Estos días hemos sabido que un productor de cine, en Hollywood, acosaba sexualmente a las actrices sirviéndose de su relación de poder laboral (dar o quitar guiones) y social (el silencio complice de esta industria tan permisiva en estos temas). Es un delito penal muy grave que habrían sufrido varias decenas de mujeres.
No puedo hacer un análisis profesional del caso, porque solo tengo, como usted, informaciones de prensa, que nunca permiten valoraciones profesionales. Pero vale la pena pensar y hacer pensar sobre este caso, tan frecuente.
En primer lugar, es evidente que el culpable en sentido penal es el productor, dueño del poder y seguramente de la habilidad social de usarlo. Este punto de vista es evidente y el más importante, porque el culpable es quien tiene poder y lo usa para doblegar la voluntad de sus víctimas. Delito penal y falta de ética del consentimiento.
Pero yo quiero también añadir otro punto de vista (no correcto políticamente) en un caso en el que las víctimas son muchas y, además de sufrir, supongo, con el acoso, obtuvieron ventajas profesionales que pudieron no deberse a sus meritos como actrices. Puedo comprender que se jugaban mucho rechazando o denunciando al acosador, y que toda la culpa debe caer sobre él, pero desde el punto de vista ético me atrevo a decir lo siguiente:
Aplaudo que ahora lo denuncien. Gracias por su valentía.
Si lo hubiera denunciado la primera o las primeras, habrían parado a este acosador, impidiendo que lo repitiera con ellas y con otras víctimas. Esto en nombre de la ética de la salud propia y de la ética social.
Puede que en algunos casos (¿cuántos?) hayan obtenido un beneficio que laboralmente no se merecían, con lo que faltaron a la ética del trabajo, aceptando reglas del juego laboral perversas.
Vender el cuerpo, la intimidad sexual y la dignidad puede ser compresible y nunca culpable en tantas personas que viven situaciones límites, como vemos tantas veces en la prostitución o en personas muy necesitadas del trabajo. ¿Era este el caso de todas ellas?
A veces, las personas deseadas sexualmente, más frecuentemente las mujeres, pero también algunos hombres, usan el deseo sexual del otro con fines perversos, como mejorar sus condiciones de trabajo, etc. ¿Hubo algún caso de éstos entre las mujeres que han hablado o en otras muchas que no lo han hecho?
Aquí tiene usted un buen en tema para pensar y discutir, no le importe ser políticamente incorrecto, en una sociedad víctima de un tratamiento superficial y comercial de los temas.
Y dígase, si está convencido de ello: "mi cuerpo, mi sexualidad y mi intimidad son míos"; y, por tanto, "tu cuerpo, tu sexualidad y tu intimidad son tuyos", hagámonos respetar y respetemos la libertad de todos: es la ética del consentimiento entre personas libres.
Félix López Sánchez
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