preparaba, y las patatas que hacía cuando íbamos a tentar a casa de Jeromo con Julio. Cuántas partidas he visto en casa de Isi; yo no jugaba pues nunca he sabido jugar a las cartas.

Luego tengo que nombrar también a la familia Ferino: qué grandes premios taurinos en el Conde Rodrigo 2 en estas fantásticas instalaciones con esa plaza de tientas magnífica.

Tengo que recordar los festivales que he lidiado en Carnavales, unos buenos y otros regulares, y alguno también malo, pero siempre venía con mucho cariño como ganadero a la plaza de esta ciudad. Tengo un recuerdo doloroso que fue la muerte de mío Fernando un Sábado de Carnaval, que tuve que venir al tanatorio, pero pueden mis grandes recuerdos buenos más que los malos y me quedo con los buenos.

Sé que me dejo mucha gente en el tintero pero estaría recordando mucho tiempo, grandes hombres que ha dado esta maravillosa ciudad, y momentos de mi vida que he pasado aquí con gente que siempre me han apoyado como si fuera uno más de Ciudad Rodrigo.

Desde aquí darles un homenaje a tres animales, que han sido muy importantes en mi vida, la burra de Alonso, el caballo Divertido, y mi yegua Amanecida que sin ellos esto no hubiera ocurrido nunca.

Y termino diciendo un dicho de garrochista que dice así: "dámela bien acosada que te la daré bien derribada". Ustedes me la han dado bien acosada, lo que no sé si la he derribado bien, en este impresionante marco que es este teatro.

Gracias a todos ustedes por escucharme, espero que hayan pasado un buen rato como yo lo he pasado con mis recuerdos y su compañía. Buenas noches.

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