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La memoria de los Panero, Javier Mendoza en Letras Corsarias
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La memoria de los Panero, Javier Mendoza en Letras Corsarias

Actualizado 07/10/2017
Redacción

'Funerales vikingos' para Michi Panero en Salamanca, memorias e inéditos

Tiene el periodista Javier Mendoza, la voz y esa inocencia en los ojos del niño que en 1988 conoció al novio de su madre, Sisita García Durán. Michi Panero era entonces un hombre de 40 años que arrastraba su fama de vividor, de escritor frustrado, de miembro de aquella familia que se despedazó viva en una película esencial para conocer nuestra historia, "El Desencanto", de Jaime Chavarri y Javier un niño feliz de tener una familia con todo y perro en la mítica casa de los Panero en la calle Ibiza 35, donde aún se respiraba el rastro del hermano loco, del poeta Leopoldo María.

Sentado en la cubierta de la librería Letras Corsarias, en una tarde de calor y calle llena, Javier Mendoza evoca al hombre "Mas grande que la vida", que le trató como a un adulto, le guió en sus lecturas y, cuando el alcohol y la enfermedad terminó con el matrimonio con su madre, siguió siendo su mentor, y a quien regaló en una tarde de los años noventa, la carpeta que contenía los cuentos de aquel escritor que no escribía. Una carpeta que Mendoza atesoró y que, años después, con la ayuda del fotoperiodista y editor Pepo Paz, convirtió en un libro.

Es Pepo Paz un fotoperiodista independiente y un editor valiente. La suya, Bartleby Editores, es un espacio libre que cuida sus libros y defiende sus arriesgadas propuestas. Porque arriesgado es editar los manuscritos inéditos de un autor desaparecido y más cuando se hace con un volumen bicéfalo: "Funerales vikingos" un conjunto de relatos y artículos de Michi Panero y "El desconcierto. Memorias trucadas" las memorias de Javier Mendoza, el hijastro de Michi Panero. Un libro que nace de las charlas de ambos, cuando fantaseaban con la idea de crear una editorial en la que se publicaran libros dobles, con la biografía del autor y la obra.

Son los cuentos de Michi, que Javier supone guardados por Felicidad Blanch, su madre, dado el desorden vital que acompañaba a los habitantes de la casa de Ibiza 35, los de un joven dotado de un inusual dominio del lenguaje. El escritor que pudo ser Michi es un Novísimo de la época dueño de una impresionante cultura y de un talento sorprendente para la columna de opinión, ágil, actual? y para la despedida más desoladora. Los últimos textos de Panero, escritos desde la Astorga donde fue a morir, son la despedida consciente y dolorosa de un hombre de 52 años, enfermo, triste, que telefonea a Javier Mendoza para pedirle que le visite porque se muere. Un final, después de tantos años, que se adelanta a la desaparición de su hermano Juan Luis, quien vive en Torroella de Montgrí por aquellos años y del poeta Leopoldo María, quien cambió el psiquiátrico de Mondragón por el de Las Palmas de Gran Canarias, convertido en un poeta de culto, y a quien Javier, muy joven, visita, episodio que narra con una gracia exquisita.

Enfrentarse a la carpeta con los inéditos de Panero, que Mendoza ha donado a la Casa de los Panero en Astorga, muy generosamente, fue para el joven escritor un ejercicio de sanación personal y un homenaje al Michi que vivió la Movida madrileña y que estuvo desde su infancia inmerso en la cultura española. Decidido a conjurar la historia, Mendoza investigó sobre la familia Panero, se sirvió del trabajo de Asís Lazcano, biógrafo frustrado de Michi,y escribió unas memorias desconcertadas, plenas de amor y de ternura. El niño que fue, el joven fascinado y horrorizado por la autodestrucción de su padrastro, se muestra con toda la sinceridad y la emoción de un narrador que resolvió "Con una solución gráfica el puzzle emocional que tenía encima". Son las memorias de una fascinación, de un amor y una admiración que se vive entre las sórdidas paredes de Ibiza 35 donde languidecían su madre y Michi en un proceso autodestructivo que acabaría con ingresos en los hospitales, un desahucio y una espiral de dolor que terminaría en la soledad de la muerte astorgana.

¿Qué nos fascina aún de los Panero? Hijos de un poeta franquista que loaba a la familia cuando la machacaba en privado, brillantes, conscientes y complejos se despedazan a sí mismos en una película que marcó a una generación y que les separó absolutamente. Juan Luis tachó tras la película los poemas en los que hablaba tiernamente de sus hermanos, Leopoldo María se abismó en sus problemas mentales y Michi eligió la noche para perderse. Ibiza 35 se convirtió en otro paraíso perdido como la casa astorgana del bisabuelo masón convertida ahora en una casa de cultura que guarda la memoria de los Panero. Esa memoria que vivió feliz y dolorosamente Javier Mendoza y que ha querido regalarnos en forma de memorias llenas de amor al hombre que sonríe en la bella portada del libro editado por Pepo Paz, un hombre feliz que abraza a un perro, que ama a un niño, que habla con un muchacho mientras bebe sin parar, fuma hasta deshacerse en humo y rememora la inusual historia de su familia. Michi, el seductor, el tímido que se refugiaba en el sarcasmo más cruel, supo a quien dejarle las carpetas con sus tempranos cuentos, sus únicos cuentos. Quizás intuía que Javier Mendoza iba a entregarnos la memoria de una relación privilegiada. Aquella en la que brilla su madre, Sisita, con la sonrisa de la felicidad, en la que corre la perrita Bala y en la que un niño, este hombre que nos habla con toda la cercanía se fascina con una figura mítica que para él, solo es el nuevo novio de su madre. No dudamos de que Michi Panero estaría orgulloso de el, y se reiría, feliz? sabiendo que es la risa la mejor arma de la inteligencia.

Charo Alonso / Fotografías: Begoña Solís.

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