Amar significa no seguir dividiendo a la familia humana entre los que gozan de lo superfluo y los que carecen de lo necesario
El pasado 16 de octubre, con ocasión del Día Mundial de la Alimentación, el Papa Francisco visitaba la sede de la FAO en Roma. Se trata del organismo de la ONU que se cuida de la alimentación en el mundo. Y en esta visita el Papa dirigió al personal de dicha institución un discurso de amplio alcance, que nos puede dar lugar a nosotros para una reflexión sobre tema de tanta trascendencia como el hambre en el mundo, que afecta en forma severa a más de 800 millones de personas.
El Papa se dirige expresamente "a las autoridades que nos acompañan, así como a los Representantes de los Estados Miembros y a cuantos tienen la posibilidad de seguirnos desde las sedes de la FAO en el mundo". Y dirige un saludo particular a los Ministros de agricultura del G7 que estaban allí presentes después de haber finalizado su Cumbre.
Tras una breve referencia a los motivos que llevaron a la creación de la FAO en 1945, entra en la reflexión sobre la realidad actual, que "reclama una mayor responsabilidad a todos los niveles, no sólo para garantizar la producción necesaria o la equitativa distribución de los frutos de la tierra ―esto debería darse por descontado―, sino sobre todo para garantizar el derecho de todo ser humano a alimentarse según sus propias necesidades, tomando parte además en las decisiones que lo afectan y en la realización de las propias aspiraciones".
"Las muertes a causa del hambre o el abandono de la propia tierra son una noticia habitual, con el peligro de provocar indiferencia. Nos urge, pues, encontrar nuevos caminos para transformar las posibilidades de que disponemos en una garantía que permita a cada persona encarar el futuro con fundada confianza, y no sólo con alguna ilusión".
La situación actual del mundo "manifiesta una creciente capacidad de dar respuestas a las expectativas de la familia humana, también con la contribución de la ciencia y de la técnica, las cuales, estudiando los problemas, proponen soluciones adecuadas. Sin embargo, estos nuevos logros no consiguen eliminar la exclusión de gran parte de la población mundial: cuántas son las víctimas de la desnutrición, de las guerras, de los cambios climáticos. Cuántos carecen de trabajo o de los bienes básicos y se ven obligados a dejar su tierra, exponiéndose a muchas y terribles formas de explotación".
Pasa luego el Papa a analizar la relación entre el hambre y las migraciones, problema que sólo se puede afrontar si vamos a la raíz del problema. Según él, son dos los principales obstáculos que hay que superar: los conflictos y los cambios climáticos.
"Se necesita buena voluntad y diálogo para frenar los conflictos y un compromiso total a favor de un desarme gradual y sistemático, previsto por la Carta de las Naciones Unidas, así como para remediar la funesta plaga del tráfico de armas. ¿De qué vale denunciar que a causa de los conflictos millones de personas sean víctimas del hambre y de la desnutrición, si no se actúa eficazmente en aras de la paz y el desarme?".
"En cuanto a los cambios climáticos, vemos sus consecuencias todos los días. Gracias a los conocimientos científicos, sabemos cómo se han de afrontar los problemas; y la comunidad internacional ha ido elaborando también los instrumentos jurídicos necesarios, como, por ejemplo, el Acuerdo de París, del que, por desgracia, algunos se están alejando. Sin embargo, reaparece la negligencia hacia los delicados equilibrios de los ecosistemas, la presunción de manipular y controlar los recursos limitados del planeta, la avidez del beneficio. Por tanto, es necesario esforzarse en favor de un consenso concreto y práctico si se quieren evitar los efectos más trágicos, que continuarán recayendo sobre las personas más pobres e indefensas. Estamos llamados a proponer un cambio en los estilos de vida, en el uso de los recursos, en los criterios de producción, hasta en el consumo, que en lo que respecta a los alimentos, presenta un aumento de las pérdidas y el desperdicio".
Grave denuncia del Papa que no estaría de más tenerla en cuenta y procurar llevarla a la práctica. Él mismo nos invita a no tomar el hambre "como una enfermedad incurable". "Las recientes previsiones formuladas por vuestros expertos contemplan un aumento de la producción global de cereales, hasta niveles que permiten dar mayor consistencia a las reservas mundiales". Pero "los recursos alimentarios están frecuentemente expuestos a la especulación, que los mide solamente en función del beneficio económico de los grandes productores o en relación a las estimaciones de consumo, y no a las reales exigencias de las personas".
Y el Papa pasa a las indicaciones prácticas: "Frente al aumento de la demanda de alimentos es preciso que los frutos de la tierra estén a disposición de todos. Para algunos, bastaría con disminuir el número de las bocas que alimentar y de esta manera se resolvería el problema; pero esta es una falsa solución si se tiene en cuenta el nivel de desperdicio de comida y los modelos de consumo que malgastan tantos recursos. Reducir es fácil, compartir, en cambio, implica una conversión, y esto es exigente".
"Por eso, me hago a mí mismo, y también a vosotros, una pregunta: ¿Sería exagerado introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad, misericordia? Estas palabras expresan, efectivamente, el contenido práctico del término «humanitario», tan usado en la actividad internacional. ? el amor inspira la justicia y es esencial para llevar a cabo un orden social justo entre realidades distintas que aspiran al encuentro recíproco. Amar significa contribuir a que cada país aumente la producción y llegue a una autosuficiencia alimentaria. Amar se traduce en pensar en nuevos modelos de desarrollo y de consumo, y en adoptar políticas que no empeoren la situación de las poblaciones menos avanzadas o su dependencia externa. Amar significa no seguir dividiendo a la familia humana entre los que gozan de lo superfluo y los que carecen de lo necesario".
"En cambio, vemos que se disminuye la ayuda pública al desarrollo y se limita la actividad de las Instituciones multilaterales, mientras se recurre a acuerdos bilaterales que subordinan la cooperación al cumplimiento de agendas y alianzas particulares o, sencillamente, a una momentánea tranquilidad".
Y termina el Papa Francisco, después de aportar unas reflexiones tan clarificadoras: "Deseo que cada uno descubra, en el silencio de la propia fe o de las propias convicciones, las motivaciones, los principios y las aportaciones para infundir en la FAO, y en las demás Instituciones intergubernamentales, el valor de mejorar y trabajar infatigablemente por el bien de la familia humana".
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