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Casa con dos puertas, mala de guardar
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Casa con dos puertas, mala de guardar

Actualizado 25/09/2017
Francisco López Celador

Por muchos deseos que acariciemos los amantes de la ley, el orden y la unidad de España para que la razón obligue a Puigdemont apearse del caballo, todo hace pensar que su locura se lo impide, a él o quien decida por él. Si llega al 1-O sin rectificar, tendremos violencia, sí o sí. Si todos los partidos que se declaran demócratas ? y además lo son- le hacen ver lo equivocado de su actitud y, a pesar todo, no cede un milímetro, una de dos, o le invade un fanatismo tan fuerte que sigue convencido de poder lograr esa quimérica independencia, o existe alguien que se lo impide. Hay que reconocerle una muy buena dosis de secesionismo, pero su escasa estatura política y el haber manifestado su deseo de abandonar el cargo en las próximas elecciones, no se corresponden con esa ciega tozudez. Alguien lo tiene muy bien agarrado por donde más duele y le está utilizando para poder seguir viendo los toros desde la barrera. Así pues, nos esperan unos días muy agitados.

Como decíamos hace pocos días, las últimas medidas tomadas por el Gobierno han tenido más efectividad dentro que fuera de España. El aparato logístico del referéndum ha quedado herido de muerte y el día 1-O puede haber gente que vote, porque los independentistas deben tener físicamente alguna papeleta que mostrar a sus seguidores y, sobre todo, a los medios de comunicación extranjeros. Poco importa que la participación sea ridícula y semisecreta. Es igual, seguirán gritando que han votado. Alguien se encargará de falsear los datos para alcanzar esa "mayoría legal" que justifique su casi segura proclamación de la nueva república catalana. Ya estamos viendo, en varios medios extranjeros del mundo occidental - y también de Rusia- , una verdadera campaña de desinformación, basada en toda clase de calumnias -algunas dejan en mantillas a la Leyenda Negra-. Si a todo lo anterior se unen las crónicas que envían algunos corresponsales, se puede influir en la opinión de más de in incauto y, de paso, hacer crecer las ilusiones de los que ven muy negro el panorama.

Todo catalán que se precie de nacionalista "pata negra", si no proclama una república, no es nadie. La tarta independentista que comenzó Pau Claris en el XVII, volvió en el XX con Maciá y Compañys, Puigdemont ? que está empeñado en pasar a la historia- no quiere ser menos y pretenderá "liarla". Tanto si logran que haya una pantomima de votación, y con más razón si se impide, ya en la noche del 1-O, la autoridad está obligada a impedir cualquier conato de intentar la desconexión de facto. La consecuencia directa será más de un disturbio callejero. No se puede ser tan ingenuo como para creer que el movimiento separatista pretenda improvisar en esos momentos. Existen verdaderos profesionales de la guerrilla urbana, a los que habrá que sumar los "voluntarios" extranjeros que explotan esas situaciones para oponerse siempre al sistema. Dejar la iniciativa a esas huestes supone enfrentarse a una verdadera batalla contra un adversario que no tiene nada que perder.

Visto el cariz que han tomado los primeros movimientos de protesta ante las decisiones de jueces y fiscales ?alentadas por quienes deberían velar por el mantenimiento de la legalidad-, el Gobierno ha optado por no dejar ningún cabo suelto. Desde que ha aparecido en escena el terrorismo internacional, la doctrina sobre el empleo de los elementos y medios del combate ha sufrido cambios bastante profundos; y aunque pueda sonar a socarronería ?por el pasado reciente de nuestra historia-, las organizaciones terroristas modernas, también pueden contar con armas o medios de destrucción masiva. Los políticos de la Generalitat no paran de repetir que las protestas callejeras han sido pacíficas, festivas y comedidas. Si la actuación de los mossos d´esquadra hubiera sido distinta, tal vez hubiera gozado de alguna de esas características. Pero no nos engañemos; los políticos de la Generalitat mienten como bellacos y los mossos padecen un ataque de servilismo ? o de miedo- que les impide cumplir aquello por lo que les pagamos ?y bien, por cierto- todos los españoles. Pensar que, el día 1-O, la policía autonómica podría encontrar alguna urna, que dispondría de algún refuerzo para proteger al resto de FCSE o que estaría dispuesta a detener a quien cometa o subvierta el orden público o las disposiciones del estamento jurídico, es ser muy bien pensado. Desde luego, el Gobierno no piensa así y, para evitar sorpresas ?y disgustos- ha hecho realidad uno de los principios básicos para quien se enfrenta a un adversario: el mando único. A cualquier mecánico de un taller le encantaría tener como asesor a un ingeniero industrial. Rechazarlo es síntoma de soberbia, de autosuficiencia o de miedo a no poder embaucar a los clientes. El coronel Pérez de los Cobos tiene acreditada suficiente preparación para dirigir con acierto las fuerzas encargadas de garantizar nuestra Constitución, el orden público y, en definitiva, el imperio de la democracia.

Hasta que llegue el 1-O, debemos esperar todo un rosario de provocaciones, desplantes e incumplimientos. El gobierno debe tener la regla que distinga lo que es moderación de lo que supone flaqueza. La ley y la democracia deben ser su primera obsesión. Unas FCSE abnegadas y fieles al mando, pueden abortar cualquier intento de sublevación. El gobernante que vacile a la hora de tomar decisiones por miedo a ser calificado de severo, se arriesga a que le tilden de cobarde y prevaricador.

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