De seguir a este ritmo, cadenas de TV y prensa lograrán que los españoles abandonemos la sana costumbre de ver los telediarios y el ya escaso hábito de leer los periódicos de papel por dos motivos: el independentismo catalán y soportar las declaraciones del esperpéntico Puigdemont. ¿De verdad ya no sucede nada en las restantes comunidades autónomas digno de ser contado a los ciudadanos? ¿Hasta cuándo deberemos seguir soportando semejante paliza mediática?
Desde que huyó a Bruselas el ex presidente de la Generalidad no para obsequiarnos con su juego de absurdas y torpes astucias, asegurando desde Dinamarca el pasado miércoles 25 que su misión pasa por asistir a la investidura, pero lógicamente "sin ningún tipo de riesgo" y todo ello con la estúpida pretensión de seguir sembrado confusión en la Justicia y de paso tomarle el pelo a las fuerzas constitucionalistas. Sin olvidar que la presión soberanista está menoscabando la imagen de España en el exterior y comprometiendo nuestro crecimiento económico.
Por su parte, el peculiar ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, en aras de que el candidato de Junts per Catalunya no consiga colarse en el Parlamento el día que se celebra la investidura, ha anunciado que tanto Policía Nacional como Guardia Civil trabajan intensamente para que el candidato no consiga su propósito y procurando "que no entre ni en el maletero de un coche". Mayos astucia y precaución, imposible. España es una democracia sólida donde reina la legalidad en todos los aspectos, confianza necesaria para nuestros socios políticos e inversores extranjeros.
Hasta el momento nadie ha logrado desprestigiar tanto a los catalanes como el cenutrio Puigdemont. En caso de someterse a los españoles a una encuesta para votar al personaje más odiado del país, sin la menor duda y con todos los merecimientos aparecería el citado personaje. Pueden cuestionarse ciertos temas pero nunca el respeto a la soberanía nacional como están pretendiendo los independentistas.
Curiosamente, Puigdemont suele mostrarse excesivamente crítico con el Estado por la supuesta falta de separación de poderes en España, pero al propio tiempo si se muestra muy exigente con la intromisión del Poder Ejecutivo en el Judicial, pero siempre con la intención de que él pueda disfrutar de inmunidad.
Por ahora y a menos de una semana se desconoce cómo se producirá la investidura. En cualquier caso, esperemos que el Gobierno se ocupe y preocupe de no cometer el más mínimo error en este desdichado asunto. Las medidas, en apariencia, están acertadamente tomadas, habiéndose incrementado nuevamente la presencia policial en Cataluña como la vigilancia de fronteras? ¡Tiempo al tiempo!