Dentro de muy pocos días, llegará la esperada fecha del 1-O, que tantos dolores de cabeza ocasiona a más de uno. No en vano, junto al 23-F y el 14-M, es de las más graves y delicadas que nos ha tocado vivir. Y no precisamente por lo que ese día se dilucide ?de antemano, está condenado al fracaso- sino por las consecuencias que acarree, esa jornada y las siguientes. A medida que se acerca la fecha, desafiantes y gobernantes apuran sus estrategias en un intento de quedar encima del contrario. Que los nacionalistas no están dispuestos a dar marcha atrás, está fuera de toda duda; lo mismo que, de forma implacable, la justicia está abortando todos sus intentos de encontrar algún resquicio legal que justifique su actitud. A partir de ahora, es de esperar que se decidan a desobedecer abiertamente todas prohibiciones que se les ponga agarrándose al dicho: "mal de muchos, consuelo de tontos". De hecho, todas las decisiones que se toman en Cataluña, por si acaso, han sido en forma colectiva. Indudablemente, están echando un pulso al Estado. Ante delitos probados, la Justicia debería olvidarse del número de culpables y de su condición personal. Pero, frente a la frialdad de las leyes, la realidad es que no es lo mismo condenar a un consejero que a todo un gobierno, ni hacerlo con setecientos alcaldes, de un plumazo.
Jaleados por todos las organizaciones antisistema, los responsables de esta rebelión están esperando la primera decisión condenatoria contra un cargo político para movilizar a las masas calentando la calle y apuntarse al rio revuelto. De hecho, ya ha comenzado el mismo Puigdemont animando a los separatistas a organizar escraches ante los alcaldes contrarios al referéndum "para molestarles y meterles miedo". Por más que sean los jueces quienes impongan las condenas, y con independencia de la gravedad de las mismas, siempre se va a declarar responsable al Gobierno, y más concretamente a Rajoy. Cuando la calle esté bien caldeada y los disturbios adquieran cierta relevancia ?que la adquirirán-, muchos de los políticos que con la boca pequeña han declarado su apoyo a la unidad de España se unirán al coro de recriminaciones para no ver mermada su futura cosecha de votos.
De manera muy particular, no acabo de ver una postura clara en el PSOE, tema que no es nuevo. Pedro Sánchez, por más que se esfuerce en demostrar su apoyo al Gobierno contra la celebración del referéndum, no puede evitar que salga a relucir si "sí, pero" de siempre. El gobierno de la Generalitat nunca ha renunciado a suprimir la previa realización de esa consulta para iniciar un debate dentro de las reglas democráticas. El referéndum, sí o sí. Ante esa cerrazón, la fórmula que ofrece Sánchez es: diálogo, reforma de la Constitución y más autogobierno para Cataluña. Y yo me pregunto, con el condicionante del referéndum previo ?sólo entre catalanes-, ¿por cuál de las tres empezaría Ud.? ¿En qué campos que no quiere ceder el gobierno actual, estaría dispuesto a ceder el PSOE?
Si los independentistas no renuncian a la ilegalidad de la consulta, ya habría que levantarse de la mesa; y si esa fórmula de la España federal, que tanto le apasiona, supuso en su día un estrepitoso, y a veces sangriento fracaso, no parece que sea la solución más acertada para acabar con este problema porque, en el fondo, extendería el problema a todas las Autonomías. En cuanto a la concesión de más autogobierno a la que disfruta del mayor de Europa, además de no calmar tampoco a los independentistas, supondría ir contra los artículos 2 y 138 de nuestra Constitución.
Además de todos los partidos nacionalistas, está claro que de los situados a la izquierda del PSOE no debe esperar el Gobierno ninguna clase de apoyos; más bien un continuo afán de sustanciar las alianzas necesarias para acabar con la situación actual, aunque para ello deban alinearse con independentistas, terroristas, anticapitalistas y antiespañoles.
Si en materias tan vitales como la unidad de España o la lucha contra el terrorismo no somos capaces de formar un núcleo mayoritario, es absurdo esperar que las cosas se soluciones solas. Hay muchos partidos políticos que por no perder votos se guardan muy mucho de adoptar posiciones que puedan perjudicarlos. Son capaces de perder su identidad por no perder votantes, sin darse cuenta que con su conducta están defraudando a muchos votantes asiduos. Cuando el gobernante no puede llevar a cabo el ideario con que se presentó, debe ponerlo de manifiesto al electorado, disolver las Cortes, convocar elecciones y dejar que los ciudadanos decidan quién debe hacerlo, que ese es el verdadero juego democrático. El primer partido de la oposición, por su historia, su entidad y su concepto de Estado, debería ser suficiente para formar, con PP y C´s, ese núcleo "españolista" que evitara cualquier sobresalto secesionista. A la vista de la escasa unanimidad de criterios en las diferentes corrientes socialistas, y la desmedida obsesión de su Secretario General por aliarse con el mismo diablo para desalojar a Rajoy de la Moncloa, presagian que ese pretendido apoyo actual pueda desaparecer en el momento más inesperado. A pesar de las "adhesiones inquebrantables", yo no me fiaría: La prueba ha sido el voto en contra de la proposición de apoyo al Gobierno en su política de defender El Estado de Derecho (Congreso, 19-IX). Las medias verdades de algunos políticos, cuando husmean las elecciones, dan lugar a promesas que de antemano saben no poder cumplir, o a verdaderas simplezas rayanas en la ridiculez. No me resisto a citar algunas perlas:
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