Me permito dar a conocer tres textos del peruano Daniel Gonzales Cóndor (Morococha, Junín, 1975). En 1992, a los 17 años de edad, es acusado de terrorismo y sufre una condena de 10 años de prisión injusta. El año 2001, tras comprobar su inocencia recobra su tan anhelada libertad, y prosigue sus estudios de teología y psicología. Sus trabajos académicos los vuelca hacia el quehacer carcelario, como su tesis en la Universidad Bíblica Latinoamericana (Costa Rica), titulada "El evangelio que incluye a una mujer, un esclavo y un preso. Carta de un convicto a sus colaboradores (as)" (2014), que es una relectura a la carta del apóstol Pablo a Filemón, donde rescata la figura encarcelada del apóstol y el trabajo activo de sus anónimas colaboradoras. Gonzales Cóndor es psicólogo y pastor luterano. Actualmente es profesor de teología y trabaja en cárceles. Los tres textos han sido seleccionados del poemario "Añorada libertad. Poemas de un adolescente en prisión" (Hebel Ediciones, Santiago de Chile, 2017. Prólogo de José Vinces, de Paz y Esperanza).
Cabe precisar que los poemas fueron escritos cuando cumplía condena. (A. P. A.)
POR LOS CAMINOS DE MI CELDA
Por los caminos de mi celda
han descendido mis gotas.
Los brazos de la Nada me han abrazado
me han visto los ojos de la sombra.
He llenado con mi llanto su infinito espacio.
Y las rejas han goteado
y su frio por entre sus grietas
calor me ha dado.
Las santas cruces colgadas en la pared
la elocuente voz del silencio
han adornado este cementerio.
Han llorado los muertos
han insultado a Dios
han blasfemado contra el cielo que no ven
han escupido sobre las nubes
han llorado por ellas
han vomitado su tristeza
y la han vuelto a comer
y no se arrepienten de ello.
Han goteado las gotas de sol
y no han llenado nada.
Han goteado las gotas de ilusión
¡Qué desilusión!
SONIDOS
Tumultuosos los sonidos penetran
el débil velo de la soledad
las canciones mudan en alaridos y gritos
este silencio taladra la fe del solitario.
Temibles golpes y apremios
son los susurrantes gritos
tenaces y tercos
lanzados al hueco.
Más fuertes son los sonidos de la realidad
innumerables como poemas
refutándose ellos mismos
lo tristemente real.
¡Ah, sonidos humanos!
¡Qué enloquecen!
que enloquecen al más cuerdo
que despiertan del sueño a los dementes
¡Ea, sonidos, los necesitamos!
Son las voces que luchan por ser
son los propios ecos
son las voces de afuera que salen
y las voces de adentro que ingresan
y se mezclan para crear más sonidos.
AÑORADA LIBERTAD
Añorada Libertad
moribundo te escribo
deseando verte pronto
y desde mi ventana,
única compañera de prisión,
te invoco.
En el lejano cielo
sea primavera, sea otoño
tus nubes veo
conducidas por tu aliento
que calladas van gritando
¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
tu único anhelo.
¿De dónde vendrán ellas
tan serias, tan pálidas;
cansadas y fatigadas
de tanto viajar y
ver cosas nuevas?
Reflejan sus ojos negros
la tristeza,
y al derramar
sus muchas lágrimas
dejo mojar mis manos, mi rostro
como mitigando sus penas.
Tristes
al ver la hipocresía de los hombres
la injusticia entre semejantes.
Tristes
porque escuchan dulces melodías
de instrumentos delicados
entonados por pobres seres
que deseamos ser como ellas
ser guiados, encaminados como ellas
por tu aliento que es el viento
¡Tu viento, oh Libertad!
Ellas me narran el acontecer
de sus viajes
sus sueños truncados,
sus secretos;
y coquetamente me permiten
decirles suspiros, desahogos,
gemidos indecibles.
¡Oh, Libertad he sabido por ellas
que amas a los presos
(pobres corazones en zozobra).
Sabes, daríamos lo único que nos queda
por tenerte a nuestro lado:
nuestros corazones casi vacíos
de tantas cartas enviadas
por diferentes caminos.
Por ellas te digo:
¡Amiga mía, déjame
ir a tu lado,
acompañarte entre los vientos,
los vientos que son tu fuerza!
¡Oh, Mensajera!
Estas rejas de mi ventana,
estas cadenas pesadas
no serán obstáculo entre amigos.
De la mano de tus hijas seguirte espero,
y llorar con ellas por los hombres
pues ello y solo ello será
mi único consuelo?
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