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Librerías salmantinas que son pura cultura
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nuevo libro, 'Celeste 65'

Librerías salmantinas que son pura cultura

Actualizado 14/10/2017
Charo Alonso

Dentro de las actividades de Letras Corsarias, un Nadal de altura, José C. Vales

Entre las paredes librescas de Letras Corsarias aún resuena la voz de Javier Mendoza citando a Michi Panero: "La risa es la manifestación de la inteligencia". Y es inteligencia lo que brilla en los ojos del zamorano José C. Vales, un filólogo experto en la estética del romanticismo, traductor reputado de Cahrles Dickens, de Jane Austen, y de otros clásicos de literatura inglesa que se alzó con su segunda novela 'Cabaret Biarritz' con un Nadal en el 2015. Juego metaliterario de intriga, inteligencia y humor situado en la ciudad veraniega de los años 20, la novela de Vales juega con una escritura excelsa al servicio de la ironía, del humor y de la erudición que, en su tercera obra 'Celeste 65' alcanza unas cotas de paroxismo que enredan al lector en los también estivales escenarios de la Niza de los años 60. ¿Casualidad?

Tiene entre las paredes acogedoras de Letras Corsarias, José C. Vales la serenidad de quien se ha bregado en las líneas de los grandes. La traducción para él es un ejercicio de paciencia y de humildad, por lo tanto, no tiene este magnífico escritor ninguna pose. Responde a las preguntas con cercanía y recuerda el verso de Verlaine "Nada que pase, nada que pese", porque aunque su talento narrativo es inmenso, su capacidad de leer la cultura popular, lo más pop de los años sesenta, esa espuma de la vida que solo se da en los hoteles buenos y en las ciudades de verano, hace de la lectura un placer casi frívolo. Siempre alegre. Y en los tiempos que corremos, vaya que si se agradece.

Pura alegría. Los personajes de 'Celeste 65' burbujean en un mar de intrigas donde la ironía, la apabullante documentación que maneja el autor y su prodigioso dominio de la descripción y la narración de la peripecia nos colocan la borde del colapso. Vales deslumbra al lector, lo hizo con esa imitación de la novela de folletín con la que ganó el Nadal, lo hace ahora para hablarnos de una época convulsa donde nada es lo que parece y hasta la princesa Gracia de Mónaco tiene un papel estelar. El traductor minucioso con los pies en el suelo que cincela cada palabra precisa, es también un novelista cuidadoso dueño de sus dones que, a diferencia de tantos, se toma poco en serio para hacer reír al lector con las andanzas de su humilde personaje, un etmólogo llegado a Niza que se deslumbra no solo con el sol, sino con las bondades de un personaje lleno de luz, de misterio y de sabiduría.

Si Celeste Levv responde a las alturas, chica de los sesenta con grandes gafas y breves minifaldas, Nigel, el protagonista, es un estudioso de los insectos que se revuelve por el suelo mirando el mundo del lujo y el verano desde una distancia británica y disparatada. Hay en el mucho de insólito y real, mucho de frívolo inteligente que no se toma en serio aquello que no lo es y que es capaz de disfrutar de placeres tan insospechados como comer queso en la cama. El final, siempre sorprendente en las novelas de Vales, nos devuelve a una historia cruel y siempre sanguinaria a pesar del verano y de la música pop, la estética camp y la frivolidad aparente con la que se perfuma una novela tan insólita como "Celeste 65".

Tiene una luz interior de luciérnaga consciente de sus dones, José C. Vales. Por eso usa a este insecto para nombrar su blog y por eso deja una luz tenue tras la lectura de sus novelas. Bajo la risa subyace una crítica feroz a una sociedad cruel donde siempre ganan los de siempre, sin embargo, en la risa, en la inteligencia de Vales, los libros, la palabra, la habilidad con la que maneja el lenguaje y a sus inusuales personajes, nos reconcilia con la buena literatura. Esa que tiene un poso popular de folletín, de alegría, de frivolidad de la buena. Esa que se pinta de colores y acorta sus faldas. Por eso la visita de José C. Vales a la conspiración de la pólvora no tiene ruido, sino un eco que queda después de la risa, del deslumbramiento, de la capacidad para narrar con alegría. En los tiempos que corren, hay que agradecerlo, y leerlo, porque tiene mecha para rato este traductor decidido a defender la alegría. Y a hacerlo desde una erudición que nos enseña que no todo está perdido, y que se puede ser original desde el conocimiento más exquisito del lenguaje. Una obra, un autor francamente recomendables, cuanto menos? y todo en la cubierta necesaria para una ciudad letrada como la nuestra de Letras Corsarias, esa librería que conspira con la pólvora de la buena literatura, la de José C. Vales.

Charo Alonso

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