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La democracia y el lechero
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La democracia y el lechero

Actualizado 26/10/2017
Francisco López Celador

Si al famoso estadista Winston Churchill le pidieran una nueva definición de democracia ya no podría usar la metáfora del lechero llamando a la puerta a las seis de la mañana. O ha cambiado el concepto de democracia, o hay mucha más gente dispuesta a madrugar. No. Ahora la democracia ?para algunos--es otra cosa muy distinta. De momento, ha cambiado hasta de forma. Si antes era un concepto uniforme, que todo el mundo era capaz de comprender a la primera, ahora puede presentarse con distinto aspecto, dependiendo de quién pretenda hacer uso de ella. Quiero decir que ahora está adquiriendo la forma de embudo: para ti la parte estrecha y para mí la ancha.

Se nota que acabamos de entrar en la era de la posverdad. Estamos asistiendo a la falsificación de la verdad a base de una propaganda política que descansa en algo tan sencillo como la repetición hasta la saciedad de aquel concepto político que favorece al pregonero. El ejemplo más inmediato lo tenemos en Cataluña. El Gobierno de la Generalidad está capacitado para ejercer su función al margen de las leyes españolas y, por contra, España es el país opresor que, saltándose la democracia, quiere "destrozar" los derechos del sufrido pueblo catalán. Su propaganda ha sido tan eficaz que ya han alcanzado dos metas nada despreciables: por un lado, ya hay toda una generación de catalanes convencidos de tener la razón y la ley de su parte; por otra, no pocos medios de comunicación extranjeros ?por ignorancia o por mala fe- se muestran críticos con la actuación del Gobierno de Madrid. La fractura social es de tal magnitud que la posible solución del conflicto va a resultar muy difícil. Todo apunta a un enfrentamiento callejero, que es la peor situación para conseguir una solución sin el empleo de la firmeza y la exigencia del cumplimiento de la ley.

Cambiando el cliché, nuestro paisano, el director de cine José Luis García Sánchez, se ha metido en un buen charco. Como quien no quiere la cosa, al recibir la Espiga de Oro de la Seminci, terminó su agradecimiento recomendando a los oyentes: vayan más al cine y menos a las procesiones. El Sr. García Sánchez, cuya categoría profesional no pongo en duda, podrá alegar en su descargo que no se imaginaba la polvareda que levantaría tal comentario, o que fue hecho sin doble intención. No es fácil de creer en una mente tan preclara como la suya. Más bien podría tratarse de la extendida costumbre progresista ¿? de no perder ocasión a la hora de atacar de forma gratuita a la religión. A la religión católica, se sobreentiende, porque raramente lo hacen con la musulmana, por ejemplo. Claro, los católicos suelen poner la otra mejilla, pero algunos musulmanes no admiten esas bromas y las apagan, por desgracia, con sangre. Eso, Sr. García Sánchez, con todo el respeto que me merece su persona y su condición de paisano, es practicar la democracia del embudo. A mí me han llegado peticiones de redes sociales para que me una a quienes solicitan que le sea retirada a Ud. la Espiga y su dotación económica y, si accediera a ello, estaría cayendo en su mismo pecado. Nada tiene que ver el culo con las témporas. Deje Ud. tranquila a la gente que se sienta cómoda en las procesiones, porque no lo hace para ofender a nadie. Y, si esa misma gente no acude con frecuencia al cine, debe pensar que no tiene los mismos gustos que Ud., o piensa que no todo el cine que se hace en España tiene la suficiente calidad como para convencer a la mayoría. La democracia, además de la definición de Churchill, también consiste en respetar la opinión de quien no piensa como nosotros.

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