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Los jabalíes son gregarios ...
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Los jabalíes son gregarios ...

Actualizado 27/01/2018
Andrés Barés

Hoy en día parece que vivimos en un mundo inculto y complejo, lleno de ruido y con muy poco criterio, en el que los valores desaparecen ayudados por unas redes sociales que crean mucha confusión, porque no siempre el receptor filtra adecuadamente.

Reflejo de tanto marasmo hay un formato y una tendencia que no parece que no para de crecer o de mantenerse en las cadenas de televisión de estos últimos tiempos. Son los programas de cotilleo tanto rosa como de debate político, incluso los de investigación tendenciosa, o de presuntos talentos. Son la culminación de un género, del tipo corrala de vecinas de antaño o taberna, que se exacerba. La consagración del rumor, de la conjetura, de la peor calumnia, etc., elevados a presunta categoría periodística que crea un mundo que se retroalimenta con sus propios contenidos, con el programa anterior, con opiniones anteriores dentro de sí. Se crea así un universo cerrado sin referentes objetivos. Incluso en los programas de cazatalentos se aderezan de payasadas, para resaltar a otros.

Estos programas son la extrema degradación de la dignidad del discurso y de la comunicación, además de la valía de los ciudadanos que luchan en el anonimato todos los días. La circularidad de los temas, la ablación de los contenidos, la hipertrofia de la forma del debate, violenta y vulgar, en el lenguaje y en el trato, la negación del otro en los presuntos debates, en ocasiones preparados para ganar audiencia, no son más que la consagración de la soez, la falta de intelectualidad, el griterío y el insulto... Muchos de sus protagonistas habituales deberían estar encerrados en la cárcel o en un psiquiátrico, o con terapia para rehabilitarlos. No son conscientes del daño social que hacen a la juventud y a la ciudadanía en general, creando pésimas corrientes de opinión, espectativas y tendencias. Incluso podríamos afirmar que quitan toda espectativa a cualquier persona mínimamente normal de que la sociedad reconocerá su valía, y que vale la pena el esfuerzo personal.

Dan un pésimo modelo de lo que debe ser el debate o el diálogo entre las personas civilizadas o públicas. Se prima como valor la invectiva a personajes públicos, a personas que encarnan lo anteriormente citado y que, por su poder mediático más que por su ejemplaridad personal, anulan cualquier respuesta o defensa.

La imprecación, el jurar o matar por sus descendientes, que culpa tendrán los pobres, es la imagen o la traducción del carisma basado en la imposición de la razón mediante la violencia expresiva, convirtiendo dichos programas en ejemplo para que aumente el terrorismo civil, es decir, la violencia de género, el acoso en el trabajo, y sus mil derivaciones en todos los ámbitos de la vida y de las edades de los espectadores.

En este tipo de programas ya no hay lugar para la verdad ni el pudor, ni siquiera el sentido del ridículo. Ver a una joven decir que se ha acostado con tal señor o por decirlo de modo que su moral es algo distraída, o suelta, puede llegar a asombrarnos a nosotros, y a ella misma cuando lo piense al cabo de un rato. Se vende la honestidad, incluso de la tribu, género o especie, por dinero, en pocas palabras el futuro y la vida en directo y delante de todos. Hemos llegado a un punto en que lo que se muestra en la pantalla crea su propio universo al margen de la moralidad verdadera.

La televisión podría ser un extraordinario medio cultural, pero no puede serlo porque nos domina la cultura de la degradación y del cachondeo, del todo vale frente a los verdaderos valores, y ello socaba la realidad. Aunque seamos conscientes de lo que se nos ofrece en muchas ocasiones es una mera pantomima.

Este relato selectivo a su manera, sometido a una doble censura del poder económico, que crea tendencias de todo tipo, y del poder político, se come la realidad, la neutraliza o la ignora. Se multiplican así las maneras de verla según convenga. Este proceso de contaminación de la información por el espectáculo está alcanzado cotas importantes. Ello nos puede también hacer pensar que convivimos desde hace años cada vez más con una política basura, una economía basura, un periodismo basura, un cine basura, etc.

La humillación vende y atrae, y todo lo envuelve, porque tranquiliza pues podemos pensar que otros lo están pasando peor. Los méritos venden cada día menos que los defectos, de la misma forma que las malas noticias venden más que las buenas. El resultado de todo esto es la retribalización y la analfabetización intelectual y social de cualquier tendencia. Por supuesto esto es un desastre pensando en el futuro no muy halagüeño que nos espera para la mayoría ante un mundo global, cuyos protagonistas serán unos pocos cada vez más especializados y alfabetizados.

Cuidado con los gregarios, el toro de lidia es un animal gregario pero tiene un grupo organizado jerárquicamente y cada miembro sus querencias, sus normas, sus costumbres, etc. Cuantas manadas de humanos deberían aprender de los animales gregarios. Mientras, así nos va con el panorama económico y político actual del que parece, viendo los hechos que lo adornan, no vamos a salir, al menos muy bien parados ...

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