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El derecho a discrepar
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El derecho a discrepar

Actualizado 23/09/2017
Redacción

Este derecho ha sido asociado en relación a la libertad de expresión frente a los gobiernos totalitarios, así como a la capacidad de asociación. También este derecho está ligado a la demanda de rectificación cuando una noticia ha incurrido en algún error en que una persona, o un grupo afectado, busca una corrección por sentirse perjudicado con la información recibida. Tengo la impresión que en estos momentos este derecho parece que ha caducado.No sé si les pasará a ustedes, pero Cataluña se ha metido en nuestros hogares de manera contundente. Primero, a través de las devastadoras imágenes de este verano, cuando el terrorismo se hizo presente asesinando con la impunidad del fanatismo. Ante estas imágenes, no cabía ninguna duda , estábamos todas las personas unidas sin excepción, todo el mundo repudiaba la violencia y la condenaba al unísono. Pero ahora, en una segunda fase, cuando vemos a unos guardias civiles que están representando a un gobierno de la nación y a una policía autonómica que, a su vez, representa al gobierno autonómico, como si fueran soldados de dos bandos, cuyos generales, Rajoy y Puigdemont se resguardan en sus cuarteles, ambos incapaces de haber evitado este desastre; me pregunto ¿cómo hemos llegado a esta situación? Y más que buscar responsables, conviene pararse a pensar en qué podemos hacer los demás para que este enfrentamiento no contamine nuestras conversaciones y, sobre todo, no nos dejemos llevar por este fracaso político de ambos gobiernos, el nacional y el autonómico.

Para empezar, podríamos pensar en las razones que avalan a unos y a otros. Para el gobierno de Rajoy, que sigue estrictamente la Constitución y, hoy por hoy, es ilegal realizar un referéndum. Pero yo recuerdo que el Estatuto de Autonomía catalán contiene menos privilegios que el de Baleares, por poner un ejemplo, y en cambio fue exclusivamente éste el recurrido ante el Tribunal Constitucional a petición del Partido Popular, en ese momento en la oposición. El dictamen del Constitucional decía que la nación no es un sentimiento. Pero ¿resulta que el sentimiento ha ganado la partida, hasta tal punto que parece imposible apelar a la cordura?

¿No es una locura que escritores como Eduardo Mendoza, o como Juan Marsé, hayan sido catalogados de "renegados" por no apoyar la causa del Gobierno Autonómico? O que Joan Manuel Serrat sea tachado de viejo desechable por no apoyar el nacionalismo independentista. Hay muchos ejemplos más de la injuria como arte.

Otra inquietud, se refiere al concepto de nacionalismo, el cual está asociado al lugar nacimiento, al territorio, a la lengua, y esto implica defender un fuerte sentido de pertenencia a un grupo. La pregunta sería ¿qué papel tienen aquellos que están fuera de estas coordenadas? Es cierto que Cataluña aporta el 19% del total del PIB, es una comunidad autónoma muy rica; pero también es un hecho que fue industrializada frente a otras regiones ancladas en una agricultura tradicional, con menos inversiones desde los gobiernos centrales.

Lo que verdaderamente importa es no dejarnos atrapar entre dos nacionalismos, el nacionalismo español, aquellos que apelan a "invadir" Cataluña por la fuerza y el nacionalismo catalán, que curiosamente ha suspendido totalmente su actividad parlamentaria para evitar que ningún grupo de la oposición ejerza su derecho a discrepar. Quizás para que no les recuerden que tienen un déficit de 40.000 millones de euros, cuanto más ruido menos contabilidad y, sobre todo, menos cordura.

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