En muchos foros y tribunas, profesionales y sociales, se utiliza frecuentemente la palabra ética y, me gustaría dedicarle una columna preventiva a la misma porque se habla de ella sin realmente conocer lo que representa y, a lo que nos lleva como personas y como profesionales, con independencia del ámbito de actuación.
La ética orienta a los individuos, ciudadanos y profesionales, para usar adecuadamente la libertad individual y, sus competencias, a través de sus principios. Los primeros son de mínimos: No maleficencia (No provocar daño, Primun Non Nocere) y Justicia (tratar a todas las personas por igual, sin diferencias, para logra equidad). Los segundos son de máximos: Beneficencia (provocar beneficios por ser competentes) y Autonomía Personal (garantizar la libertad de los demás con sus decisiones). Por ejemplo, en Medicina se utiliza el Consentimiento Informado para que el paciente decida, una vez informado, si desea someterse a una intervención o prueba que tiene algún riesgo.
Por tanto, los principios éticos les dicen a las personas como comportarse a nivel individual utilizando la libertad como derecho humano que consagró la primera generación de Derechos Humanos. Al seguir comportamientos éticos se crean buenas costumbres y una forma de vida que conlleva comportamientos cívicos, responsables, y humanos con los que piensan diferente, con los que tienen diversidad funcional y, con los que son adversarios en ámbitos sociopolíticos. Pero la realidad es que esta cultura ética está bajo mínimos y, en consecuencia, se ha provocado un gran daño a la Sociedad por generar frustración, insatisfacción e injusticias, dado que son muy pocos los que asumen sus responsabilidades ante el daño realizado. Los síntomas que ponen de manifiesto que estamos faltos de comportamiento cívico son insatisfacción, la frustración, la impotencia y la irritabilidad que dan lugar a ansiedad y estrés, que hoy son muy frecuentes y, que dan lugar a somatizaciones y, problemas de Salud.
A la Sociedad española, le sobran problemas identitarios provincianos y nacionalismos obsoletos, porque ponen el riesgo la unidad cuando sólo existe una identidad y una raza, la Humanidad y la Humana. Y porque lo que se tiene que hacer es vivir, convivir y compartir con positividad la Sociedad que se ha logrado con el esfuerzo de muchas generaciones. Actualmente, disfrutamos de una de las Sociedades más avanzadas en ciencia y tecnología, en sanidad y, en servicios sociales y, por tanto, tenemos el deber ético de cuidarla para que no nos pase como con la Salud, que sólo la valoramos cuando la perdemos.
A esta situación, de déficits de comportamiento cívico y ético, se añade frecuentemente la conducta de irresponsabilidad individual ante el compromiso y la solidaridad, como suele ser la conducta de mirar para otro lado y no apoyar al que sufre situaciones injustas. En mi opinión, se puede afirmar que existe un problema social de difícil solución mientras no seamos conscientes de que Todos, ciudadanos, instituciones y, estamentos sociopolíticos, deben fomentar la Educación Cívica como herramienta básica y transversal que nos previene frente a los riesgos que representan los radicalismos, los fanatismos, los salvadores patrios y otras especies.
En este contexto, espero, que el próximo equipo rectoral de la Universidad de Salamanca, fomente la cultura de la responsabilidad social y, la ética para acabar con las dinámicas dañinas y obsoletas internas que ponen en riesgo el rol social de la Universalidad y, la formación adecuada y ética de los futuros profesionales.
En conclusión, la Salud se necesita para vivir, la ética para ser más humanos y, mejores.
JAMCA
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