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Construir historias de vida para regenerar el apego.
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Construir historias de vida para regenerar el apego.

Actualizado 18/12/2017
Jesús Garrote

Cuando nos sentamos ante un niño o una niña para escuchar su vida, lo hacemos con respeto, sin juzgar y pidiendo permiso. Nuestras intervenciones deben ir encaminadas a preguntar por lo positivo que ha conseguido o que han conseguido en la familia a pesar de las dificultades o las desgracias. La pregunta sería hacia qué es lo que más te ha gustado, de lo que te sientes más orgulloso o lo menos malo.

Sea lo que fuera siempre se puede deconstruir y redefinir en positivo. Siempre se puede ver la realidad desde distintos puntos de vista, que no sean limitantes y que permitan no estar embotados afectivamente. He contado muchas veces como un niño estaba resabiado porque decía que su madre era una puta y lo había abandonado. Sin embargo después de conocer a otras mujeres que eran adictas a la heroína, entendió que su madre a pesar de estar tan enferma era una heroína y lo quería tanto que murió a su lado. La misma realidad de una forma lleva a hacer daño a los demás y de otra nos ayuda a recuperar la ternura y curar rencores.

Usamos el lenguaje presuposicional, y hacemos resúmenes de lo que nos cuentan redefiniendo y dando control de los éxitos al propio niño.

Es muy importante no interferir o ir en plan detective obligándole a narrar con exactitud los hechos. La historia que construimos para poder estar bien puede tener partes inventadas que pueden ser muy útiles para conseguir una salud mental.

Externalizamos los problemas para no culpabilizar, para poder luchar contra ellos sin hacer daño al niño y ayudando al niño a reconocer el problema personalizándolo o representándolo en un animal como el lobo, el león o el monstruo que ellos elijan. De esta forma encontramos herramientas para anticiparnos a la violencia o reconocer adicciones, etc.

Se deben hacer prevenciones de recaída para que después de una mejoría no nos hagamos demasiadas expectativas y estemos preparados para nuevas crisis como parte de la evolución a mejor. Esto es muy distinto a las profecías autocumplidoras donde un profesor o un padre esperan lo peor y ya están a la defensiva tratando al niño como si ya lo hubiera hecho mal.

En una escala de uno a nueve le preguntamos en qué número está y qué ha hecho para llegar hasta ahí, reforzando mucho sus intentos. También le preguntaremos que qué puede hacer, independientemente de lo que hagan los demás para subir un punto en la satisfacción consigo mismo.

Por supuesto exploraremos sus sueños analizando con él qué parte de los mismos ya se están cumpliendo. Se llama pregunta milagro y nos permite el lenguaje paradógico de cuentos y magias que nos puede abrir caminos de esperanza y valentía.Siempre aterrizaremos con objetivos académicos, y conductuales, con tareas evaluables. Pero aumentamos su resiliencia, su autoestima y tolerancia a la frustración cuando lo liberamos y lo sentimos como es, admirando sus esfuerzos. La persona y la vida es algo más que un puñado de conductas.

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