Una lectura plana de la Odisea no sabe qué hacer con Odiseo que llega a la puerta de su casa en Ítaca. Y de hecho les pasa a muchos comentaristas, que sin ver más allá y sin trascender los nombres y lugares, tienen que corregir los últimos pasos de Odiseo y desdecir lo dicho. Sin trascendencia el relato muere. Y esto es más grave de lo que parece: media vida recorriendo un camino a ninguna parte, vieja tentación del pensamiento occidental. Nadie regresa y nadie partió, solo hay algunas estelas en el mar? En este punto nunca le di la razón al maestro Machado.
Así lo presenta desde México Héctor Carreto, poeta y latinista, en el final de un largo y provocativo poema: Al bajar al fin a Itaca,
la puerta no reconoció
mi cutis, quizá por arrugado.
Mostré mi pasaporte, firmé documentos,
saqué algunas monedas.
Adentro el piso era más frío, más sucio.
Al llegar al comedor
saludé a la mesa: me miró confusa.
Le recordé banquetes, nombres,
fechas memorables.
Fue inútil.
La silla, con pelo ya cansado,
me recordaba menos:
en ella se posaron tantos cuerpos, tantas huellas.
Las paredes, más pálidas que nunca,
no sonrieron.
En fin,
la casa había cambiado.
Al llegar hasta Penélope
- mi fiel Penélope -
me llevé una gran sorpresa:
ella, aún de espaldas,
me reconoció inmediatamente.
Mi fiel Penélope.
Volvió la cara: era otra.
Es la observación tajante y casi brutal de J. L. Borges: No hay Aurora de Rosados Dedos. No hay música. Sólo hay silencio.
Sin ese "complemento" tan precioso que es la fe, no extraña este final imaginado para Odiseo:
Nadie le conocía. Quizá estuviera loco.
Carlos Clemetson, Filólogo cordobés
Declaraba don Miguel D´Ors, nieto de don Eugenio, con enorme riesgo de falso nominalismo:
Ítaca apenas
es algo más que un nombre; sólo un nombre
en el que la esperanza se encastilla.
Por eso si no hay más que eso, se lamenta y se revuelve el salmantino José Luis Puerto como un desesperado Job cualquiera recostado en sus harapos:
mas me subleva ser nada aquí en tierra,
ahogarme en el vaso de vino que bebo cada día.
No era la vuelta tan sencilla,
ya traía Odiseo una herida
abierta
desde aquella noche en el Hades,
con un punto de sospecha
cierta.
A pesar de ese pesar oscuro
sigue en pie y plantado en
cubierta
porque necesita a su Ítaca
y no le queda ya ninguna
contraoferta.
Parece juego de palabras
pero en él se juega la vida,
por eso iza la vela y rema
mar adentro, es la consigna
para la mejor aventura.
El Futuro le espera en su isla.
Fiorella Manteano, otra que afirma: Continuará?
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