Ahora bien, más que abundar en la vigencia de unas leyes pastoriles durante al menos nueves siglos, en vez de cuantificar los rompimientos de vías pecuarias fruto de la rivalidad entre agricultores y ganaderos, nos parece más oportuno exponer una serie de características definidoras de las cañadas reales, a saber:
1) La red de cañadas, cordeles y veredas forma una densa retícula viaria que dibuja una auténtica tela de araña sobre el terreno. La cifra teórica de 125.000 km debe ser revisada, pues fue hecha a base de equidistancias sobre el mapapor lo que deberíamos fijar definitivamente la longitud y anchura de las cañadas actuales; labor en la que está trabajando. En este sentido, siempre hemos conocido de forma parcial el itinerario de las cañadas: desde el siglo XV a través de los Libros de Apeos que laboraban los Alcaldes Entregadores de Mesta, dando cuenta de los rompimientos que en las vías efectuaban los campesinos; en el siglo XIX, mediante las "descripciones de cañadas" que efectúan los Visitadores Extraordinarios de la Asociación de Ganaderos del Reino; en el siglo XX, por medio de la cartografía de geógrafos de la Universidad y de funcionarios de los Ministerios de los que han ido dependiendo los caminos pastoriles; en fin, hasta no hace mucho por la memoria oral de los trashumantes que todavía hicieron a pie el recorrido o a tramos combinados con camión y ferrocarril. Luego, ha llegado el momento de acabar con este conocimiento parcial, para saber en términos numéricos el estado real de nuestra red viaria
2) Es un tópico la creencia en que se ha mantenido la anchura legal de cañadas, cordeles y veredas a lo largo de los siglos. Es más, quizás nunca hubo una cañada que tuviese noventa varas desde el inicio al final. Y ello por tres razones: una, que la orografía obligaba a estrechar o ensanchar los caminos, adaptándose la marcha del rebaño a la misma; la segunda es que en las cabeceras y los extremos la cañada se ensancha en forma de embudo, en unas para que converjan las diferentes cuadrillas y en los otros para que se expandan por las dehesas, y; la tercera razón estriba en que las vías pecuarias son vasos comunicantes, así que las cañadas castellanas enlazan con las rutas de los vaqueiros de alzada asturianos, las extremeñas con las portuguesas, las navarras y catalanas con el Pirineo francés, etc. Esto dificulta su representación cartográfica porque empasta los mapas.
3) La cartografía de las vías pecuarias tiene dos vertientes: una corresponde a la cultura académica y la otra a la cultura popular. La primera, que es la que se plasma en mapas físicos, realiza una abstracción de la red viaria, representando sólo las nueve gran- des cañadas reales, a saber: de La Vizana o de La Plata, Leonesa Occidental, Leonesa Oriental, Segoviana, Soriana occidental, Soriana oriental, Riojana, Conquense y del Reino de Valencia. Pero esto no es más que una convención que utilizan los estudiosos universitarios, y los peritos agrícolas de las instituciones oficiales, a sabiendas de que la realidad viaria es mucho más compleja. La segunda cartografía, que es la que se plasma en mapas mentales, lleva a cabo una descripción detallada de las marchas trashumantes que guarda en su memoria el pastor. La solución para que ambas cartografías se complementen sería la elaboración de un atlas histórico de cañadas utilizando fuentes eruditas y populares.
4) Las cañadas se diferencian de carreteras y vías férreas por su aparente falta de racionalidad, puesto que cortan el territorio peninsular a despecho de las dificultades orográficas, obedeciendo a una lógica pastoril que busca las yerbas para el rebaño y elude las poblaciones ávidas de grabar fiscalmente la actividad trashumante. De resulta, no discurren por los parajes de tránsito más cómodo, sino que atajan ríos y montañas, marchan por pendientes y cumbres más que por valles y llanuras. De esta forma, habilitan pastos frescos para las reses, acortan el tiempo de marcha, reducen los roces con los agricultores y se mueven en el filo de navaja de la divisoria entre términos municipales
5) Los nombres de las cañadas varían por tramos y obedecen a una toponimia elaborada por los lugareños. La denominación genérica de los viales que utilizamos los técnicos y profesores no invalida la toponimia local. Las especulaciones y abstracciones cartográficas se transforman si bajamos a la realidad vial a pie de cañada. Luego, en futuras cartografías, sería deseable reflejar tanto la nomenclatura oficial como la toponimia real, que como la propia cañada se irá modificando merced a los procesos de humanización del paisaje, las coyunturas económicas, los cambios políticos y las transformaciones sociales.
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