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Capacidad para afrontar el peligro...
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Capacidad para afrontar el peligro...

Actualizado 20/12/2017
Miguel Mayoral

Hoy nos podemos preguntar: ¿Quién ha negado el acceso a la verdadera educación de las familias, a la buena? La respuesta es muy amplia. Una cosa es un puesto en un pupitre y otra cosa han sido las leyes que desde 1982 han dado acceso a todos a una educa

Los que han visitado la Academia de Artillería han podido leer en una de sus paredes una lápida de mármol en la que están escritas las palabras del General Gª Loygorri, artillero ilustre: "Cuando una educación noble e ilustrada despeja el entendimiento y fortalece el corazón aunque no alcance a transformar en héroes todos los jóvenes que la reciben, tiene una gran probabilidad de predisponer a muchos y de conseguir algunos".

La educación de la buena en valores cívicos y militares, que no son muy diferentes, es muy importante para formar buenos ciudadanos. Sabido es que una de las virtudes militares más importantes es el valor, que debe surgir de nosotros frío, sereno y razonado, al tener un concepto claro de los ideales que rigen la vida militar. No por ello debe de dejar de ser una también una virtud cívica. Este tipo de valor que podemos clasificar de moral, no va a necesitar de actos espectaculares para acreditarse ni de hechos asombrosos. Pero al estar impreso en nuestros corazones nos da el control cuando nos encontramos en situaciones bajo presión. El valor nos hace ser capaces de sobreponernos a la fuerza del instinto, y ser capaces de dominar el miedo. El valor nos hace tener miedo a tener miedo, nos da la templanza para seguir adelante. El valor sin honor no tiene ningún sentido.

Una de las condiciones en las que un militar se ve obligado a actuar bajo presión es la de disparar repeliendo un ataque, que no tiene nada que ver de disparar haciendo puntería sobre dianas de cartón. Nuestras capacidades bajo presión en gran medida dependen del control de nuestra mente. A mayor control, mayor concepto del honor y ciudadanía, mayores serán los resultados. Para ello el conocimiento, la educación, la rutina y el entrenamiento son importantes. Para algunos todas las tácticas y movimientos que se realicen durante la neutralización de un ataque son una pérdida de tiempo, lo que realmente importa es acertar con precisión y principalmente al primer disparo. Pero lo más normal es que el disparar mientras se sale de la línea de tiro del adversario, sólo sirva para, tres cosas, fallar los disparos, correr el riesgo de tropezar y caer, y para seguir entrenando. El manejar las armas de forma rutinaria y con conocimiento es muy importante; al igual que nuestra vida. Para la vida la inteligencia es nuestra mejor arma, y la hay que cultivar en todos los aspectos. Es decir sin miedo y con la mayor naturalidad. De esta forma damos más tiempo a la mente para estudiar los problemas y al adversario.

La realidad es sólo una, y la presión del tiempo, que podemos experimentar en la vida diaria, no se acerca ni de lejos a la presión vital de defender la propia vida en un instante. En esos momentos el tiempo se detiene, todo va a cámara lenta. Todos nuestros sentidos se multiplican frente a nuestros agresores que no son ineptos, lentos ni indecisos, pues el malo también suele acertar con su ataque. La realidad en esos momentos supera con mucho a la ficción.

La diferencia entre el fracaso y nuestra supervivencia está en el valor, la capacidad de afrontar el peligro de cada uno, que es resultado del entrenamiento que nos da la vida a cada uno de nosotros, y de forma fundamental del espíritu cívico y militar, es decir, la suma de las virtudes cívicas y militares de las que estemos empapados. De ahí la importancia de cultivar las virtudes cívicas y militares durante toda nuestra vida y poner todo lo que podamos de nuestra parte para superarnos cada día y alcanzar el éxito.

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