ALBA DE TORMES | Pregón integro del Padre Ángel en Alba de Tormes
Siempre es un privilegio ver todo un pueblo vestido de fiesta. Alba de Tormes no para y no va a parar en estos días de proponer encuentros interesantes. Sois andariegos, como vuestra patrona. Muchas gracias por creer en el encuentro.
Por no concebir una fiesta sin invitados, de dentro o de fuera. Yo no soy de aquí, sino asturiano, pero me siento un ciudadano del mundo y agradezco de corazón la invitación que me habéis hecho. Las fiestas de un pueblo no consisten solo en instalar discotecas y hacer charangas, que también, o conservar tradiciones con las que todos hemos crecido, como la figura de los cabezudos o el chocolate con churros.
Las fiestas sirven para demostrar lo que nos acerca a nuestros vecinos. Para enseñar que el tejido social también sabe organizarse con espontaneidad y armonía, como sucede en las peñas. Las fiestas, sin duda, celebran la fraternidad.
Alba de Tormes, además de todo eso que ya es un orgullo para cualquier fiesta, está siendo anfitriona de las actividades organizadas en torno a la imagen de su patrona, Santa Teresa de Jesús. Después del precioso encuentro con ella de esta mañana, mañana repicarán las campanas, habrá procesión y se abrirá la Puerta Santa de la Iglesia de la Anunciación con el objetivo de celebrar el Año Jubilar y la presencia (y lo que supone para el espíritu de este pueblo) del Sepulcro de Santa Teresa.
Quiero saludar con mucho respeto y cariño a nuestro Obispo, Don Carlos López, que presidirá la eucaristía de mañana. Y saludar del mismo modo a todas las autoridades que me han invitado a estar hoy aquí, que son las mismas que trabajan a diario por el bienestar de los habitantes de Alba de Tormes.
Estas no son palabras de protocolo. En mi caso no lo son. Humildemente, yo creo que hay que creer en los hombres, y siempre que puedo lo digo, lo recuerdo. Tenemos que creer en las personas. También en los políticos. En los poderosos. También en los pobres. Los que se han quedado marginados porque no se ha creído en ellos.
Todos merecemos respeto. Que respeten nuestra persona y respeten nuestros derechos. Merecemos un techo, alimentación segura. Oportunidades de educación y empleo. Sanidad. Cultura. Democracia.
Santa Teresa, a la que admiro tanto como a otra Teresa más actual, la de Calcuta, nos enseña, cuando leemos su prosa y su poesía, los valores con los que todos deberíamos defender esos derechos que acabo de enumerar. Valores como la defensa de la justicia, la lucha por la verdad y ese equilibrio vital que ella consiguió tener, entre la dulzura en el corazón y la firmeza en las acciones.
Teresa fue una mujer moderna que abogó por el diálogo y la pluralidad en un mundo donde muchas luchas, sólo por lucharse, eran pecado. Habló a sus hermanas, las monjas de su convento, de la belleza de quien posee muchas moradas (que así se llamó su libro, Las Moradas) y se siente libre y de todas partes, opuestamente a los que provocan conflictos disputándose lo material "a fuerza de brazos".
Qué auténtico y qué actual nos llega hoy el mensaje de esta santa especial. Mística precisamente por estar convencida de eso, de que no hay nada en la tierra que valga más que lo que no podemos tocar, pero nos hace personas (nuestras ideas, nuestras preguntas, nuestras esperanzas, el amor de nuestros seres queridos).
Irónicamente, por otro lado, Teresa es famosa por haber encontrado a Dios entre los cacharros de la cocina. Yo me identifico mucho con ella. En lo andariego y en que es cierto que dedico más horas de mis días a moverme entre los cacharros del mundo que a meditar.
Los cacharros de nuestro mundo ya no son los del Siglo de Oro, sino los teléfonos móviles, las redes sociales, las reuniones de trabajo. En mi caso, mi agenda tiene de todo. Atender mis responsabilidades de sacerdote y las de presidente de una ONG, sacando huecos para seguir la actualidad en la prensa.
Bodas, bautizos, comuniones, viajes de cooperación, campañas, premios? A veces, más de cinco eventos por día. Y entonces miro el reloj y me doy cuenta de que no me he sentado todavía a reflexionar.
Pero sé que me he pasado toda la jornada rezando. Algo así fue la espiritualidad de Santa Teresa.
Fundadora todoterreno, sabía encontrar a Dios en todas partes, sobre todo en las pequeñas, en las que no parecen importantes. Me enseñó que visitar a un enfermo y darle un beso, es más importante que rezar el rosario. Que Dios está en el templo, pero también en la calle, con las prostitutas y la población sin hogar.
En los misales, pero también en los periódicos, donde unas personas intentan informar a las otras. En Internet, que nos permite comunicarnos. ¡Algo tan humano y necesario como la comunicación! Creo que, si Santa Teresa viviera hoy, haría pregones y concedería entrevistas y estaría con la maleta en la mano desplazándose sin tregua a donde se encuentran las necesidades de nuestra sociedad.
Creo que nos diría con esa fuerza, esa autenticidad y esa calidez suyas, que hay que dialogar. Que tenemos que entendernos. Que la palabra es un tesoro y escucharnos un deber. Creo que diría con mucha firmeza No a la violencia y sí a tender puentes, que es uno de los más bellos mantras del Papa Francisco. Leo unas frases de sus Moradas, que me parecen extraordinarias. Dice Santa Teresa:
"Paz. Paz, hermanas mías, dijo el Señor, y amonestó a sus apóstoles tantas veces; pues créeme que, si no la tenemos y procuramos en nuestra casa, que no la hallaremos en los extraños"
Teresa habló de que la paz se puede construir. Que nos corresponde edificarla y que debemos empezar por lo que tenemos más cerca. Nuestra casa, nuestros hermanos, nuestros vecinos, nuestro país. En todo conflicto debe haber una manera de encontrar la vía pacífica. La más pura es el diálogo.
Siempre hay espacio para el diálogo. Hablemos, y no se acabará el mundo. En Asturias dicen que por mucho que llueva, siempre escampa. Que peores tormentas ha superado España. Que más se perdió en Cuba, y volvimos cantando?
No quiero, con estos refranes, sonar frívolo, sino convencer de que todo puede solucionarse. Con palabras nunca es tarde. Somos gente civilizada y lo que no se puede es arreglar esto a tiros. Tanto se adelantó a su tiempo, que leyendo a Santa Teresa uno encuentra también recogidas sentencias que podrían servirnos hoy para abordar problemas como el del fundamentalismo religioso.
Ella afirma que las personas somos torpes, y por eso a menudo no hemos sabido interpretar los textos sagrados y darnos cuenta de que lo que quiere Dios ?cualquier Dios- es que seamos felices. Teresa aprendió a serlo en lo bueno y en lo malo.
Vivió en una celda y nunca necesitó grandes satisfacciones para ser feliz, porque las supo encontrar en todo lo sencillo. Prefirió lo más ordinario antes que los oropeles. Y cuando vinieron mal dadas, se consoló y lo dejó escrito para consolar a la humanidad: nada te espante, todo pasa.
Incluso llega a decirnos, cuando estamos sufriendo y leemos sus poemas, que entiende nuestro dolor pero que, si os lo diere el señor, dadle muchas gracias. Y es que está claro que no siempre van a salir las cosas como uno quiere, pero siempre vamos a tener la oportunidad de tomarlas por el lado positivo en vez de por el negativo.
Nuestra actitud a veces es capaz de determinar lo que nos rodea y lo que nos pasa. Podemos cambiar el mundo con un poco de optimismo y solidaridad.Ella dijo a sus monjas: "Pasad delante de vuestras obrillas". Es lo mismo que si yo hoy os dijera que dejemos atrás nuestros problemas y quejas, que son pequeños en comparación a tantas situaciones de emergencia que en este mundo nos reclaman.
Ojalá seamos capaces de quedarnos con lo bueno para celebrarlo, y lo malo para corregirlo. Cuestionar, por ejemplo, la falta de voluntad política de los gobiernos respecto a las personas refugiadas, y al mismo tiempo poner en valor la solidaridad que existe en la sociedad, que se organiza y se va las fronteras o donde haga falta, a arremangarse y ayudar.
Nunca en la historia de la humanidad hubo tanta solidaridad. A algunos, el calvario de los refugiados le parece anónimo porque lo vemos en la tele, pero mucha gente ha sido capaz de sentir la llamada y comprometerse.
De darse cuenta de que detrás de esas mujeres con velo y bolsas o bebés, hay multitud de dificultades que no podrán superar sin nuestra ayuda. Caminar sin descanso, sentir hambre y frío sin consuelo o ser tratados como objetos. Dejando atrás su casa, sus recuerdos? a cambio de una tarjeta de ciudadanía que les queremos negar. Y no olvidemos que más de la mitad del total de refugiados de nuestro planeta, es menor de edad.
Por otro lado, también nos debería doler que, en nuestro mismo país, tenemos vecinos a los que les ha tocado vivir el drama de perder el empleo y no poder mantener a su familia. De tener las neveras vacías. Es un hecho que la desigualdad no deja de crecer. Que una minoría sangrante acapara la riqueza de nuestro país.
Pero también es cierto que hay mucha gente con fortuna que tiene también conciencia, y colabora con la integración de las personas en riesgo de exclusión. Algunos piensan que la solidaridad es patrimonio de algunos, de curas, monjas, religiosos o comunistas, pero no es así, es patrimonio de todos.
Igual que en estas fiestas vais a homenajear a los matrimonios de Bodas de Oro, dejadme que os cuente que en Mensajeros de la Paz ya las cumplimos, y que este año hace 55 que nos pusimos en marcha, a defender con nuestras obras y denuncias a los que están solos. Los niños huérfanos. Los mayores sin el recurso de una residencia.
Y a los que han sido víctimas de violencia o discriminación. Mujeres maltratadas. Personas inmigrantes o con discapacidad. Santa Teresa también fue una mensajera de la paz. Como Vicente Ferrer, Pedro Casaldáliga, Rigoberta Menchú y tantos otros, que encarnaron o encarnan uno de los lemas que tenemos en Mensajeros: que hay que querer y dejarse querer.
Dejarnos querer o querernos a nosotros mismos es imprescindible si queremos hacer el bien a los demás. Vuestra patrona se lo dijo, una vez más, a sus monjas: "Pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros, conociéndonos y considerando nuestra miseria, es desatino"
Conozcámonos y perdonémonos los propios errores.
Querámonos y queramos a los otros, sean como sean.
Apostemos por la comunicación. Defendámosla como derecho humano.
Celebremos las fiestas y combatamos las injusticias.
Busquemos la alegría en los lugares más tristes, como dicen en la India.
Veamos la luz y sigamos haciendo peñas.
Muchas gracias y felices fiestas para todos.