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Las últimas horas de vida de Santa Teresa de Jesús narradas por los primeros escritores...
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AÑO JUBILAR TERESIANO

Las últimas horas de vida de Santa Teresa de Jesús narradas por los primeros escritores...

Actualizado 03/10/2017
Manuel Diego Sánchez, carmelita

En el 435 aniversario de la muerte de Teresa de Jesús en Alba de Tormes

Jerónimo Gracián de la Madre de Dios (1545-1614no estuvo presente en Alba, pero es un escritor cualificado para hablar de la Madre Teresa por su condición de ser el fraile carmelita más cercano a ella desde el año 1575 en que la conoció. En varias ocasiones trata de revivir los últimos días de la Madre Teresa y ha escrito varias obritas sobre el tema, porque sentía un enorme interés por saber del final de la persona a la que más amó, considerándose además de hijo espiritual y discípulo, un testigo autorizado para interpretar su vida y doctrina. Siempre tuvo esa conciencia personal de tener que conservar el legado de la Madre Fundadora y transmitirlo fielmente a la posteridad.De la familiaridad que tenía con ella nos habla el pseudónimo con el que aquí la denomina y esconde su personalidad, el de Ángela.

La acompañó por última vez en el viaje a Burgos y fue testigo de muchos sucesos en aquellos meses de espera hasta que se ablandó el arzobispo y dio el permiso de fundar. El perdía la paciencia en aquella situación que se hacía inaguantable por haber coincidido con un invierno muy crudo y no tener aun casa acomodada. La situación física de la Madre se agravó notablemente en estos meses burgaleses. Llegando la cuaresma (marzo 1582) la dejó sola allí porque tenía que predicar en Valladolid, marcha que sintió mucho la Santa, y hasta la afectó en su sensibilidad porque ?parecía- la abandonaba el amigo fiel en la situación difícil. Esta es la causa de que Gracián no hiciera con ella el viaje de vuelta (Palencia, Valladolid, Medina, Alba) ni la viera morir en Alba. La noticia de la muerte le llega muy pocos días después estando de visita en el monasterio de Beas de Segura (Jaén). Y desde esa fecha comienza a recoger datos y material para reconstruir los hechos.

Unos meses después de la muerte de la Santa (julio 1583), siendo todavía superior provincial, viajó expresamente a Alba para inaugurar y bendecir la nueva iglesia de las monjas y enterarse directamente de cómo había muerto y cómo estaba sepultada. Fue en esta ocasión cuando él mismo efectuó la primera exhumación del cuerpo (4.7.1583) y cuando le separó la mano izquierda llevándola consigo a Ávila y luego a Portugal. Esta fecha nos ayuda a datar el relato que damos a conocer, puesto que no menciona para nada lo que hizo en Alba en aquella ocasión, y él era muy meticuloso para el relato. Con lo cual podemos afirmar que esta narración del final está escrita a muy poco tiempo de la muerte, en los primeros meses del 1583, y después de haber recibido información por carta de las monjas de Alba, e información directa del P. Antonio de Jesús, el carmelita que la atendió en esos días últimos, y de otros testigos. Está muy bien informado, pero al no ser él testigo directo, se le escapa alguna que otra inexactitud, pero de poca importancia.

Gracián no sitúa la muerte en Alba a causa del capricho de la duquesa que la obligó a cambiar de ruta, cosa que otros más cercanos a los hechos aseguran. Para él se trata de un viaje a la villa ducal ya programado, aunque rápido y muy de paso en el pensamiento de la Madre, sólo para resolver algunos asuntos de la comunidad y del Carmelo de Salamanca, porque la urgía la vuelta a Ávila por el motivo de dar la profesión a su sobrina Teresita, la americana. Puede ser que esto fuese lo que él sabía como superior y a ello se añadió a última hora el deseo de la duquesa. Es decir, más tarde o más pronto tenía que viajar a Alba, las cosas se precipitaron. Él nos ahorra detalles del viaje entre Medina del Campo y Alba, porque no le interesaba y porque lo hizo mejor su compañera y enfermera, la beata Ana de San Bartolomé.

También difiere en el dato del funeral solemne que se le hizo, cosa que otros testigos disienten y lo usan como prueba contraria. Y así debió ser porque por aquellos días se hallaba en la villa bastante familia de la casa de los Álvarez de Toledo por motivo del bautizo del sucesor en el ducado. Otra cuestión es la forma en que se efectuó el depósito del cuerpo en el sepulcro, donde intervino de forma arbitraria la fundadora del convento, Teresa de Layz, cargando la sepultura de piedra y cal, pero en contra del parecer de las monjas.

Por último, Gracián teologiza ya la muerte de Teresa, no causada por la vejez y enfermedades, amén de parte que pudieran tener las incomodidades del último viaje (eran los rumores que circulaban entre frailes y monjas), sino que para él fue muerte de amor, muerte mística. Por lo que insiste tanto en que muere orando. El tema de la muerte de amor desde entonces y también gracias al influjo de Juan de la Cruz, será un tema recurrente en la literatura y en la hagiografía carmelitana.

El relato, por tanto, es fresco, bien fundado, coherente y fidedigno, concordante con lo que nos ha llegado por boca de otros testigos que lo narraron o lo contaron en el proceso de beatificación. La cercanía a los hechos y el ser anterior a las primeras biografías teresianas de Ribera (1590) y Diego de Yepes (Zaragoza 1606), nos impulsa a darle un lugar privilegiado en la reconstrucción de los últimos días de Teresa de Jesús en Alba de Tormes. Ofrecemos el texto de la mejor edición existente, la de Juan Luís Astigarraga en la colección Monumenta Historica Carmeli Teresiani nº 6 (Roma 1982), pp. 12-15. Del mismo autor aconsejamos la lectura de su artículo: "Últimos días y muerte de santa Teresa", en la revista Teresianum 33 (1982) pp. 7-69. Es el mejor estudio sobre el tema.

TRÁNSITO Y ÚLTIMA JORNADA DE ÁNGELA

Lo que he sabido es que [el] año de 1582, a 4 de octubre, día del seráfico padre San Francisco, fundador de su Religión, y día en que saltó el año diez días corrigiéndolo nuestro muy santo padre Gregorio XIII (los cuales diez días se habían amontonado de los minutos que cada año tiene de más), gobernando nuestro católico rey Felipe II, y siendo general el reverendísimo P. fr. Juan Baustista Caffardo y provincial de la Provincia de los Descalzos fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, en el convento del gloriosísimo San José [!] de la villa de Alba, dio un salto de la tierra al cielo y acabó sus dichosas peregrinaciones la Fundadora de las Carmelitas Descalzas, asistiendo a su cabecera el muy Rvdo. P. fr. Antonio de Jesús, vicario provincial de la Provincia de Castilla. Tenía cuando el Señor la llevó sesenta y ocho años de edad y casi cincuenta de religión, y su muerte fue como su vida, y acaeció de esta manera.

Este año [1582], por el mes de enero, partió de Ávila para la fundación del convento de Burgos, habiendo enviado monjas que fundasen el de Granada. Padeció trabajos en el camino y en la fundación. Y llegando a Burgos, diole una enfermedad en la garganta, demás de las muchas que tenía, que ya no podía comer sino con muy gran trabajo. Acabada la fundación, vínose por Palencia y Valladolid y Medina con intento de llegar a Alba y allí hacer elección de priora, y acabar ciertos negocios de Salamanca y volver a Ávila a la profesión de su sobrina que llevaba consigo.

Llegó a Alba, y diole una calenturilla, que en ella era ordinario [el tener] enfermedades. Creció; llamaron médicos. Llegó a Alba día de san Mateo, y luego se acostó sin poder comer casi nada; y así anduvo algunos días, echando y levantando. Ocho días antes que muriese diole un flujo de sangre, pero ni ella ni los médicos ni nadie conoció que era muerte hasta tres días antes, que la dio un paroxismo que duró dos horas. Tiénese por cosa cierta que fue oración, porque luego llamó al Padre Vicario y dijo que se moría. Y desde este día, que fue martes [2 de octubre], hasta el jueves no dejó de repetir muchas veces: "Cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies" (Salmo 50,19). El día antes que muriese recibió los sacramentos con grandísima devoción; y estando tan mortal que no se podía mover, se levantó con grande ímpetu cuando vino el Santísimo Sacramento, diciéndole: "Señor, ya es tiempo que yo acabe mis peregrinaciones y que los dos nos gocemos en uno". Y sobre esto decía lindezas, confesándose siempre por gran pecadora y pidiendo perdón del mal ejemplo que había dado a las hermanas y que no mirasen a ella, mas que les pedía por las llagas de Jesucristo que guardasen las Constituciones. Y esto con gran fuerza de espíritu, confesándose por hija católica de la Iglesia, dando gracias a Dios por sus sacramentos. Ayudábase a olear y respondía a lo que decían; y si tuviera lengua dijera mil lindezas, mas quiso Dios que le dio la perlesía en la lengua, y así no hablaba sino muy poco, y esto con mucha pena. Y así se fue acabando con tanto sosiego, que más parecía que estaba en oración que en paso de muerte.

Expiró entre las nueve y las diez, y nunca perdió su sentido hasta lo último. Y como ocho horas antes que expirase, estuvo con un crucifijo en las manos en oración. Oyeronsele algunas palabras, aunque muy pocas, y ésas [con] gran afecto, cuales fueron: "Cor contritum crea in me, Deus, et spiritum rectum innova. Cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies. Ne proiicias me a facie tua, et spiritum sanctum tuum ne auferas a me" (Salmo 50,12.19.13).

Quedó su rostro resplandeciente, y su cuerpo con tan gran olor, que duró mucho tiempo en el dormitorio. Una hermana [Catalina Bautista] que había perdido el olfato llegó a besarle los pies, y quedóle un suavísimo olor por mucho tiempo. Su cuerpo y rostro quedó blanco, blando y tratable. Enterráronla con mucha solemnidad, llegándose a la iglesia toda la gente del pueblo.

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