Petro de Tapia, otro villorejo desconocido

Hace unos días, un programa muy popular de la cadena Cuatro, hizo un bonito reportaje sobre Fernando Gallego, el inventor desconocido, y aunque en Villoria no era muy desconocido, es verdad que poco se sabía de él, y lo peor es que no tiene ni una calle, ni una escultura, ni ningún reconocimiento por parte de las autoridades, y yo creo que bien merecido lo tiene.

Pero a raíz de Fernando Gallego que ahora al menos todo el mundo le ha revivido y habla de él, investigando un poco en la Wikipedia, la Gran Enciclopedia de Internet, habla sobre el dominico Pedro de Tapia, que nació en el año 1582 en Villoria, y llegó a ser Arzobispo de Sevilla.

Según recoge la enciclopedia, cuando los territorios del Reino de Aragón se negaron a contribuir para la guerra contra Francia, Felipe IV de España lo envió como mediador, llevando a cabo la tarea con éxito. El Conde-duque de Olivares solicitó su ayuda financiera, y éste le ofreció toda la plata excedente en su iglesia, con la condición de que los nobles hicieran lo mismo. Gobernó la diócesis hasta el año 1649, en que fue promovido obispo de Córdoba. Ayudó en ella con motivo de la peste, y consiguió que la nobleza de la ciudad contribuyera en la causa. Como mecenas en la ciudad, encargó al pintor Antonio del Castillo y Saavedra la decoración de la denominada puerta del Perdón de la catedral de Córdoba.

Al final va a ser verdad que nadie es profeta en su tierra, y que en nuestro pueblo tenemos más de lo que pensamos. Gente valiente y arriesgada que han llegado muy lejos.

Pues sepamos también de este hombre de Villoria, que llegó bien lejos. Hizo un montón de cosas, más en esa época, y creo que nadie habla de él.

Al final honrar a nuestros antepasados, estar orgullosos de ellos, es lo que nos hace mejores, y que nos sintamos bien orgullosos de ser villorejos.

Espero que el Ayuntamiento haga una calle a Fernando Gallego, pero que no se olvide también de este hombre (villorejo) que tiene un montón de historia, como se recoge en este artículo.

Miguel Ángel Palomo Corredera