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Odiseo, en prosa (y X)
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Odiseo, en prosa (y X)

Actualizado 16/12/2017
Fructuoso Mangas

Cierro con esta comunicación los artículos dedicados a este protagonista de la Odisea, propuesto por Homero hace casi tres mil años como prototipo y clave de la vida de una persona en medio del mar de la vida. En ese mar seguimos y Odiseo sigue como

Odiseo fue cantado y encumbrado por Homero con más de quince mil versos para darle una altura de siglos, pero la realidad de lo que él es y de lo que él revela y propone como "camino" es bien diaria y va y viene por la vida de todos y está escrita en rigurosa prosa de andar por casa y por cualquier calle de la vida, que también en la vida de todos los días hay momentos heroicos dignos de ser cantados en nobles hexámetros. Por eso, entre otras razones, la Odisea es "un clásico".

Recuerdo una pintura de la última cena en la que el grupo de los Doce discípulos va saliendo del cenáculo y por el lado contrario entra una mujer con las artes de la limpieza en la mano, dispuesta a fregar suelos y recoger desperdicios. El cuadro quería subrayar la alta nobleza de la sirvienta ante la indiscutible dignidad de los comensales. Pues algo así. La vida está llena de gente que se merece las altas estrofas de un poeta como Homero y la voz musical y solemne de un rapsoda que lo cante.

La lista es interminable, pero al menos rescato algunos perfiles.

Basi, Basilia para el DNI, trabaja en varias casas. Quizás le interesaría trabajar en una sola atendiendo todo el día a alguna persona mayor, pero el trabajo por horas le da cierta flexibilidad laboral que le viene bien y además acaba sacando algo más de dinero al mes. Lo cierto es que cada día acaba tan rendida que no cree que pueda seguir así muchos meses y no ve salida. En lo que no ve salida tampoco es en el vicio del tabaco. La tiene atrapada y ya con serios problemas de salud. Y no sólo es la salud, es sobre todo el dinero que supone a fin de mes fumar cada día unos doce o quince cigarrillos. Lo ha intentado, pero nada; incluso daría lo que fuera por dejarlo, pero es más fuerte que ella y es incapaz de escapar de la trampa.

El día que pueda escapar Basi de su pequeña cueva donde la tramposa maga Circe la tiene atrapada con un falso placer que no va a ninguna parte que no sea la ruina, ese día Basi habrá seguido el buen camino de Ulises. Y aunque el tema sea tan de diario y parezca casi trivial, podría cantarlo un poeta. Homero estaría dispuesto.

Caetano, hijo de labradores en Oliveira, cerca de Viseu, se vino a estudiar a Salamanca. Tenía muchas ganas de salir de aquel rincón y llegó a Salamanca la culta con todas las ganas del mundo de ser independiente y de dejar atrás la vida tan sin aliciente que vivía en el pueblo. Y lo ha logrado más o menos, con alguna escapada a Viseu los findes. LLeva en Salamanca tres cursos y todavía está deslumbrado por la vida nocturna de la ciudad y la libertad que se palpa aun en el piso que comparte con otro chico y dos chicas. Cada día se acuerda menos de sus padres y de su hermana, allá en el limbo del pueblo, y se siente felizmente engullido por la vida feliz de casi todos los días. Las clases son otra cosa, el dinero le llega puntualmente y aunque sus padres lo ganan a base de mucho trabajo en el campo y con el ganado, lo cierto es que viven con desahogo. Por eso, ¡no problem! (es un dicho suyo para casi todo), dinero a punto, padres lejos, y la memoria trucada para no recordar ni sentir ni juzgar ni volver. Lo mejor es olvidar problemas y vivir.

El día en que Tano (así lo llaman en casa) recupere el sentido y la memoria y deje de consumir las flores de loto que consume cada día en Salamanca hasta perder la dignidad personal y la memoria familiar, ese día Walter, como los compañeros de Odiseo en aquella isla de los lotófagos, será él mismo, sabrá quién es y recuperará el tiempo perdido. Cada uno puede tener su propio avatar. Y si un día Homero pasase por su vida podría dedicarle una hermosa canción.

Artemio es un jubilado de larga duración. Trabajó en la Renfe y el trabajo era su vida y su casa. También el bar y su media docena de amigos. Y ahora que no tiene ni bar y los amigos ya no son lo que eran, se ve solo y se siente desgraciado. Se consuela entre la bebida y el juego, a solas y a su aire de perdido. Sembró vientos y ahora sólo recoge tempestades, como los marinos de Odiseo cuando por egoísmo abrieron el odre de los vientos de Eolo.

El día en que Artemio pase por el estrecho paso entre Escila y Caribdis, entre su mundo y el de los demás, se libere de su encierro y descubra lo que le falta, será otra persona y podrá vivir todavía la mejor aventura de su vida. Y esa vuelta a la vida, a la familia y a la gente tendría que ser cantada en largos hexámetros de fiesta.

Alejandra, casada y sin hijos, es feliz entre la abundancia y multitud de sus cosas, desde la piscina hasta el último mueble de estilo colocado en el salón pasando por un ropero interminable o por una abundante joyería en la que apenas asoma la bisutería. Vive atrapada por ese gigante de un solo ojo que se llama Derroche y se apellida Capricho. Y no ve más. Ah, no olvidemos que Polifemo significa "de muchas palabras". Es un embaucador?

Si un día ella cayera en la cuenta de dónde anda y adónde va y para qué es todo lo que tiene, podría salir, siempre a duras penas y con una contundencia extrema como Odiseo en aquella cueva de Polifemo, de la trampa mortal en la que está atrapada. Y cualquier Homero que pasara por allí podría hacer un hermoso canto a tal cambio de vida y de valores.

Y así miles de odiseas y avatares que pasan cada día ante nuestros ojos. Odiseo sigue vivo, casi siempre en la prosa diaria y ya sin Homero que lo cante, pero bien vivo.

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