Juncker frena en seco cualquier posibilidad de mediación europea y descarta una Unión "con 98 países"
La Comisión Europea ha utilizado todo tipo de sutilezas para enviar el mensaje de que no aprecia las tendencias separatistas del nacionalismo catalán. Lo ha dicho con palabras amables, con gestos diplomáticos y con todo tipo de declaraciones, pero hasta ahora los destinatarios del mensaje no han querido oír nunca lo que les decían desde Bruselas. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, hizo ayer un enésimo intento de hacer entender que para el proyecto europeo la separación unilateral de una región española sería catastrófico y que desde las instituciones comunitarias no pueden esperar ningún tipo de aliento en sus planes. En un discurso a jóvenes estudiantes de su país, Luxemburgo, Juncker aseguró ayer que si Cataluña se convirtiera en un estado independiente de España,otras regiones europeas abrirían el mismo debate por encima de la legalidad, lo que acabaría destruyendo Europa. Además, también explicó que el Ejecutivo comunitario no puede actuar como mediador en esa extraña situación porque se crearía «más caos» en la Unión Europea.
Reunión con Sánchez
Los gestos de de Juncker en apoyo al Gobierno y a la legalidad española se complementarán el mismo jueves, el día en que termina el plazo que ha dado al Gobierno al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, recibiendo en su despacho de Bruselas al líder del PSOE, Pedro Sanchez, sin duda para hablar con él de la crisis en Cataluña.
Después, ese mismo día acudirá a la cumbre tradicional de líderes del Partido Popular Europeo, en la que previsiblemente también se verá con Mariano Rajoy, aunque la presencia del presidente no está confirmada. Y junto a los presidentes de las otras dos instituciones europeas, el del Consejo, Donald Tusk, y el Parlamento, Antonio Tajani, acudirá la semana que viene a Oviedo para recibir el premio Princesa de Asturias de la Cooperación Internacional.
Desde que el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, emprendió el camino de la sublevación contra la legalidad constitucional, ningún representante de las autoridades catalanas ha sido recibido en Bruselas. Esa ha sido hasta ahora el lenguaje más evidente de que a la Comisión no le gustaba lo que estaban haciendo. Y lo ha reforzado, en el mismo sentido, recibiendo con normalidad -o incluso un poco más vistosamente- a los dirigentes de otras autonomías.
«Si Cataluña se convierte en independiente, otros harían lo mismo. Eso no me gusta», afirmó el responsable europeo durante un diálogo ciudadano con estudiantes en la Universidad de Luxemburgo. El actual presidente de la Comisión y antiguo primer ministro de este pequeño país les dijo a los jóvenes que le parecería un mal horizonte que dentro de unos años hubiera una especie de Unión Europea con 98 países porque ya es «suficientemente difícil con Veintisiete, pero con muchos más sería imposible».
Fuera de la UE
Juncker no se refería a la cuestión de si esa hipotética república catalana entraría o dejaría de entrar en la Unión, que es un debate que jurídicamente está más que esclarecido desde la época en que la Comisión la presidía Romano Prodi. Esa parte de la lógica jurídica se estableció sobre la base de que una región que abandone a uno de los estados miembros se convertiría en un estado no miembro y debería iniciar el camino del ingreso como cualquier otro aspirante. A lo que se refería Juncker en esta ocasión es que tampoco lo vería con ninguna simpatía, ni siquiera como un vecino de la UE, porque se convertiría en un ejemplo perverso para decenas de territorios dentro de otros países europeos que podrían sucumbir a la misma lógica secesionista.
A Juncker le han preguntado también sobre la posibilidad de que las instituciones europeas actuasen como el mediador que buscan determinados sectores en Cataluña y la respuesta ha sido también meridianamente clara. Si la Comisión entrase en el conflicto, se crearía «mucho más caos en la Unión Europea» porque significaría que desde Bruselas se entiende que el cumplimiento de la Constitución es negociable. La cuestión es que el respeto del Estado de Derecho es una obligación de los países miembros y no se puede negociar sobre ello. El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, ha dicho en numerosas ocasiones que las constituciones nacionales «son leyes europeas» y «el que no las cumple va contra la Unión Europea».
Fuente: ABC.es