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Juan José, la soledad de un torero solo
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Memorias de un crítico taurino de provincias (edición de bolsillo)

Juan José, la soledad de un torero solo

Actualizado 15/09/2017
Toño Blázquez

Recuerdo con mucho cariño y nostalgia aquellos primeros años de la Escuela, que ha dirigido durante más de 20 años el maestro Juan José

Escribí mucho sobre la necesidad de que en Salamanca hubiera una Escuela Taurina. Afortunadamente la Excma. Diputación provincial, entonces presidida por Juan José Melero, así lo entendió también y nació con todos los honores y bajo su paraguas oficial la Escuela de Tauromaquia de Salamanca y el egregio padrinazgo de Santiago Martín "El Viti". Recuerdo con mucho cariño y nostalgia aquellos primeros años de la Escuela, que ha dirigido durante más de veinte años el maestro Juan José. Un día me llamaron para que dieran una charla sobre la Historia del Toreo. Allí, en el aula, se sentaban jovencitos con toda la ilusión del mundo, que después han vivido momentos brillantes en los ruedos, ya sea como novilleros, matadores de toros o subalternos.

Mi amistad con Juan José nace un poco de ese sentimiento de soledad que vive el torero las horas antes de la corrida. Yo acostumbraba a entrevistarlos en ese momento en los hoteles porque es cuando se palpa de verdad la preocupación, el miedo. Quizá es también cuando más estorba uno, pero periodísticamente son momentos muy atractivos y sugerentes. Juan José, salvo los gloriosos años en que le pusieron junto a Capea y Robles y llenaban la plaza hasta los topes, fue siempre el torero más incomprendido de Salamanca en aquella época. Después de una fulgurante carrera como novillero y matador más joven de España (tomó la alternativa con 16 años, cosa aún hoy insospechada), un accidente de circulación le rompió por la mitad la visión y quedaron muy mermadas sus aspiraciones. No obstante, remontó y ha conseguido realizar memorables faenas, algunas de ellas siempre recordadas por los mejores aficionados de La Glorieta. Pero la empresa siempre racaneó vergonzosamente con él y le ponían el día 21 con los encierros más intempestivos.

Yo cogí la costumbre de ir a verle al hotel el día de San Mateo antes de la corrida para charlar y aventarle un poco preocupaciones. Su habitación, al contrario de la de las figuras siempre llena de moscones, lucía soledad, sólo el mozo de espadas trajinaba alado y silencioso, cuidadoso con los elementos del vestido de torear que descansaba en una silla. Hablamos del sorteo, del aire?Era la soledad de un torero solo, pensando en la papeleta que se le venía encima porque, aunque cualquier toro puede hacer sangre, aquellas ganaderías del 21 ya asustaban sobre el papel (El Cura de Valverde, Guardiola, Conde de la Corte?) Y, aunque sin el relieve de grandes tardes de florilegio taurino, Juan José nos ha regalado a los aficionados que le quisimos ver y valorar, momentos de alta calidad torera, como una serie de naturales a un toro del Conde de la Corte. "Barquerito", en Diario16, en un resumen de la feria charra, tituló: Pocos se acuerdan de los mejores naturales de la feria". Juan José fue su autor, pero la corrida era la de "la pana".

Un tipo curioso y de una gran bondad Ignacio Álvarez Vara "Barquerito". Firmaba con este pseudónimo en Diario16. Yo fui corresponsal del periódico en Salamanca a finales de los 90. Una ventana nacional que me vino muy bien, aunque también colaboré con Manuel Molés en la SER, por cierto, aún estoy esperando cobrar. También en RNE con mi buen amigo José Luis Carabias, un inteligente y hábil analista taurino. Me echó una mano cuando estuve viviendo en Madrid, para conocer los entresijos de RNE. Siempre le agradeceré su amistad.

Desde jovencito empecé a colaborar en El Mundo de los Toroso, que se editaba en Palma de Mallorca, en Novo Burladero (me chocaba mucho leer mis textos traducidos al portugués), una revista portuguesa de cuidada edición. O en la revista Aplausos, por aquellos años la número 1 en información taurina y ventas. Su dueño, Salvador Pascual, era un tipo grandón y orondo de opiniones taurinas muy controvertidas que creaban auténticos maremotos por el exhibicionismo de sus peculiares pasiones taurinas, que defendía a capa y espada. Con Alfonso Navalón y Joaquín Vidal, crítico de El País, se las tuvo siempre tiesas. Escribí mucho en Aplausos y el editor, conmigo, he de ser sincero, fue siempre generoso.

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