Unido al absoluto respeto hacia el sentimiento independentista de los sinceros ciudadanos catalanes que aspiran a segregarse de España en el mundo globalizado del siglo XXI, cabe expresar la más firme discrepancia con los métodos sectarios, absolutistas, abusivos e ilegales seguidos durante el procés por los líderes separatistas, capitaneados por el efímero presidente de la República de Catalonia, don Carles I el Breve.
El reconocimiento sentimental -no político, ni intelectual- a los militantes anónimos del secesionismo, contrasta con el desprecio que merece su líder máximo, convertido por obra y gracia de sus actuaciones en un falso timonel, cínico, manipulador, escurridizo y cobarde, que ha jugado al escondite con dados de trilero sin definir claramente posiciones, para terminar dejando al pairo a sus seguidores, mientras cubre las espaldas en tierra extranjera con rígica concha belga de molusco bivalvo, denigrando injustamente la justicia española con un cinismo digno de figurar en el libro Guinness de la hipocresía, exhibida con patética comicidad.
Payaso es el artista ambulante que hace reír a los demás con sus piruetas mentales, palabras y gestos, como le está sucediendo a este periodista amerenc republicano que peregrina buscando protección en un reino, provocando risas con sus payasadas bajo máscara tragicómica de fracasado histrión, sin mérito alguno para ser respaldado y seguido por ciudadanos secesionistas, porque nunca la Generalitat llegó a menos ni Casamajó a más.
Catalanes que no merecen ser liderados por este prófugo cabecilla, con inmerecido reconocimiento y frustrada ambición de caudillo, tras llevar el independentismo al despeñadero con difícil camino de regreso, porque el descendimiento, la frustración y el desengaño no han hecho más que empezar, si las predicciones se cumplen y los unionistas acuden todos en masa a las urnas el próximo 21 de diciembre.
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