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Los fogoneros de la rebelión
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Los fogoneros de la rebelión

Actualizado 18/09/2017
Redacción

En los tiempos que corren, cuando todos nos permitimos el lujo de opinar sobre lo enrevesado del problema catalán, las personas sin formación en el mundo del Derecho nos sentimos en desventaja porque, para no decir barbaridades, preferimos guardarnos ese sentimiento de frustración que nos acompaña a todas horas y, para nuestros adentros, seguimos tragando sapos y culebras por miedo al ridículo.

La situación se agrava cuando en los medios de comunicación compruebas que entre las personas con formación jurídica existen opiniones próximas y opuestas a las propias. Uno puede llegar a la conclusión de que, en el mundo de las leyes, dos y dos no siempre son cuatro.

Hace muchos años que en el subsuelo catalán se encuentra en ebullición el magma del nacionalismo, conscientemente calentado por acólitos de distintas tendencias políticas, y en varias etapas de nuestra historia. Como sucede en la madre naturaleza, cuando llega el momento álgido, se produce la erupción. Con mayor o menor gravedad, cada estallido ha acarreado la consiguiente desestabilidad y, lo que es más grave, algún derramamiento de sangre que nunca debió suceder. En cualquier caso, la responsabilidad de aquellos sucesos hay que cargarla siempre en el debe de quienes se opusieron a la legalidad vigente en cada momento. Cuando se enfría el magma, la masa caliente cristaliza en rocas, más o menos estables, pero, si persiste la elevación de temperatura, aparecerá de nuevo el cráter, con unas consecuencias imprevisibles.

En nuestra reciente democracia se ha mantenido encendida la caldera de ese volcán si bien es verdad que los disconformes de cada momento han empleado distintas dosis de combustible. Cuando no se apreciaba una excesiva elevación de la temperatura, la pasividad en la reclamación se compensaba exigiendo un resarcimiento económico, en espera de situaciones más propicias. Así hemos llegado a la situación actual.

Los fogoneros de la Generalitat creen que la temperatura ya es la ideal, que el cráter está a punto de aparecer y que ninguna fuerza será capaz de revertir el fenómeno. La labor sorda, pero continua, que se ha desarrollado en estos años con toda la población catalana, unas veces de forma sibilina, sin que el afectado sea consciente de la campaña, y otras "a cara de perro", en contra de toda legalidad y llegando a la amenaza ?incluso a la sanción-, ha logrado conformar el espíritu de la confrontación.

Uno de los principios aplicados por Goebbels en la propaganda nazi hablaba de verter conceptos al alcance de los menos inteligentes porque, cuanto más amplio sea el espectro informado, menor será el esfuerzo mental. Todo ello amasado con la conocida frase: "una mentira repetida hasta la saciedad, acaba por convertirse en verdad". Cataluña lleva tres siglos tergiversando las Historia y falseando la realidad. Cuando ha jugado al caballo perdedor, ha intentado enmascarar las consecuencias propalando entre los suyos la idea de que los ganadores lo fueron por medio de la injusticia, la traición, el engaño y, últimamente, el robo. Es decir, los pobres catalanes llevan demasiado tiempo siendo víctimas de la opresión ejercida desde Madrid. Son muchas las generaciones que han crecido con esa cantinela hasta hoy. Ahora hemos comprobado hasta dónde ha llegado ese lavado de cerebro. Una educación trufada de inauditas mentiras, junto a medios de comunicación especializados en alimentarlas silenciando los alegatos en contra, han dado a luz una masa nada despreciable de ciudadanos que odian a España creyendo tener motivos para ello, junto a otro colectivo de rancios comunistas antisistema que ven en la secesión el único trampolín para alcanzar el poder.

Una serie de alianzas poco naturales ha dado lugar a un parlamento catalán de mayoría independentista que está dispuesto a pasar por encima de la ley para conseguir una hipotética desconexión de su territorio. Que nadie se equivoque; TODOS los parlamentarios partidarios de esa ruptura saben perfectamente que lo que pretenden es ilegal. Lo mismo que le sucede a buena parte de los que salen a las calles para hacerse notar. Sin embargo, imitando a Goebbels, tienen que apoyarse en la masa que les proporcionan los que se han creído su milonga. Claro que, además, deben seguir propalando mentiras tan ingenuas como asegurar que la Generalidad está capacitada para promulgar leyes que vayan contra la legalidad, que el "derecho a decidir" - a su medida- es democrático, o que, en caso de llegar a ser independiente, Cataluña seguiría formando parte de la U.E. Dicen los sociólogos que los mentirosos compulsivos terminan por creerse sus propias mentiras; sin embargo, lo que sí es cierto es que un mensaje oído de labios del que ostenta un cargo importante, acaba siendo creído por las mentes menos cultas, por ilógico que parezca. Esa es la razón de las numerosas manifestaciones de adhesión.

Los catalanes contrarios a la secesión, según las encuestas son más numerosos que los independentistas. Si no fuera así, seguirían necesitando el parecer del resto de España para lograr su empeño. Esto también lo saben, pero no quieren admitirlo porque son depositarios de una democracia hecha a su medida. De nada vale lo que diga nuestro Parlamento, la Constitución, los Organismos Jurisdiccionales, la Unión Europea y todas las democracias occidentales. Han llegado a una vía muerta y ha llegado la hora de morir matando. El último esfuerzo será convencer a los incautos para que crean en la legalidad de las leyes emanadas de su Parlamento ?aunque estén suspendidas por el T.C.- y se rebelen contra la legalidad de esa democracia que no admiten -aunque les sufrague sus veleidades-.

Puigdemont amenaza: No menosprecien la fuerza del pueblo de Cataluña. Aunque la frase no es completamente ajustada, porque no todo el pueblo de Cataluña está contra España, será muy peligroso ningunear a un iluminado. Cuando se intenta taponar un cráter para evitar la erupción, corremos el riesgo de producir una implosión. El Presidente del Gobierno se muestra muy seguro de impedir la celebración del referéndum y Puigdemont asegura lo contrario. Con la razón y la ley de su parte, todo hace pensar que Rajoy impedirá un referéndum con todas sus garantías, pero también se puede asegurar que harán un recuento de los votos que se depositen de forma más o menos clandestina. La mayoría del SI la tienen asegurada y, puestos a conseguir la atención de los medios, es de esperar una declaración de independencia -aunque sea muy efímera- con la aviesa intención de sacar a la calle a los intransigentes. Ahí está el peligro. Amparados en la masa, y previsiblemente acompañados por los antisistema llegados de fuera, tenemos la experiencia de otras ciudades que se han visto envueltas en verdaderas batallas campales y un desolado escenario de destrozos. Si las circunstancias acarrean algún herido ajeno a las FCSE, tendrán la disculpa que buscan para agravar los disturbios. Es de suponer que el Gobierno tenga previstas todas las alternativas, pero haría mal si, ante un claro delito de rebelión, demora la aplicación estricta de la ley más allá del día 2 de octubre, a inductores, dirigentes y participantes. Las medidas con retardo fortalecen al infractor. Por muchas varas que levanten algunos alcaldes,tampoco se olvidará el Gobierno que tanto delito tiene quien incumple la ley como quien no vigila su cumplimiento.

Sea cual sea el desenlace final, ya se ha producido una clara fractura entre independentistas y el resto de españoles; y los responsables ?los fogoneros- siguen sin dar el brazo a torcer. Eso sí, ofrecen diálogo, pero con referéndum. Cataluña no se merece esos políticos.

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